busca entre mis delirios

miércoles, noviembre 16, 2005

¿Cuánto cuestan las cosas que no tienen precio?

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Dos imágenes dispares, pero ligeramente parecidas.
La primera, y sobradamente conocida por muchos, pertenece a la roma felliniana de los sesenta. La fontana más famosa del mundo bañando a una hermosa Anita Ekberg, sueño erótico de muchos por entonces.
La segunda, pertence a la roma circunstancial de 2005 de Marcos Carnevale, director de Elsa y Fred (ahora en cartelera). La fontana perenne, aún viva y derrochando cada día y cada noche la misma cantidad de agua entre sus miles de chorros, empapa ligeramente las piernas de una envejecida China Zorrilla.
La película es una pavada, lo aviso antes de empezar a escribir sobre ella; espero que nadie vaya a verla por recomendación mía. Pero la quiero usar como excusa para escribir este pseudo comentario acerca de las ilusiones que cada uno tenemos por dentro. En verdad de eso trata la película, de la ilusión por vivir, la ilusión por superar una muerte, y la ilusión casi infantil de Elsa por viajar a Roma y bañarse como haría Anita en La Dolce Vita. Reproducir la película con su particular Mastroniani, un don juan que la enamore de verdad y al que entregarle su corazón bajo el agua fría de la fontana nocturna. Y lleva esperando ese sueño toda su vida… mientras veía como nadie era capaz de ofrecérselo. Y entonces parece Fred, casi caído de un árbol, un hombre con dinero y posibilidades de llevarla a Roma para que por un momento se sienta esa mujer especial que siempre había deseado ser. Ella a cambio le devuelve la vida a ese pobre recién viudo, que vive obsesionado con su propia muerte. Ella le enseña la importancia del aprovechamiento de lo único que tenemos en el fondo: nuestra vida, a la que debemos todo y a la que hay que recompensar de vez en cuando satisfaciendo sus deseos.
Y he aquí mi lección moral de hoy: hay que hacerlo. Es necesario que viajemos a Roma, que nos bañemos en la Fontana di Trevi, o que vayamos a Paris a echar una carrera por el Louvre intentando superar el record Guiness, o que nos escapemos a La Patagonia, en busca del valle sagrado de los Incas, o que cojamos una sospechosa avioneta poco fiable y sobrevolemos el Círculo Polar, o más sencillo todavía… que pillemos un tren, elijamos destino, y hagamos eso que desde hace mucho o poco, estabamos deseando hacer. Porque en el fondo esas pequeñas locuras que han de llevarse a la realidad de la manera que sea posible, son las que a una le hacen sentirse satisfecha. No es necesario mucho dinero, ni mucho tiempo, ni dar explicaciones a nadie, ni pensárselo dos veces. No hay que dejar en ningún caso que el arrepentimiento llegue a ti, porque como te conquiste te convertirás en la persona más tonta de todo el planeta. De vez en cuando y sobre todo cuando estas ilusiones apremian y presentan ocasiones favorecedoras, hay que liarse la manta a la cabeza y dejarse de racionalizar. Un viaje a Roma, un concierto en Barcelona, una caída en parapente, una noche loca con alguien especial, un paseo en góndola… porque hay cosas en la vida, como dice Fred en la película, que no tienen precio.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Deli,
Concido contigo en todo menos en un aspecto.
"Porque en el fondo esas pequeñas locuras que han de llevarse a la realidad de la manera que sea posible, son las que a una le hacen sentirse satisfecha"... yo añadiria un adverbio: "momentaneamente".
...son las que a una le hacen sentirse satisfecha momentaneamente.

Hay que liarse la manta a la cabeza... pero cuidado. EL sindorme del "everest" (el ahora que he llegado a la cima... que?) esta ahi, a la vuelta de la esquina pidiendote "más marcha" a la que te relajas. Eso no hay que perderlo de vista.
;-)


Besotes!!

delirante dijo...

Bueno, a ver, pienso que es mejor pasarse que no llegar
Es decir, a veces es mejor hacer una pequeña locura que estar arrepientiéndose de por vida el no haberlo hecho
Y el sindrome everest lo entiendo pero nunca lo he sufrido... cuando decides hacer algo, te sueles plantear los contras ANTES de llevarlo a la realidad. Mientras lo vives es genial y después... después queda satisfacción y al mismo tiempo ganas de repetir algo semejante.
Y sí, es todo satisfacción momentánea... te alegra un día, una semana, lo que dura la locyra al fin y al cabo... pero ya es algo... no estamos como para ir derrochando alegrías por muy momentáneas que sean no?

Un abrazo

Anónimo dijo...

Creo que la gracia es justament esa... poder ir derochando alegrias. Justificar determinados actos por obtener una satisfaccion momentanea puede llevarnos a mal destino.
Ojo!...y me parece perfecto hacer locuras, eh?

delirante dijo...

Ey!! que conste que no justifico ni de coña que por el hecho de que te vaya a gustar momentaneamente matar a alguien, lo vayas a hacer sin miramientos y encima animado por mi, jajajajajaja
no, me refiero a pequeños caprichos...
-a comprarte un libro que llevabas meses pensando comprarte
-a hacer una pequeña escapada de fin de semana a algun pueblín de la sierra
-a invitar a esa persona que te cae tan bien o con la que te gustaría empezar algo a una cena en su restaurantes favorito
-a gastarte 70 euros en dos entradas para un concierto
-a comprarle a tu amiga (o a quien sea) esa cámara de fotos digital que lleva tanto tiempo pidiendo
-a ir a visitar a fulanito o menganita allá donde vive desde la última vez que os visteis

... y sobre todo, a hacerlo todo con gusto y con satisfacción

romanek dijo...

Muy cierto en verdad muy cierto, delirante. Me encantaría viajar a Europa pero para mi presupuesto es un sueño.

Sin embargo yo una vez al año hago eso, dejo todo, tomo mi mochila y me largo sola a un pueblo colonial que me encanta. Todos me dicen que estoy loca por viajar loca, mochila la hombro, que me puede pasar algo y esas cosas, pero hasta ahora no me ha pasado nada más que el placer de dejar a todos atrás y olvidarme de ellos unos días.

Y en esos viajes he aprendido tanto de mi misma! Ni con mi terapeuta lograba tanto, je. Besos!! ;)

Hada: descanza, descanza, mujer! ;)