busca entre mis delirios

jueves, septiembre 22, 2016

morning pages

leo en algún medio de cuyo nombre no quiero acordarme una noticia de esas que parecen rezumar cierto cientificismo, una verdad absoluta, un estudio clínico, la receta del éxito o la cura a un mal cualquiera; que escribir 750 palabras cada mañana pueden conseguir que seas más feliz. o feliz a secas. hay, por supuesto, una serie de premisas que has de cumplir para que el invento surta efecto como, por ejemplo, que no te lea nadie –por esto, aquí, sé que no tengo mucho de lo que preocuparme-, que hables de cualquier cosa, por carente de interés que se presente –check!- y que no te autocensures. bien sabe quien bien me conoce que soy una entusiasta de las recetas del bienestar, las pruebo todas. otra cosa muy diferente es que sea capaz de mantenerlas en el tiempo y convertirlas en rutina, o más aún, en modo de vida. pero lo intento y mi madre siempre decía que lo importante era eso, la intención. así que aquí estoy, vomitando una vez más letras sobre esta pantalla inmutable ante un lector inexistente.

el archivo del blog no perdona. me regaña en silencio, como la mirada de la profesora, o como el tipo a quien acabas de adelantar y no quiere admitir que él va más despacio que una mujer. esas miradas, seguro que sabéis a cuáles me refiero. a la del camarero al que no le dejas la propina que esperaba, o la del taxista al que el destino que le propones le parece demasiado cercano, o la de tu madre cuando ve que has perdido otro kilo más. son esas miradas de insatisfacción, de expectativas incumplidas las que me lanza este pequeño cuaderno de bitácora cada vez que me da por hacerle una visita. creo inferir que su queja proviene por no venir a verle más a menudo más que al hecho de que no le escribo lo suficiente. él me conoce mejor que mucha gente y, como los amigos de verdad, sabe perdonar las ausencias de palabras. pero quizá el hecho demostrado de que no me haya acordado de su existencia en dos vueltas completas alrededor del sol haya sido más doloroso de lo que pude preveer.

así que, como siempre que vuelvo aquí, acabo agachando la cabeza y admitiendo que sí, que no tenía que haber dejado pasar tanto tiempo y que por supuesto, esto va a cambiar, que volveré pronto, que voy a venir todas las mañanas a dejar mis 750 palabras para ser feliz. la mirada que devuelve la pantalla es como la de tu mejor amiga cuando le dices que un día os vais de fiesta y volvéis a cerrar bares como hace 8 años, como la administrativa del gimnasio a la que comentas que pretendes venir todo el año, o como la de tu tía que vive en Estados Unidos y a la que en el último abrazo le prometes que este año sí que sí, vas a verla. esa mirada de incredulidad, de mentira velada y admitida de modo compartido.

un poco así como la cara que se te queda cuando te lees a ti misma y compruebas con estupefacción –como si no fueras más que una secundaria en tu propia historia- que no ha cambiado casi nada en los dos últimos años. la identificación de este comienzo de otoño es casi mimética con el post anterior y no parece una buena noticia. la ausencia de cambio siempre la entendí como un fracaso. mi psicoterapeuta trató siempre de convencerme de que no era siempre necesariamente así y que a veces no cambiar era un gran éxito para aquellos que habían conseguido el triunfo de la mejora, pero yo seguía sin escucharle, como si no fuera conmigo la historia. la inmutabilidad, la permanencia, el estancamiento, la persistencia, la estabilidad no deseada son cuestiones que aprietan al mañana. le instan con cierta violencia y sometimiento a esforzarse más, a moverse más deprisa, o en direcciones opuestas, a intentar algo diferente, otra cosa, o en otro lugar, para que finalmente jure ese cambio que parece no llegar.

evidentemente, la historia sabemos como sigue. septiembre promete muchas novedades, futuros profesionales brillantes, un gimnasio para cada tarde, resacas de martes con la gente a la que tanto quieres y maletas con jetlag. y tú miras a septiembre con esa mirada, como la de tu madre, la de tu amiga, la del taxista, o la de la taquillera del gimnasio.

y solo faltan 6 palabras para conseguir la felicidad.

lunes, octubre 20, 2014

begin again

para casi todo el mundo el año empieza en enero. lo celebran brindando en la noche y se besan unos a otros, etílicos de enhorabuena, con restos pringosos de almíbar en la boca y en la cara. lanzan confeti al aire y encienden bengalas de promesas que ninguno tiene intención de cumplir y miran hacia delante con ganas, intriga, deseosos de lo nuevo, expectantes de lo que vendrá. se aseguran engañosamente unos a otros que este sí, que ya verás, que va a ser un año estupendo. y se responden inerte y automáticamente que se conforman con que sea un poco mejor que el que pasó. y se dicen esas frases. esas. palabras sobadas, caducadas, desmejoradas, desiertas, manidas.
pero ella no. su nuevo comienzo sucede en septiembre, con el olor a lavadora recién tendida en las mañanas fresquitas del fin del verano, los restos de arena de playa en las zapatillas de tela, con la maleta haciéndose hueco de nuevo en el altillo del armario y la puerta del mismo que no consigue cerrar del todo con ella dentro -como si se quisiera escapar, seguir viajando-, con el cierre de las piscinas de verano, el cambio de ropa en los cajones, los atardeceres cada vez más tempranos, los comercios que vuelven a abrir, desganados, la m30 atascada a cualquier hora del día, la chaquetita que le pide el cuerpo cuando cae el sol, las vueltas y vueltas por el centro intentando aparcar, los estrenos del cine que le gusta a ella, el sonido de la sirena del colegio de abajo que le avisa de que ya va tarde.
quizá los ánimos no sean tan festivos como en enero, pero cada septiembre la vida vuelve a empezar a la vuelta de vacaciones. lo piensa ahora, a finales de octubre, sentada en lo alto de su azotea favorita, contemplando ante ella los tejados de la ciudad. ver la vida desde las alturas le ayuda a coger perspectiva. quizá por eso acude allí cada vez que se enfada con el mundo, o cuando no quiere que nadie la oiga gritar, o cuando le apetece inventarse vidas paralelas, o cuando necesita sentirse un poco sola, o cuando le apetece bailar sin que nadie la vea, o cuando quiere escribir sin que nadie le escuche los pensamientos.
sí, septiembre es un buen mes para empezar de nuevo. septiembre y su cuesta de octubre, apretarse el cinturón, ir ahorrando para Navidades, el cumpleaños de su hermana (y el de su padre, y el de su sobrina...), la revisión del coche, las primeras reuniones, los cambios de jerarquía, de organización, los cafés con unos y con otros, las reuniones y citas pendientes, este año le toca ser secretaria también, cuatro libros amontonados en la mesa del despacho pidiendo intranquilos una lectura, el correo electrónico estragado, los pasillos colapsados con desorden de gente que va pero no sabe muy bien a dónde, los relojes en los que no confía del todo (¿las 11 ya? ¿no cambiaban ahora la hora?) y en el fondo parece que le han cambiado todo de sitio.
y a pesar de los empujones y los codazos de algún despistado que pide perdón como resorte, Sara sonríe por dentro porque sabe que al final, está donde siempre quiso estar y ha llegado a donde siempre deseó llegar. todos a su alrededor están perdidos, ninguno sabe cuál será su destino y muy pocos ni siquiera se lo plantean como deseo condicional. acaban de emprender su viaje, que será largo, arduo y más desagradecido de lo que ninguno se imagina. pero es pronto todavía. es su momento de ir con prisas, de no llegar nunca a tiempo, de haber perdido el metro, de bajar corriendo las escaleras, de resbalarse con el suelo mojado por las primeras lluvias del otoño, de entrar tarde a clase cuando todos ya están dentro y ser el blanco de todas las miradas, incluida la de la profesora.
y Sara le sonríe, ahora por fuera, en plural.

domingo, agosto 31, 2014

una década

este pequeño cuaderno digital cumple hoy y justo ahora diez años. tiene algo de polvo, la cubierta está visiblemente dañada y el lomo guarda con cierto orgullo cicatrices que le han dado el tiempo, el uso y el abuso. me ha costado encontrarlo; estaba en el fondo de un armario que hace mucho tiempo que no abría, pero a pesar de la tela de araña y las pelusas, permanecía donde lo dejé, quieto y paciente, esperando a que alguien decidiera querer abrirlo de nuevo.

en estos casi cuatro mil días han pasado muchas cosas por estas páginas. habéis venido a leerme en más de 50.000 ocasiones, he estado cerca, lejos, pero siempre equidistante, me habéis acompañado a Donostia cada mes de septiembre, a Barcelona mil y una veces, a Las Palmas, a La Rioja, a Asturias, a Girona, a Sevilla, a Florencia, a Granada, a Cádiz, a Lisboa, a Oporto, a Londres. habéis sufrido omniscientemente las tristes despedidas de mis viajes en avión, en transiberiano con coche bar, en trenes voladores e incluso en coches imaginados.  me habéis leído casi siempre en castellano, pero también he delirado en inglés, en portugués, en italiano, quizá en algo parecido al francés, en gallego, en euskera, en catalán y hasta en sevillano. este blog cuando nació era azuloscurocasinegro, hoy es blanco como la tiza y mientras en los principios mostraba mis lunares sin pudor, hoy los escondo vergonzosa tras esta fachada de cal limpia. antes escribía todos los días, después fue semanalmente y ahora apenas paso por aquí. ya sabéis... esa extraña y triste sensación de volver y que no quede nada, o peor, que no haya nadie esperándote, ni nadie quien te escriba.

pero siempre queda volver atrás. el pasado permanece para quien quiera recordar. abrid los cajones y rebuscad entre sus más de seiscientos capítulos. en ellos encontraréis mucho cine, series, música, libros, teatro, política, sexo, tantra, reiki, meditación, medicina alternativa y hasta alguna lección de periodismo que ni yo misma me supe aplicar. hay declaraciones de guerra, crónicas de errores anunciados, unas cuantas velas de cumpleaños sopladas, varios sant jordi imperdonablemente celebrados, al menos tres epitafios que nunca quise escribir, relatos desde el dolor, la pena y la tristeza y muchas palabras bonitas de esas que tan bien suenan cuando sólo se habla de amor. tronaron unos cuantos portazos y otras veces corrió el aire fresco y limpio cuando abrí las ventanas para ventilar.
me habéis conocido cada viernes, nos hemos tomado las uvas juntos varios findeaños, he odiado y he amado la navidad a partes iguales, en un vergonzante ímpetu narcisista os regalé sobradas egofotos que ya no quiero ni mirar,  me animé con los podcast y quizá tampoco fuesen buena idea, habéis venido conmigo a terapia, hemos discutido sobre los pros y los contras de las "paellas", hemos divagado juntos sobre las palabras, el lenguaje, los sentidos, la semiótica, la comunicación y de alguna manera me habéis visto terminar la carrera, el máster y casi la tesis doctoral. he escrito para vosotros con tiza sobre pizarras verdes, he mandado cartas a Leda Atómica, envié postales a un faro y otras tantas con alitas para llegaran antes. he escrito entre corchetes, guiones bajos, con puntos suspensivos, en minúsculas, con cuatro palabras prestadas y hasta me atreví a inventar finales alternativos para mis novelas de mesilla de noche.

en diez años he sido una delirante venida a menos, la niña buena que no podía dormir, una hipocondriaca curada de espanto, una Irene que se equivocó de nombre y algunas veces, muy pocas, una tímida Laura que se hacía pequeñita entre tanta palabra.
pero lo que está claro es que este blog es una resonancia magnética de lo que he sido. radiografía el interior de alguna de mis vivencias, de mis sueños, inquietudes, pensamientos, opiniones y valores. gracias a este cuaderno he conocido a gente que fueron y son personas muy importantes en mi vida y que determinaron en su momento, el devenir de mis circunstancias.
gracias por llegar, por volver y revolver, por escribir, por compartir. pero gracias sobre todo por ser. por estar.

miércoles, junio 11, 2014

y así



soy géminis y el aire me acongoja. me encantan los anocheceres en la playa y los amaneceres en una cabaña perdida en el bosque. me gusta la tecnología y los nuevos cacharritos que aparecen pero creo que es un crimen hacer un guiso en una olla express y me niego a renunciar a las cartas escritas y a los libros en papel. a lo largo de mi vida he luchado alguna vez contra gigantes y muchas otras tantas me he vuelto diminuta en mi rincón. dicen que soy súper fuerte y valiente, pero en realidad soy de lágrima fácil y me asusto por cualquier cosa. mucha gente me considera una persona seria y luego se sorprenden al oírme reír. me enorgullezco de ser fiel a mí misma y sin embargo en los últimos cuatro años he cambiado radicalmente. odio discutir, las peleas, los gritos y los reproches aunque sea una bocazas que habla sin pensar y muchas veces me lo busque yo sola. no me gusta provocar, pero soy de Madrid...y del Barça. m'agrada molt el català, aunque hablo en castellano and sometimes I dream in English. prefiero mil veces pedir permiso antes que pedir perdón a pesar de que históricamente, en la práctica, haya sido casi siempre al revés. soy de naturaleza tímida, aunque sea capaz de hacer las locuras más vergonzantes. dicen de mí que soy poco cariñosa, pero podría alimentarme a base de besos. soy muy complaciente con la gente, pero no me gusta que me impongan nada. Mozart me pone los pelos como escarpias y bailo con Conchita cuando nadie me ve. me gusta andar descalza por la casa, pero nunca salgo a la calle sin un pañuelo para el cuello. me gusta el té de todos los colores y sin embargo después de comer no puedo prescindir de un café solo, bien cargado y con mucha azúcar. me gustan las casas con mucha luz y grandes ventanales, aunque necesito dormir con la puerta cerrada y totalmente a oscuras. sufro de vértigo, pero vivo en un undécimo piso. me considero moralmente de izquierdas, muy de izquierdas, a pesar de que cuando camino por la calle necesito estar colocada a la derecha, siempre a la derecha. me gusta hablar de cualquier cosa y en cambio también disfruto a veces de un silencio cómodo con destreza sostenido. no soy materialista pero me encanta llenar de regalos a mi gente cuando puedo. no me gusta la impuntualidad, pero hace años que no llevo reloj. soy más bien racional aunque las emociones manejan los pedales de mi vida. me gusta ser así, pero a veces me gustaría ser de otra manera.

martes, junio 03, 2014

así

me vuelve loca el dulce de leche aunque me empalagan una barbaridad los postres de crema y nata. me apasiona cocinar, intentar reproducir recetas, improvisar y reinventar y sin embargo odio tener que pensar qué hacer de cenar. me gustan los gintonics, la cerveza bien fresquita pero un buen vino no lo cambio por nada. me encantan las galletas danesas de mantequilla, los after-eights y algún otro dulce viejuno y en cambio una torrija deconstruida de lo más moderno y vanguardista me quitó el sentido. me gusta la cocina de moda, los masterchef y estrellas michelín que jamás podré pagar, pero realmente se me conquista con una cesta de picnic y un par de tuppers elaborados con cariño. no me atraen nada los países del Sur y sin embargo uno de los mejores viajes que he vivido fue a Marrakech. me siento identificada con el color rojo, aunque el azul me aporta mucha energía, el naranja me calma, el verde me da seguridad y con el negro disfrazo todas las carencias y faltas. me cuestan las marchas cortas, reduciendo me atasco y en cambio, con la velocidad me siento segura. me gusta la carretera al volante, pero prefiero mil veces pasear la ciudad a pie. dicen que soy urbanita, un ser de ciudad, de asfalto, cines, gente, tiendas y bares, pero donde realmente disfruto es en la montaña, en la hierba mojada, entre árboles, riachuelos, un bastón, una mochila, dos bocadillos y una botella de litro y medio de agua. soy bastante radical en política, ideas y opiniones, aunque me las callo casi siempre por no molestar. soy patéticamente incapaz de dar portazos e irreparablemente nula en las despedidas y sin embargo he perdido más gente a lo largo de mi vida de la que conservo. he intentado hacer el bien a todo el mundo, me he vestido de heroína, he tratado de salvar el mundo y en cambio he herido, he dañado y he tenido que pedir perdón muchas más veces de las que hubiera deseado. renacería en los 50' en Francia para poder vivir el mayo del 68' y en cambio el 15m se me antojó en cierta manera abyecto. viviría sin pensarlo en Barcelona, mientras Andalucía tira de mí un poquito todo el rato. amo los tiempos de Proust, el impresionismo de Montmartre, el existencialismo de Sartre, Jean-Luc y Eric, lo cuqui de Amelie, los croissants au beurre y el oh-la-la del acento francés, pero Paris me parece una ciudad muy triste y absolutamente sobrevalorada. odio la lluvia, el frío, los episodios de nieve repentina, los días grises, sin sol y en cambio me mudaría mañana mismo a una segunda planta en Camden. he tenido gatitos de todos los colores desde que tengo uso de razón y sin embargo no veo el momento de tener un pequeño golden retriever recibiéndome en la puerta cada día. me da un poco de miedo la incomunicación y la solitud pero me sentaría como Ana en una silla en medio de la Laponia finlandesa a ver auroras boreales. el sonido de un piano me hipnotiza, el del viento me enmudece, las guitarras y la cuerda me anestesian, pero hay algo en la percusión que me produce ansiedad. los museos me gustan a paso ligero, no me importa ver películas desde el salón de mi casa, disfruto de los conciertos aunque el spotify sea mi mejor compañero de viajes en metro, pero la magia de un escenario de teatro no la cambio por nada. la música clásica me emociona, el jazz me embriaga, pero el rock siempre será mi perdición. no soporto las faltas de ortografía y sin embargo escribo siempre en minúsculas. me llena mucho el cine francés de la nouvelle vague, el surcoreano, hongkonés, el neorrealismo italiano, el cine independiente de Estados Unidos y en cambio una parodia chorra me desarma por completo. me gusta ser así, aunque a veces me de mucha rabia a mí misma...

miércoles, mayo 21, 2014

del apego y otras cosas

hace muchos años, uno de mis ángeles catalanes me advertía de los peligros del apego. discutíamos aquí a tres bandas, en los comentarios de un delirio cualquiera, sobre cómo acabar con él para lograr ser más felices. y yo, en aquel momento, lo escuché, lo entendí y de alguna manera, me lo creí. pero hoy, casi vieja de verdad, después de todo y a pesar de ello, me descubro incapaz de deshacerme de la dichosa querencia. hoy el apego me cae bien y lo convierto en virtud, porque sí, porque me da la gana y punto.

he intentado ser de muchas maneras diferentes, he cambiado artificiosamente, he simulado personalidades que no me correspondían, he fingido valentías impotentes, he intentado, probado, imaginado, tratado, procurado... y muchas veces he fracasado.
he sido, soy y seré y por fin aprendí, que para mejor o peor, la que fui ayer no tiene por qué parecerse a la de mañana.
y todo esto, porque hace unos días me dijeron que me quedo con lo malo de las personas, de las historias que ya no son. no tuve ni que discutir el error, tan sólo saqué el cajón virtual del pasado y ahí estaba todo aquello para refutarlo por mí.

dentro había muchas cosas, pedacitos de mi historia y de otras personas, trozos de mi día a día y recuerdos del futuro que atesoro con devoción. tengo varios peluches que han viajado conmigo desde hace algo más de 13 años y que hoy se dedican a hacer reír a mi sobrina, guardo jabones de los hoteles en los que he dormido (incluso dentro de mi ciudad), los billetes de algún tren o autobús que me llevaron a cualquier parte, los primeros dibujos que mi hermana me dedicó, tarjetas de visitas de los restaurantes que me han dado de comer, el ticket del café más caro que me tomé, entradas de cine y de teatro que ya se han borrado con el tiempo, un despertador que nunca llegó a funcionar, un marcapáginas artesano que unos niños me vendieron en Lavapiés una de las noches más importantes de mi vida, el tiesto de un bonsai que involuntariamente se me murió, el periódico gratuito que robamos como niñas malas al lado de la plaza mayor la noche que cerramos todos los bares de Madrid, el broche del corazón de fieltro que me regaló la niña de los ojos grandes, guardo cartas, cientos de ellas, todas, letras que me escribieron y que cuentan muchas historias, postales, decenas, que viajaron de acá para allá alegrando mi buzón, notitas que me encuentro en la nevera, o encima del teclado, o por cualquier rincón de la casa, álbumes de fotos de todos los viajes de mi etapa analógica y carpetas llenas de gigas de la etapa digital, dibujos, cómics, historietas, trocitos gráficos que tantas sonrisas estiraron, las acreditaciones de todos los Zinemaldias a los que fui (sola o acompañada), conservo la primera cinta de casete con la que le puso banda sonora a nuestra película, vídeos de viajes en familia en vhs, guardo azucarillos de cafés alargados o servilletas de kebabs al sol de la plaza de Oriente, un billete de dólar que me regaló mi tía desde el otro lado del atlántico y tengo yenes que vinieron directos de Japón, no pierdo aquel colgante, el último regalo que me hizo mi tío y que conservo para ocasiones especiales, tengo montones de corchos de botellas de vino, cada uno con su historia impregnada, la cucharilla que me traje de Roma en recuerdo al mejor capuccino que nunca probamos, una invitación de boda llena de estrellitas plateadas, notitas de despedida de anfitrionas que nos trataron de lujo, una concha de la playa testigo de la primera vez que nos separamos y muchas cosas más, que juntas atestiguan que guardo mucho, sí, pero todo con lo que me quedo es bueno, es bonito y es bien.  

cada cosa con su historia por detrás, en silencio y calladitas, pero ahí, guardadas, por si alguna vez  me da por olvidar...

lunes, abril 28, 2014

entre las sábanas / entre las piernas

me gusta mayo. me gusta su tiempo dual, mutable y contradictorio, como su astrología. sus días de lluvia y tormenta con camiseta de tirantes y zapatillas de tela. su casi equidistancia entre el principio y el final del ciclo anual, que parezca que aún es pronto para algunas cosas y quizá un poco tarde para el resto. me gusta pensar en todo lo que queda por hacer, en las oportunidades que quizá brinden los días, que aún es posible que sople las velas con alguna alegría de más que celebrar, que grandes cosas han pasado en la historia en un mes como éste. me gusta creerme el dicho aquel de que lo bueno se hace esperar, que aunque se cumpla un año ya de aquel mayo pasado, definitivamente habrá algo mucho mejor para mí ahí fuera aguardando el momento adecuado.
que nunca es tarde si la dicha es buena, que a quien madruga dios le ayuda, que más vale maña que fuerza y al saber lo llaman suerte, que el que algo quiere, algo le cuesta, alguien vendrá que bueno te hará, mira adelante y no caerás atrás y hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo, que a mal tiempo buena cara, que cuando una puerta se cierra, cientos se abren, el que busca encuentra y el que espera, desespera, el que no corre, vuela y el que la sigue, la consigue, que la esperanza es lo último que se pierde, mal de muchos, consuelo de tontos, que la paciencia es la madre de la ciencia, que no hay mal que cien años dure, que querer es poder y vísteme despacio que tengo prisa, siempre hay un roto para un descosido, que quien hace lo que puede, hace lo que debe, que cada palo que aguante su vela y cada loco con su tema.