busca entre mis delirios

martes, noviembre 30, 2010

desorden


¿no había admitido ya, hace apenas una semana, que me reconozco innatamente e incorregiblemente nula para todo aquello que se le parezca a un rompecabezas? pues, dada la ineficacia de la contundencia de mis palabras, reitero, una vez más, que soy negada con esto de establecer órdenes y categorías, que no encajo ni de perfil, ni queriéndolo -que no lo quiero- en el puto estructuralismo, que mi manía me puede con esto de las etiquetas reduccionistas y que desde luego, esto que me han pedido, me va a resultar mucho más complicado que resolver cualquier ecuación de segundo grado.

sirva todo esto como excusa previa por la incapacidad a la que me enfrento y el fracaso que será consecuente. y ya de paso, que valga a su vez de llamada de auxilio, desesperada, a aquellos y aquellas sujetos y sujetas de este mundo que tengan algo de habilidad con los puzzles de conceptos.
o con el orden, que me sirve igual.

===============================================================

actualización post-traumática del miércoles 1 de diciembre a las 13.40 hrs.:



he aquí la vigésimotercera versión de mi intento de orden, después de algo más de tres horas y media de movimientos elípticos alrededor de la mesa.
estoy a punto de cortarme las venas con el filo del papelito que porta a Lacan.

jueves, noviembre 25, 2010

lugares comunes

odio que se haga recurrente este post, este día, en el historial de entradas del mes de noviembre de años anteriores y predeciblemente sucesivos. odio reiterar por si alguien entiende que se debe a una obligación implícita. odio producir compasión en el ojo ajeno. por eso hoy escribo para mí. sin que sirva de precedente, por unos minutos, este espacio es mío.

ya van dos años, acumulados como placas de cemento sobre el suelo. y como todos los 25 de noviembre, en Madrid hace un frío lúgubre. no lograba comprender esta mañana cómo de pronto se me congelaba la punta de la nariz y los lóbulos de las orejas y maldecía la feliz idea mía, ésta de cortarme el pelo. pero es que no me había acordado todavía. que todos los 25 de noviembre el gélido aire de Madrid corta el aliento.
ya van dos años y aún no me he acostumbrado. no sé cuánto se tarda convencionalmente en lograr darse cuenta de verdad de que no vas a volver a ver a una persona. y una vez entendido el plazo, que alguien me explique cómo se consigue que no duela cada cierto tiempo, un poquito el alma. sigo sin poder soportar con una sonrisa la cena de nochebuena en tu ausencia, sigo sin ser capaz de pasar por ciertos lugares comunes entre tú y yo de madrid y que no me tirite el corazón un instante. sigo sin dejar de oir de fondo tu risa tronadora en un bar lleno de gente y chorreando unas gotitas de cerveza de la palma de tu mano. y siguen sin serme indiferentes los ojos húmedos de mi abuela, esa mujer herida cuya yaga nadie podrá sanar. siguen las polaroids que nadie reveló, pero que guardo a mi vera, celosa por que nadie ose a arrebatármelas.
ya van dos años y sólo 7 meses, desde aquel 25 de abril, que te hicimos volar desde lo alto de la puerta de la justicia de la Alhambra. he de reconocerte que un poco sí que sonreimos. es agradable la sensación de libertad de cada partícula de tu ser, fundiéndose con los tres elementos y mezclándose con la gente de esa maravillosa ciudad, su arte, su historia. impertérrito, sempiterno, perenne, perpetúo. como la alhambra, ya ves.

y con eso me quedo, con lo infinito de tu recuerdo en el que guardo sólo cosas bonitas que nos hagan sonreir, la eternidad de este lugar común, no sólo en los marcos de este pequeño texto de letras minúsculas, sino en el espacio simbólico inagotable que queda, y siempre existirá, entre tú y yo.

miércoles, noviembre 24, 2010

epidrama

hay un virus en el aire que está dejando con bajas defensas a muchos pacientes. se trata de una cepa que ataca primeramente al sistema cognitivo, generando altas décimas de incertidumbre y dudas, después mina el sistema inmunológico congestionando relaciones interpersonales, y por último, daña los procesos neuroquímicos provocando abundante mucosidad y lagrimeo ocular. avisados quedáis.

yo, que eso de leer entre líneas nunca se me dio bien, que me cuesta un trabajo enorme descifrar las inferencias interpretativas, que nunca supe ver con claridad los paréntesis explicativos invisibles y que me considero absolutamente torpe con los rompecabezas, me sorprendo todavía viéndome en el papel de la farmacéutica empática del virus en cuestión.

a todo esto, no han sido dos ni tres las veces que han apuntado hacia mi persona la sentencia de que no soy fácil de entender. o que no me dejo conocer. o que no se me llegar a comprender del todo nunca. yo, en cambio, me siento bastante sencilla. simplona, sí, por qué no admitirlo. llana y sin muchas curvas, fácil. claro, que igual es cosa mía, por aquello de verse desde dentro y ver a los demás, y sus problemas y coyunturas drámaticas frente a las tuyas, el abismo que os separa y el vértigo que genera la distancia.
así que, aquí estoy yo. una investigadora precaria y de pacotilla, que pretende dar cuenta de la psicología humana de los individuos y de los modos de comportarse como agentes en sociedad, batiendo en abstracto a toda potencia epistemologías teóricas que intentan ofrecer un sentido a epidemias y males como el que nos acechan, y al mismo tiempo, frustrada por la inutilidad de todo esto.
si no fuera por la ilusión que me empuja cada día y por estas irrefrenables ganas de hacer más, de hacerlo mejor y de revolucionar un poquito todo, qué sería de mí, compañeros...

lo de siempre. los investigadores sociales nunca damos soluciones. sólo planteamos realidades, y si acaso, alternativas. así que lo dicho; si os acecha el virus, klinex, sopitas, mantita y películas (evitando las excesivamente azucaradas o, comúnmente conocidas como pastelosas). y si todo eso, no os funciona, ya sabéis donde tenéis mis grajeas de empatía...

lunes, noviembre 22, 2010

prozac

acabo de superar un momento de confusión emocional. he estado en coma psicológico durante aproximadamente media hora. no sabía si reir o llorar y finalmente, he escogido la opción ganadora y me he descojonado conmigo misma a este lado de la pantalla.
esta materialización en palabras ha sido idea de mi madre, que por lo visto, también ha sabido inducir el filón cómico de la situación.

acabo de volver de una consulta de cinco minutos de la que he salido con una receta de prozac en la mano. desconcertada, anodada, apabullada, estupefacta, boquiabierta, atónita, pasamada, patidifusa, perpleja, confusa y horrorizada, he caminado los mismos minutos que he estado dentro de esa sala, hasta mi casa. en el camino me preguntaba sin dar crédito, cómo un facultativo tiene el poder de evaluar a un paciente en tan escaso acercamiento y deficiente entrevista. evaluaba despacito las contadas tres preguntas que me ha lanzado y mi escueta respuesta a cada una de ellas y trataba de abducir una razón coherente a tamaña falta de profesionalidad, un poco asustada, tengo que reconocerlo.
una vez en casa, me he sentido de pronto como la Ana de la novela de la ñoña de la Etxebarría que se mete cada día sus veinte miligramos diarios de droga para bloquear las conexiones del cerebro entre las ideas y los sentimientos. una yonki perdida de los antidepresivos menopáusicos, la perfect housewive occidental. y éste ha sido el punto en el que la risa ha brotado dentro de mí sin poder evitarlo.

que no, que no. que ni por amor, ni por curiosidad. paso del prozac, sin duda alguna.

lunes, noviembre 15, 2010

escuela invisible

qué bonito es pisotear las hojas caducas de los árboles de otoño en California.
me he mudado intelectualmente a Palo Alto para ver qué me dicen las cabezas bienpensantes del psicoanálisis sobre la comunicación humana. por sacar algo bueno de esta introducción kamikace en el mundo de la investigación: que si ha de servir al menos para dos cosas, que sea para viajar y para que digan, con más razón todavía, que los comunicadores sabemos de todo y no sabemos de nada.
así, me doy de bruces con el maldito doble vínculo y Bateson me lo clava por la espalda. Goffman me introduce su microsociología por el lacrimal sin pedirme permiso y Watzlawick me escupe su pragmática de lo simétrico y lo complementario con residuos de una cualquiera metacomunicación.

ya ves qué cosas, yo que siempre había renegado de la psiquiatría como ciencia útil, hoy me sorprendo tomando chocolate con churros con el pleno del interaccionismo simbólico.
yo, que sodomizaba a Freud con prótesis contra-sexuales, hoy despiezo su aparato psíquico como me da la vergonzante gana.
yo, que escribía en los muros de Paris "à Lacan ses lacunes", me trago sin masticar su "otro" en cada página de cada tomo de sus infinitos y ostentosamente inmensos escritos.

eso sí, amigos, la próxima ronda de matería gris, la pago yo.
faltaría más...

martes, noviembre 09, 2010

alucinánticos

os dibujo la situación: está sonando joanna newsom, se consume a un par de metros de aquí una barra de incienso sobre una tablita de madera, un café sólo con dos cucharitas de azúcar moreno se enfría paciente a mi derecha y a mi izquierda, abierto de tajo, "el ser y la nada", junto a un bolígrafo negro y una libretita que enseña una página en blanco.

hoy no entiendo a Sartre. eso es lo que me pasa, para ahorraros más explicaciones innecesarias. quizá mañana sí que sea capaz de comprender lo que quiere decirme, porque ayer fui perfectamente eficaz en tal propósito, pero hoy, sin la ayuda de su inmanente Beauvoir, no me veo capaz de entender su idioma. y mira que debería, por aquello de avanzar un poco más...

ya sé lo que necesito. embriagarme. y no de alcohol, precisamente. de azúcar. quiero pillarme un pedo brutal a dulces, caramelos, chucherías, golosinas, animalitos de gelatina blandita con sabor a frutas, formas indeterminables cubiertas de pica-pica, bolitas con azúcar glass, bombones, frutos secos cubiertos de cacao... todas esas cosas que no como nunca y con las que hoy me atiborraría hasta que me doliera la tripa y no pudiera ingerir una sóla más. y que, del subidón de azúcar en sangre, se me fuera la cabeza y no fuera capaz de parar de crear. de escribir, pensar, descubrir, entender, cantar, bailar...

bien pensado, fue justo lo que hizo el existencialista francés para inspirarse en su obra filósofica en su última etapa. las drogas ayudan a los más grandes. claro, que sólo una década después de aficionarse a los narcóticos y alucinógenos, murió entre los brazos de su esposa, dejando clavada una espinita en la espalda del gobierno francés y de todos los intelectuales del mundo presente y futuro. ¿qué mejor muerte puede haber?

hoy me voy a pillar un pedo de glucosa, decidido.

domingo, noviembre 07, 2010

your four five words (V)

Hay momentos a los que viertes muy limitadas expectativas. Situaciones en las que sabes que nada te puede salvar, que ni siquiera una invocación al milagro de lo supercalifragilisticoexpialidoso va a conseguir que salgas airosa de la contigencia a la que te enfrentas –por mucho que estés dispuesta a marcarte un bochornoso baile en el más puro estilo Disney-. Esta es una de ellas: entre tus armas, un mantel de lino que tomaste prestado sin pedir permiso de casa de tu abuela, una caja abundante de galletas holandesas que sobraron de la cesta de reyes del año pasado, unos mantecados que compraste en una gasolinera volviendo a Madrid, una cantimplora llena de leche, té de mil tipos diferentes y demás atrezzo ambiental. En mitad de lo que pretendía ser una merienda interesante, descubres, corrijo, recuerdas, que tenía intolerancia al dichoso líquido lácteo y que procuraba evitarlo a toda costa. Mal. Muy mal. Mierda. Blasfemas. Te fustigas en silencio, sin que se note. Lamentas que no exista en esta vida un bendito ctrl+alt+supr para reiniciar toda la operación. Por supuesto, no es el único fallo. Con el bochorno de la leche, van cayendo, como fichas de dominó, todos los demás errores que cometiste. Que nunca le hizo mucha gracia los cuadros de colores, ni siquiera sobre manteles retros. Que no, tampoco le tenía mucha simpatía a lo vintage. Que las galletas están ya vistas. Que la música de fondo no ha sido afortunada. Que odia el té y es fan total de la cafeína. Lo de las galletas lo tratas de remediar, sacando la caja de cereales de avena que te trajeron de Londres. Muy cool. Bien, minipunto. Captas sonrisa. Intuyes un guiño empático. Casi puedes pronosticar un atisbo de victoria.
Por supuesto, quedó empate, que en el fondo es la mejor victoria, o la más satisfactoria derrota. El premio de consolación, unas agujetas felices de tanta risa en lo más profundo del esternocleidomastoideo.



Esternocleidomastoideo · Supercalifragilisticoespialidoso · Ctrl + Alt + Supr · Avena · Cantimplora

sábado, noviembre 06, 2010

your four words (IV)

En un lugar de Turquía, de cuyo nombre no quiso Ovidio acordarse, vivían felices, modestos y tranquilos Filemón y Baucis, dos ancianos y humildes campesinos, que llegada una noche nada cualquiera, se disponían a tomar su merecida cena. De pronto, arrebatándoseles el aliento, un estruendo resonó al otro lado de la puerta roja de su cabaña. Sobresaltados por la inesperada interrupción, allá que nunca ocurría nada fuera de lo común, Filemón, se dispuso a descubrir qué osaba a turbar la noche. Al otro lado del picaporte se encontraban dos señores harapientos que, exhaustos por un viaje que requería una pausa inmediata, buscaban algún lugar de hospitalidad cálida donde pasar la noche. Baucis y su marido recibieron con agrado a sus invitados y pusieron en sus respectivos platos la cena que ellos se disponían a ingerir. Corrió vino a raudales entre las copas de los dos invitados, pero, sorprendentemente, la jarra no bajaba de nivel. Fue entonces cuando Filemón descubrió anonadado, que aquellos dos hombres no eran dos mortales viajeros, sino el mismo Zeus y Hermes sentados en su humilde sillón. Los dos dioses, enfadados con todo el resto del poblado que les había negado la entrada, decidieron darles un escarmiento, inundando toda la población. La cabaña de Filemón y Baucis no sólo fue salvada, sino que Zeus la convirtió en templo y el matrimonio, que quería estar juntos siempre, en roble y tilo.


picaporte · plato · roja · filemón

viernes, noviembre 05, 2010

sigo...

nunca hay una excusa perfecta para nada. que mi ausencia se deba a que me olvidé de la contraseña de este pequeño cuarto, es sólo un ejemplo de cómo la afirmación anterior no puede ser más oportuna.
de pronto, un día como hoy, abro la puerta y contemplo con pasmosa ingravidez, que todo sigue igual. de nuevo, el tiempo, como unidad de medida, es una invención del capitalismo imperante. permanecen inalterables los 3 tramos de 11 escalones -que forman, juntos, un precioso número-, que me suben hasta casa y que, a pesar de ser un primero, cada día parece subir un poco más, como si inflada de helio se elevara por encima de los tejados. la bicleta, aunque algo oxidada por las lluvias, sigue siendo roja y éste, mi color de cada día y el de mis botas preferidas. sigue un tipo totalmente desconocido escuchándome cada semana desde el otro lado del sofá. sigo tratando de remediar uno a uno todos los errores que acumulo en una lista vital de interminable recapitulación. los libros me siguen diciendo lo mismo, aunque hoy los devoro con otro pretexto diferente: que, con la excusa de ser personal investigador, se me permite vomitarlos sin pudor sobre la tesis -ésta, tan sociológicamente subversiva- que con un, quizá excesivo, esfuerzo y paciencia, me pondrá sobre la mesa en años venideros salmón, lubina y vinos de más de 10 euros la botella. sigo resistiéndome a vivir atada al tiempo que marca un reloj. continúo creyendo que debo agregar un defecto más a la lista incoclusa, ya que soy incapaz de escribir cuando estoy mal, o no bien. y que me sigue pareciendo que lo ñoño no gusta. no llegaré a ser nunca una escritora con éxito, obvio. sigo de baja indefinida. siguen las pelotas de tenis enfundadas en un calcetín debajo de mis cervicales. sigo durmiéndome con la mirtazapina. siguen los maullidos de celo de mi gata a cualquier hora del día. siguen las sonrisas recién hechas de desayuno por la mañana. sigo encontrando cálidos los abrazos de mamá. siguen estirándome los días los niños de ríen y juegan en el parque de al lado de casa. sigo bailando al son de los instrumento de viento, fiel al rockabilly y al soul. me sigue emocionando dostoievsky. sigue mi vestido de lunares colgado en una percha preferente en mi armario. sigo enfadándome con mi pelo, aunque ahora corto, luce feliz de nuevo la nuca que tanto tiempo había estado escondida. sigo, sigo, sigo.... sigo aquí, aunque no lo parezca, sigo.