busca entre mis delirios

viernes, abril 16, 2010

your four words (III)

¿A que no sabías que Cástor es la segunda estrella más brillante de la constelación de Géminis? Yo tampoco, pero no te preocupes, porque ahora ya estás al tanto.

Es curioso, porque yo soy de esas que reconocen creer en todo el asunto de la astrología, pero jamás leerán un horóscopo en las páginas traseras de un periódico. Las predicciones no me gustan nada, pero sí me atrae en cambio la idea de indagar sobre la posibilidad de que las personalidades puedan estar afectadas por el astro sobre el que nacieron. ¿Contradicción? Puede… pero es que soy géminis.
Sí, ese signo dual, de aire, mutable y capaz de reaccionar con rapidez ante los cambios, dúctil, que hace de la comunicación su don y que vive de su curiosidad intelectual. Esa inquietud por conocer, cada vez una cosa nueva y distinta, ampliando su espectro y sin estancarse en nada que no le convenga absolutamente. Pero al mismo tiempo son obstinados los géminis y si algo les apasiona, se dedican totalmente a ello, hasta que se les vaya la última gota de vida.

Sí, puro aire... Puede que de ahí venga mi delirio… Ese con el que os escribo, que pone letra a lo que pienso o a lo que sencillamente quiero decir. No es imaginación, porque muy habitualmente, carezco por completo de ella. Es más bien ensoñamiento, dejarse ir, como cuando la marihuana se instala en tus pulmones. Como cuando mojas la esquinita de un terrón de azucarillo en una taza de café caliente y dejas que se impregne muy lentamente todo él hasta que mute de blanco a marrón y mientras eso sucede, mirándolo de cerca como ensimismada por tremendo cotidiando acontecimiento, tú piensas en lo que vas a escribir, con esas cuatro palabras flotando en tu cabeza y dándose forma unas a otras por sí solas, como si tú no tuvieras nada que decir.

Los géminis. Esos seres tan complicadamente sencillos…


jueves, abril 15, 2010

your four words (II)

Ya ha llegado abril y yo casi ni me he dado cuenta. Suele pasarme con estos meses de transición en los que no estás en una estación ni en la otra. Aún me escurro la lluvia de marzo y no he sacado aún las camisetas de manga corta para mayo.

Vuelo, como antaño, en un ave motorizado que corre deprisa atravesando media península. Mi compañera de travesías duerme a mi lado, con su cabeza apoyada en mi hombro. Y yo, que no puedo contemplar su onirismo, giro la cabeza hacia fuera. Apenas distingo la silueta de los árboles que dan color al otro lado de la ventanilla. Es complicado distinguir formas cuando se va tan deprisa… Hace tanto que no piso Sevilla que me pregunto si seguiré siendo capaz de andar por sus calles como si fuera parte viva de ellas.

Intuyo un sol increíble en la plaza del Salvador. De esos que dan ganas de salir a la calle y no recogerse hasta la tarde. Día de tapitas, de no parar. Hace ya tres años de la primera vez que me pusieron delante un plato de caracoles, que están en su mejor época ahora, por cierto. Mi primera vez. La desvirgación de tan tremenda orgía gastronómica. Aún veo el plato de pequeños moluscos gasterópodos al lado del “cardito” y los palillos. Las cabrillas. El bar del amigo. Casa Diego. Muchas sillas, o sólo dos. Todo dispuesto para disfrutar. Mis reparos se vieron animados por un “toesponerse” que llevaba toda la razón. Si no tienes miedo y te atreves, ganarás un poco de cultura. Porque hay cultura hasta en un plato de caracoles. Sobre todo en esa pequeña perversión para las mentes enfermas como las mías que no dejan de ver algo tremendamente sexual en la introducción y sorbo de algo tan viscoso y sabroso como lo que se esconde tras esa concha.

En fin, sólo espero que me esperen en la estación con un coche con aire acondicionado que me lleve a Triana y me inviten a una cerveza helada y un plato de papas aliñás (a ser posible con huevas o chocos) que me rompa todo este jet lag inducido.



[pueden seguir dejando sus cuatro palabras... que yo os las robo sin pudor y les doy la forma que me de la gana. ea!]

miércoles, abril 14, 2010

your four words (I)

En Australia son ocho horas más. Es decir, deben rondar las cinco de la madrugada. Buena hora para que alguien te invite a un café temprano, si es que compartes su uso horario, claro. Porque aquí son apenas las nueve de la noche y estás pensando en qué inventar para la cena. Todavía. Y esto se lo tienes que explicar de buenas maneras a tu inocente pareja, que aún no muy segura de si fue por negocios o por placer, lleva en Sidney un par de días, mientras tu mantienes caliente tu hogar en Barcelona. ¿Qué pasa? Aquí también tenemos mar...
En fin, te cuenta al otro lado del teléfono, probablemente con residuos de ebriedad y haciendo caso omiso a tus explicaciones sobre la diferencia horaria que aún no ha sido capaz de entender, que hoy se enteró de que el ornitorrinco, un ser local y extraño que convive con los isleños, es uno de los pocos mamíferos venenosos que hay sobre el planeta. Curiosa a la par que totalmente innecesaria información. Quizá si te atrevieras a preguntar lo que de verdad quieres saber, lograrías centrar tu atención en quien te habla y dejar de pensar en el interior de la nevera. Que si comparte habitación con alguien. Si se divierte mucho. Excesivamente. Si ha tenido sexo con algún pivón al estilo de la Kidman. Si piensa en ti a menudo. Si ya te ha comprado algo…
Pero por lo visto sigue hablando de la marcha en el Puerto, de no-sé-qué de los Juegos Olímpicos de no-sé-cuándo, y de algo de 'Perdidos'. Y es entonces cuando le paras de golpe. Así, sin más.
“Cariño, te dejaste el dentífrico aquí. Abierto, por cierto. Y espachurrado”.
“Vaya, lo siento. Ciérralo, mi amor, que se seca. ¿Sabes? Ya te he mandado la primera postal”

cuatro palabras

Dime cuatro palabras.
Sí, tú. Lector, lectora, animal o ser invisible.
Coméntame cuatro palabras.
Y escribo sobre lo que me sugieras.
Que a veces me aburro con las mías propias.
O más bien, deduzco que son ellas las que os aburren a vosotros.
Venga.
Cuatro palabras.

rutina

Son doce pasos hasta la cama, seis hasta el cuarto de baño y uno menos hasta la cocina. Aqui en el epicentro de todo mi universo, a veces me da por contar las distancias, sólo por tratar de redondearlas a la baja. Me encantan las trampas que ofrecen las matemáticas..
Cada día te separan de mi 362 metros, dos veces al día. Y aunque eso son sólo 4 minutos a pie, 8 al día, a mi se me hace el cuarto de hora más largo de la jornada. Y me tengo que acordar de que los impares de la calle de los kinkis siempre huelen a pis. Esta vez no se me olvida: bajar por la derecha, subir por la izquierda. Si invierto el orden me habré jodido, muy seguramente, el miércoles sin remedio. En el Mercadona siempre hay mejor pescado a primera hora y a principios de semana y la lavadora la tengo que poner un día que no haga mucho frío. Y hablando de frío, le debo una visita al señor simpático de la farmacia que mira siempre al cielo y comenta contigo el 'buen día que se ha quedado'. A ver qué opina él de este regreso del otoño inesperado. Me encantan los debates... Tenemos cada día una hora para comer y yo, no sé por qué, me quedo siempre con hambre. Ah! Los cruasanes del día! Una cosa más para la lista de la compra. Se ha vuelto a ir la luz justo cuando estaba saliendo el café y la tostada estaba en su mejor punto. Y claro, he tenido que bajar -en pijama y bostezando- al cuarto de contadores. Y por cierto, a las 10 menos cuarto, la vecina del tercero -creo que es el tercero-, tiene más cara de sueño que yo. Y tú, tú estás preciosa cada vez que me giro en mitad de la noche, y no pudiendo abrir más los ojos, veo a un angel soñando a mi lado con una gata dormida en su costado. Y sí, lo ha vuelto a hacer. La gata ha matado una cucaracha más y ahora duerme triunfante cerca de ella por si se le ocurre moverse. Acabo de descubrir que el papel higiénico huele a algo parecido a flores. Muy aberrante. Y definitivamente el frutero me vendió naranjas de zumo por naranjas de mesa. Acabo de ponerlo todo perdido...

viernes, abril 09, 2010

captatio benevolentiae

una vez leí en un libro de esos en los que no acabas de estar segura del todo de los límites de la realidad y la ficción, que los seres humanos tenemos la enorme ventaja de hacer uso de nuestra capacidad de pegar portazos. y aunque lo intenté, nunca se me dio bien.
por eso estoy tan contenta en esta casa de esquinas superlativas y abierta por cada rincón. sin puertas, con ventanas de esas que no se pueden abrir, ni cerrar. sin habitaciones, sin delimitaciones, fronteras ni barreras de contención.
porque fuera hay un mundo de cerrojos, puertas blindadas o con sensores de movimiento, cierres metálicos que te indican donde puedes entrar y donde no.
y cajones. también hay cajones fuera. y dentro de ellos puedes encontrarte cualquier cosa. hasta fantasmas. sobre todo fantasmas. y es que debe ser la consecuencia lógica e inmediata cuando metes a alguien en un cajón. que en un momento determinado alguien puede abrirlo y liberarlo de pronto, sin pedirte permiso ni avisarte de la hecatombre...
por eso estoy tan feliz en esta casa de armarios que se esconden tras cortinas, de librerias abiertas y sin cajones en los que guardar nada.
transparente. toda yo. y lo ligera que se siente una tal cual...

miércoles, abril 07, 2010

simplificando

voy a dejar el café de por las mañanas.
es malo para mi arritmia y esta tensión descompensada.
lo único que logra reanimarme y despertar este trocito de vida cada día madrugado son esas tres palabras que tú bien me sabes pronunciar.

martes, abril 06, 2010

victoria

me gusta el sabor de la soja en tí.
quizá sea por esa capacidad tuya de hacer de lo más mundano algo extraordinariamente exquisito. de convertir sabores en esencias.
un juego de manos basta para que te hagas con la partida.
tu destreza y una estrategia sin considerar, te hace pasar de novata a experta en un simple pinzamiento de palillos.
te atreves. quieres. y llegas hasta el final.
me ganas, a mi y a todos.
y vuelves a casa, conmigo al lado, con ese estupendo sabor a soja en los labios.