busca entre mis delirios
jueves, diciembre 29, 2005
Princesas, 2005
Hoy no somos putas, somos princesas
Hay momentos en la vida en que tenemos que decidir qué es lo que somos y en base a qué nos comportamos. Aranoa debería aprender a hacer cine y a que ese cine se corresponda con lo que él quiere conseguir con ello. Una película es una película. Una amistad es una amistad. Pero creer que estás haciendo un film de reivindicación social, de protesta, de civismo, de lecciones morales donde sólo se puede vislumbrar, y con ciertas dificultades, la relación que les une a dos mujeres que comparten profesión, es un error garrafal.
Princesas, prometedora ganadora de alguno de los gordos de los Goya de este año, sigue siendo lo que parecía; una fachada bonita y agridulce que poco guarda detrás. La misma historia de siempre, los mismos insulsos diálogos (salvable sólo el de "Las cosas no son importantes porque existan, son importantes si se piensan en ellas" y ni eso, que de tanto sobarlo, ya cansa y todo), las mismas canciones.
Salvamos a Candela Peña, que es mucha Candela. Puta de los pies a la cabeza. Una señora. Qué grande, qué grande es...
Pero me cuesta muchísimo darme cuenta de la dureza que tanta gente cree ver en la cinta, ni de lo importante que es que se haga en España cine así...
sábado, diciembre 24, 2005
Es navidad en Obaba
Sigo de cine español... esta vez le ha tocado a otra de las vacas sagradas de este nuestro cine, Armendáriz. Obaba. Gran candidata a los Goya de este año, y por lo visto, la más merecedora de tan insulso e inutil galardón. La película ésta bien, se deja ver, se disfruta y muestra algo diferente. Un planteamiento original que acaba, por buscarle algún defecto, dejando las historias que nos cuenta Lourdes (estupenda y bellísima Barbara Lennie que espero que se lleve para sí el premio a mejor actriz revelación) a través de las imagenes de su cámara, algo deshilvanadas y sueltas, que no acaban de enlazarse entre sí y que pierden por esos huequecillos, algo de fuerza y potencia, que habría terminado haciendo de Obaba una pelícual perfecta. El final es sin duda lo que más me gustó, quizá porque es fiel a la idea que plantea la película desde el comienzo y porque de esa fidelidad sale la explicación y la razón del film, la idea que quería denfender y el sentimiento que hay tras de ella. Agradable como poco.
Aviso, me sigue faltando La vida secreta de las palabras...
Mañana, creo, me toca currar, y del curro me iré a casa a vestirme, a prepararme para la función de por la noche. Este año llenamos, estamos la familia al completo. ¿Cuántos al final? ¿Llegaremos a la veintena? No sé, yo por si acaso, mañana me quedo toda la mañana en casa cogiendo fuerzas, que creo que las necesitaré a partir de las nueve de la noche.
Ah y por cierto, hoy he recibido mi primer regalo de navidad.
Estos del curro... son unos ángeles.
jueves, diciembre 22, 2005
Impresentable
Así estoy hoy.
Ayer, examen abortado. Tres cuartos de hora de espera a que viniera alguien a hacernos la puñetera prueba libertatoria. Aparece sustituta y nos llama irresponsables a nosotros (¡a nosotros!) por negarnos a hacer a esas horas el examen, después de que se hubiera ido un montón de gente. Qué grandes amistades se hacen en este tipo de actos reivindicativos. Gritos y vapuleos. Cómo mola la gente de mi clase.
Ayer, cena en el curro hasta muy pasadas las cuatro de la mañana, hora a la que llegamos , con muy poca comida ingerida, mucho dinero pagado, muchas risas sobre la mesa y un chupinazo final con sabor a alcohol de quemar perfumado de cereza. Eso sucede cuando vas a un restaurante de delicatessen... y no estás acostumbrada. Pero joder, qué bien me lo pasé.
Ayer, película en el cine (¡uauuu!): Los dos lados de la cama, o cómo continuar la primera siguiendo la misma linea patética pero divertida que funcionó entonces. Curiosa (¿lo dejamos en curiosa?) derivación de las historias de los dos protas masculinos asentados sentimentalmente, uno a punto de casarse y otro a las puertas. Ambos se quedan compuestos y sin novia cuando éstas se lian entre sí, abandonándoles a las puertas del altar y en plena petición de mano. Despertar lésbico de una Lucía Jiménez que se antoja confundida y que no acaba de encontrar su sitio verdadero (ni al lado de su chica, Verónica Sánchez, que estará rica, pero es más sosa que los gnocchi, ni al de su novio). Y por otro lado, una historia paralela, algo distante de la trama principal, la de Alberto San Juan, portador de los momentos cómicos y de las bromas más divertidas. Y sí, canciones que molan, nos molan a los ochenteros... pero que en ocasiones están bastante mal insertadas. Sólo merece la pena el número del salón de baile, donde haciendo un remix batidora, por fin se consigue que las letras hablen por si mismas.
Hoy, hoy cama, mucha cama.
Klinex, muchos klinex.
Pomelo, café, libro, música, cine, calma.
Y que mona la chica que ha cantado los tres mil euros... que cabrona la pequeñaja de la otra que sacó la bola que no era.
Ayer, examen abortado. Tres cuartos de hora de espera a que viniera alguien a hacernos la puñetera prueba libertatoria. Aparece sustituta y nos llama irresponsables a nosotros (¡a nosotros!) por negarnos a hacer a esas horas el examen, después de que se hubiera ido un montón de gente. Qué grandes amistades se hacen en este tipo de actos reivindicativos. Gritos y vapuleos. Cómo mola la gente de mi clase.
Ayer, cena en el curro hasta muy pasadas las cuatro de la mañana, hora a la que llegamos , con muy poca comida ingerida, mucho dinero pagado, muchas risas sobre la mesa y un chupinazo final con sabor a alcohol de quemar perfumado de cereza. Eso sucede cuando vas a un restaurante de delicatessen... y no estás acostumbrada. Pero joder, qué bien me lo pasé.
Ayer, película en el cine (¡uauuu!): Los dos lados de la cama, o cómo continuar la primera siguiendo la misma linea patética pero divertida que funcionó entonces. Curiosa (¿lo dejamos en curiosa?) derivación de las historias de los dos protas masculinos asentados sentimentalmente, uno a punto de casarse y otro a las puertas. Ambos se quedan compuestos y sin novia cuando éstas se lian entre sí, abandonándoles a las puertas del altar y en plena petición de mano. Despertar lésbico de una Lucía Jiménez que se antoja confundida y que no acaba de encontrar su sitio verdadero (ni al lado de su chica, Verónica Sánchez, que estará rica, pero es más sosa que los gnocchi, ni al de su novio). Y por otro lado, una historia paralela, algo distante de la trama principal, la de Alberto San Juan, portador de los momentos cómicos y de las bromas más divertidas. Y sí, canciones que molan, nos molan a los ochenteros... pero que en ocasiones están bastante mal insertadas. Sólo merece la pena el número del salón de baile, donde haciendo un remix batidora, por fin se consigue que las letras hablen por si mismas.
Hoy, hoy cama, mucha cama.
Klinex, muchos klinex.
Pomelo, café, libro, música, cine, calma.
Y que mona la chica que ha cantado los tres mil euros... que cabrona la pequeñaja de la otra que sacó la bola que no era.
martes, diciembre 20, 2005
Christmas bloguil
Vives delirando.
Y lo sabes.
Ahora sí, y aunque con un poco de ayuda, comprendes por fin que eres ya una Caótica Laura en todo tu esplendor. Tu vida es un desastre, pero hermoso. Como la canción de Marlango. Un desastre despedazado en desastritos más pequeños, bonitos y diminutos que componen tu vida a modo de collage. Disfrutas observando cada pieza, que tiene un nombre y un rostro que la hace inconfundible con cualquier otra. Pequeñas historias que juntas dibujan tu vida. Eternamente incompleto y por ello, admirablemente bello.
Esta es tu vigésima segunda navidad. Dos patitos. 22 diciembres y 22 eneros, con sus 22 noches de papa noel, sus 22 mañanas de reyes, sus 22 comidas de navidad y sus 22 años nuevo con sus 264 uvas ingeridas. 15 navidades de hermana mayor, 5 con Él. 4 de universitaria. Y ahora justo cuando está a puntito de agotarse del todo, te acabas de dar cuenta de que éste ha sido tu mejor año. El más completo, el más satisfactorio, el que mejores notas aportó a tu expediente, el que menos veces llevó al hospital a tu padre, el que con más gente maravillosa te hizo coincidir, el que te proporcionó tu primer contrato laboral de ¡¡seis!! meses, el que mejor ha tratado tu relación con Él.
Y sigues buscando.
Buscas delirios, delirios de ti misma, delirios de grandeza y de pequeñez. Delirios que te definen y que te dibujan a ti misma. Momentos en los que darte cuenta por fin de que este año también ha sido el mejor de los veintidós para ti. Porque también cuentas en esta tu historia. Cuesta, pero has de reconocerlo, estás mejor que nunca. Bien contigo, bien con los demás. Te sientes sana, libre, fuerte y estás empezando a acostumbrarte a tener esa sonrisa fiel y honesta en la cara. Durante todo este año has estado bien, has estado muy bien y has estado fenomenal. ¿Podrías haber estado mejor? Quizá, pero eso lo dejamos para el año que viene…
¿Qué habrá entonces? ¿Qué nos separa el 2006? ¿Con quien cruzarás tu vida, quién te hará delirar? Pero de nuevo vuelves a consolarte. Este año sí: I’ll take the beginning with no end in mind.
Miras y no encuentras, es imposible, pues aún quedan días para llegar a tal meta. Y en el camino esperas seguir encontrando a gente tan maravillosa como Kesher –y que siga tan único e inetiquetable como sólo él puede ser-, Unai –y que no se vaya nunca-, Sunes –y que nunca deje de reir y hacer reir-, Penny –y que no se aparte nunca del teclado-, Stramb –y que no deje de conseguir que te retuerzas de la risa en tu silla cada vez que actualiza-, Su -y que siga recomendando bares geniales, trasmitiendo envidias y abriendo apetitos-, N. –y que siga tal cual, tan miste como siempre-, Dani –y que siga cambiando, cuidando y amando, que no deje de demostrarme lo bien que lo hace-, Papa Oso –y que no deje de enseñarme a vivir de ese modo tan particular que no se encuentran en las escuelas-, Hada –y que no deje de volar en las noches grisáceas al son de un pequeño vals-…
A todos ellos, y a tantos otros que no te leen pero te sufren a diario, te aguantan, conviven y deliran por contagio, sólo puedes decirles…
¡¡¡Feliz 2006!!!
... y gracias todos, que si estoy así es por culpa vuestra
Y lo sabes.
Ahora sí, y aunque con un poco de ayuda, comprendes por fin que eres ya una Caótica Laura en todo tu esplendor. Tu vida es un desastre, pero hermoso. Como la canción de Marlango. Un desastre despedazado en desastritos más pequeños, bonitos y diminutos que componen tu vida a modo de collage. Disfrutas observando cada pieza, que tiene un nombre y un rostro que la hace inconfundible con cualquier otra. Pequeñas historias que juntas dibujan tu vida. Eternamente incompleto y por ello, admirablemente bello.
Esta es tu vigésima segunda navidad. Dos patitos. 22 diciembres y 22 eneros, con sus 22 noches de papa noel, sus 22 mañanas de reyes, sus 22 comidas de navidad y sus 22 años nuevo con sus 264 uvas ingeridas. 15 navidades de hermana mayor, 5 con Él. 4 de universitaria. Y ahora justo cuando está a puntito de agotarse del todo, te acabas de dar cuenta de que éste ha sido tu mejor año. El más completo, el más satisfactorio, el que mejores notas aportó a tu expediente, el que menos veces llevó al hospital a tu padre, el que con más gente maravillosa te hizo coincidir, el que te proporcionó tu primer contrato laboral de ¡¡seis!! meses, el que mejor ha tratado tu relación con Él.
Y sigues buscando.
Buscas delirios, delirios de ti misma, delirios de grandeza y de pequeñez. Delirios que te definen y que te dibujan a ti misma. Momentos en los que darte cuenta por fin de que este año también ha sido el mejor de los veintidós para ti. Porque también cuentas en esta tu historia. Cuesta, pero has de reconocerlo, estás mejor que nunca. Bien contigo, bien con los demás. Te sientes sana, libre, fuerte y estás empezando a acostumbrarte a tener esa sonrisa fiel y honesta en la cara. Durante todo este año has estado bien, has estado muy bien y has estado fenomenal. ¿Podrías haber estado mejor? Quizá, pero eso lo dejamos para el año que viene…
¿Qué habrá entonces? ¿Qué nos separa el 2006? ¿Con quien cruzarás tu vida, quién te hará delirar? Pero de nuevo vuelves a consolarte. Este año sí: I’ll take the beginning with no end in mind.
Miras y no encuentras, es imposible, pues aún quedan días para llegar a tal meta. Y en el camino esperas seguir encontrando a gente tan maravillosa como Kesher –y que siga tan único e inetiquetable como sólo él puede ser-, Unai –y que no se vaya nunca-, Sunes –y que nunca deje de reir y hacer reir-, Penny –y que no se aparte nunca del teclado-, Stramb –y que no deje de conseguir que te retuerzas de la risa en tu silla cada vez que actualiza-, Su -y que siga recomendando bares geniales, trasmitiendo envidias y abriendo apetitos-, N. –y que siga tal cual, tan miste como siempre-, Dani –y que siga cambiando, cuidando y amando, que no deje de demostrarme lo bien que lo hace-, Papa Oso –y que no deje de enseñarme a vivir de ese modo tan particular que no se encuentran en las escuelas-, Hada –y que no deje de volar en las noches grisáceas al son de un pequeño vals-…
A todos ellos, y a tantos otros que no te leen pero te sufren a diario, te aguantan, conviven y deliran por contagio, sólo puedes decirles…
¡¡¡Feliz 2006!!!
... y gracias todos, que si estoy así es por culpa vuestra
Ninette, 2005
Últimamente estaba a dieta de cine. Debe ser cierto eso que dicen de que "en casa del herrero, cuchillo de palo".
Al final me he decantado por poner fin a mi inapetencia con Ninette, una de las películas malditas de este año, quien sabe si por culpa del cartel -plagio de una publicidad de perfume archiconocida-, o por la actriz, o por el director, o por una conjunción de todas ellas. El caso es que con esa idea me acercé a Ninette, esperando volver a ver el mismo cine rancio made in Garci y cansarme de la cara de niña buena de la Pataki.
Muy lejos de todo ello, Ninette ha resultado ser una buena película, con un ritmo muy bien llevado, ligerita, divertida, bien rodada y con el trasfondo mihuriano que tan bien sienta al paladar. Y Pataki, lejos de repulsarme, me ha acabado convenciendo. Vale que no le pega mucho ese pretendido creado acento fgrangsésss, pero cumple con nota y sobresale por encima del nivel a que nos tiene acostumbrados. Hipólito, grande grande como la España Blanca del 60', se sale de sí mismo. Y Garci, en su papel de dirigir y mover los hilos de ese teatro rodado en cine, se salva de la quema.
Al final va a resultar que en España para hacer buen cine hay que recuperar lo que nos dejó el gusto clásico. Pero ese truco sólo sirve para directores como Garci. Para el resto, para los que están creciendo ahora y los que se atreven con sus primeras obras, que miren al futuro, por favor, que pinta bien. Que miren a Cesc Gay, por ejemplo.
sábado, diciembre 17, 2005
Lo que se dice y lo que se lee
El usuario anónimo de la entrada anterior sabe muy bien lo que quiero decir. Es un hecho que internet y la comunicación interpersonal a distancia en general (ahora en auge con los correos electrónicos y los servicios de mensajería instantánea) ayuda mucho a decir aquello que tanto cuesta. El no tener delante a la otra persona afectada a la hora de decirle algo que crees lo suficientemente importante, no deja de ser un factor decisivo a la hora de lanzarte. La razón, a priori, es nuestra propia cobardía y nuestros más profundos miedos. Es lo más fácil de pensar cuando alguien que te conoce y que te ve de vez en cuando (véase el caso de anónimo), decide que será a través de la red donde dirá sus palabras mayores. Pero… ¿acaso no deberíamos empezar a desconfiar de ellas? ¿No están dejando de ser tan mayores esas palabras cuando las banalizamos tanto? O dicho de otro modo, ¿no puede que en lugar de esconder temores y falta de valor, el hecho de decir algo a través de internet suponga más bien que no se está seguro de lo que significa… o incluso de querer decirlo de hecho?
Sí, porque uno dice y otro lee. Eso es básico. A saber qué es lo que uno piensa al decir y lo que otro intuye al leer. Entre dicho y leído hay un amplísimo rango de error que solemos llamar, casi como excusa, malinterpretación. ¿Y de quien es la culpa? ¿De quien dice por no saber decir bien o de quien lee por intentar ir más allá o quedarse corto? Pues quizá sea más cómodo decir que del canal, de internet.
Una de las cosas positivas que tiene la red es la desvinculación de las personas. Alguien se mete en un blog tan simple como este, resulta que conoce (o no, quien sabe) a la persona que escribe, y decide quizá a modo de juego o quizá a modo de confesión, descolocarla con su retórica. Y ahí termina su vínculo. Yo no puedo saber quien ha sido (salvo por el rastreo de IPs, que normalmente no ayuda mucho, sino todo lo contrario), no sé por qué lo ha hecho, no tengo modo de contactar con él o con ella, no puedo hacer nada en absoluto. El individuo se ha vinculado a mí, pero no permite que haya reciprocidad. De ahí la desprendida libertad de comunicación. De ahí la satisfacción que se tiene de poder decir lo que se quiera, a quien se quiera y como se quiera en cualquier momento.
Pero… ¿es todo esto positivo? Cabría pensar que para el emisor, para el que hace uso de esa libertad, desde luego que sí. Encuentra en esta práctica un alivio a sus frustraciones, una vía de escape a su aburrimiento, o una fuga de sus neuras. Descoloca, se divierte, enseña, informa, juega, daña, enamora, acojona.
¿Y el receptor? Pues después de muchos años de experiencia propia (años en los que me ha tocado ser tanto emisora como receptora, conste) debería recomendar precaución. Porque detrás de una palabra dicha, puede haber miles calladas. Porque en esas calladas puede estar la clave del mensaje. Porque en tratar de averiguar e intuir que hay ahí, reside el valor de un buen receptor. Porque a veces es muy complicado confiar en la coherencia, la madurez y la benevolencia del emisor. Porque es muy triste creerte una historia bellamente contada y después darte cuenta de que en el fondo la persona que te la contaba no sabía de lo que estaba hablando. Porque más es aún, hablar por hablar. Porque no hay nada más cobarde, rastrero y miserable que jugar de esa manera con la comprensión de un mensaje, sabiendo los efectos que éste puede producir. Más miserable incluso que la pobreza de personalidad que genera en uno mismo. Más que lo que supone que pensará de ti tu receptor; su juicio, su veredicto y su sentencia.
Y no hablo del anónimo, que el pobre no tiene más responsabilidad que haberme despertado una sonrisita. Lo digo por todas esas ocasiones en las que usamos la red para comunicar sentimientos o decisiones, en las que marcamos antes y después con mensajes banales y absurdos, no atreviéndonos a enfrentarnos a ellos de frente, haciendonos con ello responsables reales. Porque hablar es fácil… pero escribir lo es más. Y no deberíamos olvidarnos de que lo realmente complejo es leerlo.
Sí, porque uno dice y otro lee. Eso es básico. A saber qué es lo que uno piensa al decir y lo que otro intuye al leer. Entre dicho y leído hay un amplísimo rango de error que solemos llamar, casi como excusa, malinterpretación. ¿Y de quien es la culpa? ¿De quien dice por no saber decir bien o de quien lee por intentar ir más allá o quedarse corto? Pues quizá sea más cómodo decir que del canal, de internet.
Una de las cosas positivas que tiene la red es la desvinculación de las personas. Alguien se mete en un blog tan simple como este, resulta que conoce (o no, quien sabe) a la persona que escribe, y decide quizá a modo de juego o quizá a modo de confesión, descolocarla con su retórica. Y ahí termina su vínculo. Yo no puedo saber quien ha sido (salvo por el rastreo de IPs, que normalmente no ayuda mucho, sino todo lo contrario), no sé por qué lo ha hecho, no tengo modo de contactar con él o con ella, no puedo hacer nada en absoluto. El individuo se ha vinculado a mí, pero no permite que haya reciprocidad. De ahí la desprendida libertad de comunicación. De ahí la satisfacción que se tiene de poder decir lo que se quiera, a quien se quiera y como se quiera en cualquier momento.
Pero… ¿es todo esto positivo? Cabría pensar que para el emisor, para el que hace uso de esa libertad, desde luego que sí. Encuentra en esta práctica un alivio a sus frustraciones, una vía de escape a su aburrimiento, o una fuga de sus neuras. Descoloca, se divierte, enseña, informa, juega, daña, enamora, acojona.
¿Y el receptor? Pues después de muchos años de experiencia propia (años en los que me ha tocado ser tanto emisora como receptora, conste) debería recomendar precaución. Porque detrás de una palabra dicha, puede haber miles calladas. Porque en esas calladas puede estar la clave del mensaje. Porque en tratar de averiguar e intuir que hay ahí, reside el valor de un buen receptor. Porque a veces es muy complicado confiar en la coherencia, la madurez y la benevolencia del emisor. Porque es muy triste creerte una historia bellamente contada y después darte cuenta de que en el fondo la persona que te la contaba no sabía de lo que estaba hablando. Porque más es aún, hablar por hablar. Porque no hay nada más cobarde, rastrero y miserable que jugar de esa manera con la comprensión de un mensaje, sabiendo los efectos que éste puede producir. Más miserable incluso que la pobreza de personalidad que genera en uno mismo. Más que lo que supone que pensará de ti tu receptor; su juicio, su veredicto y su sentencia.
Y no hablo del anónimo, que el pobre no tiene más responsabilidad que haberme despertado una sonrisita. Lo digo por todas esas ocasiones en las que usamos la red para comunicar sentimientos o decisiones, en las que marcamos antes y después con mensajes banales y absurdos, no atreviéndonos a enfrentarnos a ellos de frente, haciendonos con ello responsables reales. Porque hablar es fácil… pero escribir lo es más. Y no deberíamos olvidarnos de que lo realmente complejo es leerlo.
viernes, diciembre 16, 2005
The Passenger
Son las doce de la noche y tengo hambre.
Y mi blog acaba de cumplir 15000 visitas en los 463 días que lleva desde que se creó.
Un amigo se pierde por Baqueira. Otro vuelve de Edimburgo. Mi tía deja Kansas City al mismo tiempo que un hermano suyo deja Tokio y otra Las Palmas: los tres tienen el mismo destino, la familia, su pasado, su presente a veces olvidado, Madrid.
Mi vida parece una película de Jim Jarmusch donde los personajes viajan y se mueven en el tiempo y el espacio para encontrarse a si mismos. Una conjunción de saludos y despedidas, algunas alegres, y emotivas, otras cobardes y olvidables. Una especie de historia cruzada a través de los desplazamientos donde una logra verse por fin cómo es y cómo ha sido siempre, estáticamente alterable. Incluso afinando la puntería, puedes adivinar incluso el final.
Viajes improvisados, planeados, deseados, imposibles, aplazados, realizados. Viajes de personas. Viajes de objetos que se pierden por Correos, y que ya llegarán demasiado tarde. Viajes de retorno a un hogar, a un ser querido, a una ciudad, a una circunstancia. Vamos y volvemos sin darnos cuenta de a donde queremos llegar. Pero el hecho de movernos nos hace creer que vivimos, y así efectivamente es.
Quien sabe si la semana que viene pueda coger ese tren prometido y marcharme unos días paradisiacos a Pontevedra, quien sabe tantas cosas que allí sucederán… sólo Jim, que con su magia nos observa desde la esquina redondeada, desde donde todo se ve sin ser vistos, desde donde contemplar la historia sin meterte en ella, sin dejarte influir y sin que te altere lo más mínimo.
Personajes de nuestra vida, espectadores de nosotros mismos.
Y mi blog acaba de cumplir 15000 visitas en los 463 días que lleva desde que se creó.
Un amigo se pierde por Baqueira. Otro vuelve de Edimburgo. Mi tía deja Kansas City al mismo tiempo que un hermano suyo deja Tokio y otra Las Palmas: los tres tienen el mismo destino, la familia, su pasado, su presente a veces olvidado, Madrid.
Mi vida parece una película de Jim Jarmusch donde los personajes viajan y se mueven en el tiempo y el espacio para encontrarse a si mismos. Una conjunción de saludos y despedidas, algunas alegres, y emotivas, otras cobardes y olvidables. Una especie de historia cruzada a través de los desplazamientos donde una logra verse por fin cómo es y cómo ha sido siempre, estáticamente alterable. Incluso afinando la puntería, puedes adivinar incluso el final.
Viajes improvisados, planeados, deseados, imposibles, aplazados, realizados. Viajes de personas. Viajes de objetos que se pierden por Correos, y que ya llegarán demasiado tarde. Viajes de retorno a un hogar, a un ser querido, a una ciudad, a una circunstancia. Vamos y volvemos sin darnos cuenta de a donde queremos llegar. Pero el hecho de movernos nos hace creer que vivimos, y así efectivamente es.
Quien sabe si la semana que viene pueda coger ese tren prometido y marcharme unos días paradisiacos a Pontevedra, quien sabe tantas cosas que allí sucederán… sólo Jim, que con su magia nos observa desde la esquina redondeada, desde donde todo se ve sin ser vistos, desde donde contemplar la historia sin meterte en ella, sin dejarte influir y sin que te altere lo más mínimo.
Personajes de nuestra vida, espectadores de nosotros mismos.
martes, diciembre 13, 2005
Voy a actualizar
Prometo que lo haré.
Y no será dentro de mucho.
De verdad.
Ahora mismo tengo que solucionar varios asuntos; como esta mia doble personalidad autoimpuesta confundida por una esquizofrenia latente; como el modo en que me apañaré para darme cuenta de una puñetera vez que se me va el cuatrimestre y apenas me sé el nombre de los profesores con los que me tendré que examinar dentro de menos de lo que sería aceptable; como acabar de modo radical con el vicio que Murakami produce en mí (y ya de paso, empezar a recoger firmas para que se traduzcan sus libros correctamente al español o que al menos los importados en inglés estén más accesibles (hostias ya!)); como empezar a hacer los bocetos y los esquemas del que será el diccionario definitivo hadagris-sociedad; como hacerme a la idea de qué manera voy a afrontar la cena del curro de la semana que viene, la de nochebuena con mi familia, la de nochevieja con los mismos, la de... arg! y como hacer para contener el vómito bulímico; como empezar a no pensar en planes para estas fechas; como dar con el remedio más natural y benigno posible para multiplicar mi tiempo disponible de hoy en adelante para hacer tantas cosas... tantas como actualizar el blog de una dichosa vez!!
Y no será dentro de mucho.
De verdad.
Ahora mismo tengo que solucionar varios asuntos; como esta mia doble personalidad autoimpuesta confundida por una esquizofrenia latente; como el modo en que me apañaré para darme cuenta de una puñetera vez que se me va el cuatrimestre y apenas me sé el nombre de los profesores con los que me tendré que examinar dentro de menos de lo que sería aceptable; como acabar de modo radical con el vicio que Murakami produce en mí (y ya de paso, empezar a recoger firmas para que se traduzcan sus libros correctamente al español o que al menos los importados en inglés estén más accesibles (hostias ya!)); como empezar a hacer los bocetos y los esquemas del que será el diccionario definitivo hadagris-sociedad; como hacerme a la idea de qué manera voy a afrontar la cena del curro de la semana que viene, la de nochebuena con mi familia, la de nochevieja con los mismos, la de... arg! y como hacer para contener el vómito bulímico; como empezar a no pensar en planes para estas fechas; como dar con el remedio más natural y benigno posible para multiplicar mi tiempo disponible de hoy en adelante para hacer tantas cosas... tantas como actualizar el blog de una dichosa vez!!
jueves, diciembre 08, 2005
Regalando la navidad
Hace justo un año, este mismo día de este mismo mes, sólo 365 días atrás en el tiempo escribía en este blog una entrada hablandoos de la navidad. Y hoy, un año después, para no defraudar a los visitantes anónimos que buscan mi opinión acerca de los valores de la navidad, me doy cuenta de que una de las inevitables paradojas que trae consigo esta festividad es que nadie puede evitar hablar de ella.
Todo ha empezado por una visita inoportuna a la cocina, donde pretendía tomar mi desayuno. De la radio escapaban las opiniones de un forum escueto y variado de mujeres que discutían exasperadamente entre el sí o el no a la navidad. A tiempo llegué de escuchar como una de ellas se atrevía a decir, casi a gritos y como si le fuera la vida en ello, que la navidad sólo une a las familias débiles y que no se entienden durante el resto del año. Casi inconscientemente, y siempre sin ánimo de dañar susceptibilidades, una risita tímida y cínica escapó de mis adentros, dando pie al comienzo de la que sería la bronca del día.
- “¡¡Pues si tanta gracia te hace, no aceptes ningún regalo en nochebuena!!”.
- “Firmo. Aquí y ahora. Pero que no me hagan ir allí a poner la cara”.
Está claro, hoy tambien desayunaré en mi habitación. Lo que sea para no seguir discutiendo sobre lo mismo de siempre. Y aquí, con mi café en la mano, el bollo hipercolesterólico y la risita aún ardiente en mi garganta, me he dado cuenta –después de más de veinte años de debate interno- de qué va toda esta historia. La navidad es un mercado. Es el sistema capitalista de una sociedad instrumentalizada. Los navideños compran con los regalos la felicidad de la gente. Y es que en el fondo en eso consiste todo. Alguien te hace un regalo para que tú sonrías y le hagas sentir bien por dentro. Es, de hecho, la forma más egoísta de conseguir para sí mismo alegría o felicidad. La forma más tonta y más patética que alguien puede tener para sentirse bien consigo mismo. Aunque bien es cierto que no todos los regalos son igual, ni todos los navideños los hacemos de la misma manera y con las mismas intenciones.
Hay regalos de compromiso, los que se hacen porque te tocó en el sorteo del amigo invisible en el curro, juego del que no puedes escapar por mucho que lo intentes.
Luego están los regalos obligatorios, los que de no hacerlos seguro que acabarás dañando lo personal que te une con esa persona. Esto suele pasar tambien con fechas tipo cumpleaños, o santos especiales, o aniversarios... Son los que el vínculo de amistad, o amor, o familia que te une con la persona, te pone en el aprieto de tener que adquirir por obligación algo para demostrar que te acordaste.
Los regalos de cortesía son casi los peores, son los que me hace cada año mi familia, los que descansan la madrugada del 24 al lado de un arbol de navidad convenientemente adornado; esos que desenvuelves ya pensando en qué habrá caído esta vez e instantáneamente, mandando la orden a tu cerebro de que envie con urgencia una sonrisa convincente directa a tu boca. Porque quien compró ese regalito es lo que espera a cambio. Y tú se lo das. Ese regalo, que comprobado científicamente, no te gustará y no le encontrarás uso práctico, hibernará en tu armario durante un tiempo para acabar en algún centro de donaciones o en el contenedor de la basura algún tiempo después, o yendo las cosas bien, será devuelto al hipermegacentro donde fue comprado a cambio de un vale regalo.
Luego están los auto-regalos, los que te encarga alguien que compres para ti misma. Un cheque canjeable o dinero en un sobre; la única manera de darle utilidad a tanto gasto inútil y para nada deseado. Aunque lo peor es cuando alguien confude este tipo de regalos con los anteriores (los de cortesía) y te pide que una vez que te lo has probado, pagado y comprado, lo envuelvas con cuidado, le pongas una etiqueta con tu nombre y lo dejes al lado del arbol como si nada hubiera pasado. Y la sonrisita, por favor, que no se te olvide la sonrisita de sorpresa. Y si te sale espontáneamente un “¡¡Hala, como mola!!” mejor todavía.
Y por último están los regalos hechos a partir de la ilusión. Pero… ¿ilusión de qué? La ilusión de la sonrisa. De nuevo, un regalo egoísta, porque pretendes que ese regalo que has pensado, buscado, pagado con tanta ilusión, llegue a esa persona como habías pensando que llegaría. Todo un trabajo cuidado de imaginación. Que le guste, que le haga ilusión. Aunque sabes que en el fondo la que más estás disfrutando de todo eso eres tú. Pero son regalos sinceros, los haces desde el cariño, el afecto, o el amor. Los haces porque sabes que esa persona lo desea, lo necesita, sabes que le hará gracia, sabes que lo disfrutará… y no hay nada mejor que te pueda dar mayor alegría.
Estos son mis preferidos. Y uno de los recursos con que más disfruto todo el año para sentirme bien. Yo esta navidad ya he empezado a hacerlos. Aunque reconozco el peligro que supone: puede ser confundido con un regalo de cortesía, o con uno obligatorio, o peor aún… puede ser entendido de otra manera a la que sentiste al comprarlo, puede transmitir a esa persona la asquerosa manía de tener que compensarte por ello. Puede que se sienta en la obligación de darte a tí uno de compromiso. Puede hacerle sentir mal porque él o ella no te ha regalado nada a cambio. Pero es que a cambio ya te ha dado lo que buscabas. Puede, además, ser recibido defectuoso, puede que alguien se te haya adelantado y te repitas. Pero ya lo has hecho y aunque no hayas visto aún la sonrisa, sabes que está ahí. Sólo hay que esperar a ella.
Todo ha empezado por una visita inoportuna a la cocina, donde pretendía tomar mi desayuno. De la radio escapaban las opiniones de un forum escueto y variado de mujeres que discutían exasperadamente entre el sí o el no a la navidad. A tiempo llegué de escuchar como una de ellas se atrevía a decir, casi a gritos y como si le fuera la vida en ello, que la navidad sólo une a las familias débiles y que no se entienden durante el resto del año. Casi inconscientemente, y siempre sin ánimo de dañar susceptibilidades, una risita tímida y cínica escapó de mis adentros, dando pie al comienzo de la que sería la bronca del día.
- “¡¡Pues si tanta gracia te hace, no aceptes ningún regalo en nochebuena!!”.
- “Firmo. Aquí y ahora. Pero que no me hagan ir allí a poner la cara”.
Está claro, hoy tambien desayunaré en mi habitación. Lo que sea para no seguir discutiendo sobre lo mismo de siempre. Y aquí, con mi café en la mano, el bollo hipercolesterólico y la risita aún ardiente en mi garganta, me he dado cuenta –después de más de veinte años de debate interno- de qué va toda esta historia. La navidad es un mercado. Es el sistema capitalista de una sociedad instrumentalizada. Los navideños compran con los regalos la felicidad de la gente. Y es que en el fondo en eso consiste todo. Alguien te hace un regalo para que tú sonrías y le hagas sentir bien por dentro. Es, de hecho, la forma más egoísta de conseguir para sí mismo alegría o felicidad. La forma más tonta y más patética que alguien puede tener para sentirse bien consigo mismo. Aunque bien es cierto que no todos los regalos son igual, ni todos los navideños los hacemos de la misma manera y con las mismas intenciones.
Hay regalos de compromiso, los que se hacen porque te tocó en el sorteo del amigo invisible en el curro, juego del que no puedes escapar por mucho que lo intentes.
Luego están los regalos obligatorios, los que de no hacerlos seguro que acabarás dañando lo personal que te une con esa persona. Esto suele pasar tambien con fechas tipo cumpleaños, o santos especiales, o aniversarios... Son los que el vínculo de amistad, o amor, o familia que te une con la persona, te pone en el aprieto de tener que adquirir por obligación algo para demostrar que te acordaste.
Los regalos de cortesía son casi los peores, son los que me hace cada año mi familia, los que descansan la madrugada del 24 al lado de un arbol de navidad convenientemente adornado; esos que desenvuelves ya pensando en qué habrá caído esta vez e instantáneamente, mandando la orden a tu cerebro de que envie con urgencia una sonrisa convincente directa a tu boca. Porque quien compró ese regalito es lo que espera a cambio. Y tú se lo das. Ese regalo, que comprobado científicamente, no te gustará y no le encontrarás uso práctico, hibernará en tu armario durante un tiempo para acabar en algún centro de donaciones o en el contenedor de la basura algún tiempo después, o yendo las cosas bien, será devuelto al hipermegacentro donde fue comprado a cambio de un vale regalo.
Luego están los auto-regalos, los que te encarga alguien que compres para ti misma. Un cheque canjeable o dinero en un sobre; la única manera de darle utilidad a tanto gasto inútil y para nada deseado. Aunque lo peor es cuando alguien confude este tipo de regalos con los anteriores (los de cortesía) y te pide que una vez que te lo has probado, pagado y comprado, lo envuelvas con cuidado, le pongas una etiqueta con tu nombre y lo dejes al lado del arbol como si nada hubiera pasado. Y la sonrisita, por favor, que no se te olvide la sonrisita de sorpresa. Y si te sale espontáneamente un “¡¡Hala, como mola!!” mejor todavía.
Y por último están los regalos hechos a partir de la ilusión. Pero… ¿ilusión de qué? La ilusión de la sonrisa. De nuevo, un regalo egoísta, porque pretendes que ese regalo que has pensado, buscado, pagado con tanta ilusión, llegue a esa persona como habías pensando que llegaría. Todo un trabajo cuidado de imaginación. Que le guste, que le haga ilusión. Aunque sabes que en el fondo la que más estás disfrutando de todo eso eres tú. Pero son regalos sinceros, los haces desde el cariño, el afecto, o el amor. Los haces porque sabes que esa persona lo desea, lo necesita, sabes que le hará gracia, sabes que lo disfrutará… y no hay nada mejor que te pueda dar mayor alegría.
Estos son mis preferidos. Y uno de los recursos con que más disfruto todo el año para sentirme bien. Yo esta navidad ya he empezado a hacerlos. Aunque reconozco el peligro que supone: puede ser confundido con un regalo de cortesía, o con uno obligatorio, o peor aún… puede ser entendido de otra manera a la que sentiste al comprarlo, puede transmitir a esa persona la asquerosa manía de tener que compensarte por ello. Puede que se sienta en la obligación de darte a tí uno de compromiso. Puede hacerle sentir mal porque él o ella no te ha regalado nada a cambio. Pero es que a cambio ya te ha dado lo que buscabas. Puede, además, ser recibido defectuoso, puede que alguien se te haya adelantado y te repitas. Pero ya lo has hecho y aunque no hayas visto aún la sonrisa, sabes que está ahí. Sólo hay que esperar a ella.
miércoles, diciembre 07, 2005
Encontrándome
Esto que veis arriba define a la que escribe aquí abajo.
Aunque parezca mentira.
Son, ni más ni menos, que algunas de las curiosísimas entradas que gente anónima y algo excéntrica introduce en buscadores (google en su mayoría, o yahoo, más marginalmente) en busca de información acerca de esos topics. La navidad, la homosexualidad, los hábitos sexuales de actrices y dónde estás corazón. Y esa pobre gente que necesita saber algo de cómo son las mujeres que acaban durante el acto sexual, o que buscan desesperados un video de la maravilla carnal de entre lo más casposo de la televisión, se encuentran con esto. Hypochondria y delirante.
Y ahora me siento mal. Porque hay gente que llega a este sitio esperando encontrar respuestas a preguntas demasiado dificiles. No mola saber que decepcionas. No es justo. Ya podrían venir aquí buscando simplemente delirios...
[continuará]
lunes, diciembre 05, 2005
Injurias y calumnias
Cinco y media de la tarde. Una cola de al menos cincuenta personas esperando a entrar al pase de las seis. Se acerca a mi taquilla una señora mayor, de unos sesenta años, con el monedero en la mano y cara de perdida.
- Oye bonita, que creo que antes cuando te he comprado la entrada me has dado mal el cambio.
Yo, en proceso rápido de búsqueda en la caché de mi memoria de aquella individua y de sus circunstancias de compra. Ajá! Encontrado. Venía con tres amigas más. Me pagó con 50 euros. De eso hace ya más de cuarenta minutos.
- Pues verá, no puede ser, porque me acabo de cuadrar caja hace diez minutos y no sobra nada.
- Uy! Pues mire, mire, sólo tengo monedas… me falta un billete de veinte.
- Señora, le estoy diciendo que aquí no se ha quedado. Igual se le ha caído o se lo ha metido en algún bolsillo…
- ¡Quiero hablar con su jefe ahora mismo!
Y la cola aumenta.
Y la gente empieza a disfrutar del espectáculo que estaba por comenzar.
Y baja el buenazo de Miguel.
- A ver señora, la chica no puede hacer nada. El dinero no está en su caja, asi que nosotros no podemos ayudarla. De todos modos, tendría que haber comprobado el cambio cuando compró las entradas, no ahora!
Mientras Miguel trata inutilmente de convencerla de que no tiene derecho ninguno a secuestrar mi taquilla e impedir que toda esa gente que estaba esperando para comprar pueda hacerlo con normalidad, yo me volvía a cuadrar caja, comprobando de nuevo si todo estaba bien o me sobraban los veinte euros que la señora reclamaba para ella. Pero no, todo cuadrado.
- Pues mire señorita, yo ahí veo muchos billetes de veinte… si me dice su jefe que en su caja no está, [a gritos]¡¡¡es que tiene que estar en su bolsillo!!!
- Oiga, oiga, oiga… ¡¿qué me está diciendo?! No, perdone, ¿me está insinuando algo?
- Pues claro… [a gritos] ¡¡¡¡que es usted una ladrona!!!! ¡¡¡Una ladrona!!! ¡¡¡Me ha robado veinte euros!!! Así si que se gana bien el dinero, eh niña… así sí…
La gente se apelotonaba para ver el show más de cerca y con más ambiente.
Y yo, mientras, me hacía más y más pequeña al otro lado del cristal. Estaba permitiendo que una vieja me calumniara sin derecho delante de mi encargado, de mis compañeros de trabajo y sobre todo, de los clientes que más tarde harían bromitas o incluso dudarían de mi profesionalidad, y lo estaba permitiendo sólo porque soy gilipollas. Porque le podía haber dicho otra cosa que la caché de mi memoria había recuperado: que cuando les devolví el cambio y en medio de todo el jaleo que montaron sus amiguitas con lo de “yo te pago la mía… toma, aquí van la mia y la de julia…” una de ellas -y recuerdo su cara- cogió el cambio que dejé en el mostrador. Osea que los veinte euros que ella creía que yo guardaba en mi bolsillo en realidad estaban inconscientemente en el de alguna de sus amigas. Alguna de las tres que también contribuían a mi vapuleo público. Y es que por no dejarla mal a ella delante de sus amigas y por no acusar en falso de algo que no podía probar, callé. Y por callarme sufrí lo que no soporto, que alguien me acuse sin pruebas. Porque yo me equivoco, pero no robo. Y da la casualidad de que además de no suelo equivocarme en eso, ayer tenía pruebas de mi inocencia.
Pero da igual, la injuria fue mi cena, y el postre… el postre fueron las ganas que me entraron de quedarme agusto. Porque aunque no lo parezca, detrás de una profesional, hay una persona. A veces nos toman por máquinas. Pero que se olviden el buenas tardes o el gracias es lo de menos. Lo malo es cuando, tratando de conseguir algo que han perdido por su cuenta, te meten el dedo hasta el fondo en el botón de devolver cambio. Y duele, duele bastante si aprietan fuerte.
- Oye bonita, que creo que antes cuando te he comprado la entrada me has dado mal el cambio.
Yo, en proceso rápido de búsqueda en la caché de mi memoria de aquella individua y de sus circunstancias de compra. Ajá! Encontrado. Venía con tres amigas más. Me pagó con 50 euros. De eso hace ya más de cuarenta minutos.
- Pues verá, no puede ser, porque me acabo de cuadrar caja hace diez minutos y no sobra nada.
- Uy! Pues mire, mire, sólo tengo monedas… me falta un billete de veinte.
- Señora, le estoy diciendo que aquí no se ha quedado. Igual se le ha caído o se lo ha metido en algún bolsillo…
- ¡Quiero hablar con su jefe ahora mismo!
Y la cola aumenta.
Y la gente empieza a disfrutar del espectáculo que estaba por comenzar.
Y baja el buenazo de Miguel.
- A ver señora, la chica no puede hacer nada. El dinero no está en su caja, asi que nosotros no podemos ayudarla. De todos modos, tendría que haber comprobado el cambio cuando compró las entradas, no ahora!
Mientras Miguel trata inutilmente de convencerla de que no tiene derecho ninguno a secuestrar mi taquilla e impedir que toda esa gente que estaba esperando para comprar pueda hacerlo con normalidad, yo me volvía a cuadrar caja, comprobando de nuevo si todo estaba bien o me sobraban los veinte euros que la señora reclamaba para ella. Pero no, todo cuadrado.
- Pues mire señorita, yo ahí veo muchos billetes de veinte… si me dice su jefe que en su caja no está, [a gritos]¡¡¡es que tiene que estar en su bolsillo!!!
- Oiga, oiga, oiga… ¡¿qué me está diciendo?! No, perdone, ¿me está insinuando algo?
- Pues claro… [a gritos] ¡¡¡¡que es usted una ladrona!!!! ¡¡¡Una ladrona!!! ¡¡¡Me ha robado veinte euros!!! Así si que se gana bien el dinero, eh niña… así sí…
La gente se apelotonaba para ver el show más de cerca y con más ambiente.
Y yo, mientras, me hacía más y más pequeña al otro lado del cristal. Estaba permitiendo que una vieja me calumniara sin derecho delante de mi encargado, de mis compañeros de trabajo y sobre todo, de los clientes que más tarde harían bromitas o incluso dudarían de mi profesionalidad, y lo estaba permitiendo sólo porque soy gilipollas. Porque le podía haber dicho otra cosa que la caché de mi memoria había recuperado: que cuando les devolví el cambio y en medio de todo el jaleo que montaron sus amiguitas con lo de “yo te pago la mía… toma, aquí van la mia y la de julia…” una de ellas -y recuerdo su cara- cogió el cambio que dejé en el mostrador. Osea que los veinte euros que ella creía que yo guardaba en mi bolsillo en realidad estaban inconscientemente en el de alguna de sus amigas. Alguna de las tres que también contribuían a mi vapuleo público. Y es que por no dejarla mal a ella delante de sus amigas y por no acusar en falso de algo que no podía probar, callé. Y por callarme sufrí lo que no soporto, que alguien me acuse sin pruebas. Porque yo me equivoco, pero no robo. Y da la casualidad de que además de no suelo equivocarme en eso, ayer tenía pruebas de mi inocencia.
Pero da igual, la injuria fue mi cena, y el postre… el postre fueron las ganas que me entraron de quedarme agusto. Porque aunque no lo parezca, detrás de una profesional, hay una persona. A veces nos toman por máquinas. Pero que se olviden el buenas tardes o el gracias es lo de menos. Lo malo es cuando, tratando de conseguir algo que han perdido por su cuenta, te meten el dedo hasta el fondo en el botón de devolver cambio. Y duele, duele bastante si aprietan fuerte.
viernes, diciembre 02, 2005
Lonely Joe
Hoy toca recomendación musical. Se acerca una época de compromisos y de regalos pendientes en la que el consumismo toca cima. Ya que vamos a gastar, hagámoslo en cosas que de verdad nos merecen la pena.
Pero entrando en regalos personales, y pasando de la pascua, tenemos encima un fin de semana melancólico. Una ciudad lluviosa, una temperatura baja y un ambiente que invita al aislamiento en uno mismo, al encogecimiento de las entrañas sobre nuestras articulaciones, enrollarnos en nosotros mismos y contemplar como va llegando la navidad desde el otro lado de nuestras ventanas… y que se mojen los demás!
Y qué mejor que Lonely Joe para acompañarnos en nuestras tardes de melancolía inducida y disfrutada. Lonely Joe es un treintañero nacido en Madrid, pero afincado, criado y crecido en Nueva York que volvió en el 2001 a su Malasaña amada para grabar el que fue su debut discográfico, aunque no sería hasta bien entrado el 2004 cuando quedaría satisfecho con el producto final que pondría inicio a su carrera. The dark ghost of shame es su primer album, una joyita que merece ser disfrutada y del que hablaré en otra ocasión.
Pero yo hoy os invito a que os hagáis con su último disco, a la venta desde hace relativamente poco. Songs from the low side. Una compra que se disfruta desde el momento en que pasas por caja, hasta su escucha final, pasando por el proceso de abrirlo y desear llegar pronto a casa para darle al play, o pensando en a quien se lo regalarás, a quien se lo recomendarás.
Un canto en allegro, paradójicamente triste, de un hombre solo enfrentado cara a cara con las numerosas crisis que sufre el ser humano a lo largo de su existencia, y sobre todo, cuando carece de compañía y distracción. Una persona que va superando el desamor que nos narraba en su primer album y que ahora simplemente se plantea como seguir viviendo en un constante estado de espera.
Música que evoca sin lugar a dudas al grandioso Leonard Cohen, a Tom Waits, a Nick Cave. Un estilo peculiar donde las guitarras, xilófonos, arpas, cajas de ritmos de los años sesenta, contrabajos, cuerdas, lap steel… se mezclan en armonía con una voz rasgada y añeja, marcada por el paso del tiempo y las experiencias. Un tono gastado pero contundente, que nos impresiona y nos remueve por dentro. Digno de ser visto en directo y comprobar con tus propios ojos como ‘crea’ la música que suena tan apaciblemente pacífica en tu reproductor, ver como rompe las cuerdas de la guitarra en un derroche desmedido de fuerza, sentirle cerca y darse cuenta de cómo se ve por fuera un artista. El creador, el genio que nos hace bailar con los sonidos que desprende su guitarra y sus artilugios mientras sus letras nos hablan de pastillas para dormir y no levantarse más.
Todo un clásico de aquí a unos años. Y si no al tiempo.
Pero entrando en regalos personales, y pasando de la pascua, tenemos encima un fin de semana melancólico. Una ciudad lluviosa, una temperatura baja y un ambiente que invita al aislamiento en uno mismo, al encogecimiento de las entrañas sobre nuestras articulaciones, enrollarnos en nosotros mismos y contemplar como va llegando la navidad desde el otro lado de nuestras ventanas… y que se mojen los demás!
Before you let go, please listen to me. Before you let it all go, you must know you can count on me
Y qué mejor que Lonely Joe para acompañarnos en nuestras tardes de melancolía inducida y disfrutada. Lonely Joe es un treintañero nacido en Madrid, pero afincado, criado y crecido en Nueva York que volvió en el 2001 a su Malasaña amada para grabar el que fue su debut discográfico, aunque no sería hasta bien entrado el 2004 cuando quedaría satisfecho con el producto final que pondría inicio a su carrera. The dark ghost of shame es su primer album, una joyita que merece ser disfrutada y del que hablaré en otra ocasión.
I'll give you the world, I'll give you the sea for every time you looked at me and maybe thought I was the one... Do you feel loved? Do you feel loved?
Pero yo hoy os invito a que os hagáis con su último disco, a la venta desde hace relativamente poco. Songs from the low side. Una compra que se disfruta desde el momento en que pasas por caja, hasta su escucha final, pasando por el proceso de abrirlo y desear llegar pronto a casa para darle al play, o pensando en a quien se lo regalarás, a quien se lo recomendarás.
Un canto en allegro, paradójicamente triste, de un hombre solo enfrentado cara a cara con las numerosas crisis que sufre el ser humano a lo largo de su existencia, y sobre todo, cuando carece de compañía y distracción. Una persona que va superando el desamor que nos narraba en su primer album y que ahora simplemente se plantea como seguir viviendo en un constante estado de espera.
Música que evoca sin lugar a dudas al grandioso Leonard Cohen, a Tom Waits, a Nick Cave. Un estilo peculiar donde las guitarras, xilófonos, arpas, cajas de ritmos de los años sesenta, contrabajos, cuerdas, lap steel… se mezclan en armonía con una voz rasgada y añeja, marcada por el paso del tiempo y las experiencias. Un tono gastado pero contundente, que nos impresiona y nos remueve por dentro. Digno de ser visto en directo y comprobar con tus propios ojos como ‘crea’ la música que suena tan apaciblemente pacífica en tu reproductor, ver como rompe las cuerdas de la guitarra en un derroche desmedido de fuerza, sentirle cerca y darse cuenta de cómo se ve por fuera un artista. El creador, el genio que nos hace bailar con los sonidos que desprende su guitarra y sus artilugios mientras sus letras nos hablan de pastillas para dormir y no levantarse más.
Todo un clásico de aquí a unos años. Y si no al tiempo.
And life, is no a big deal anyway, no big deal anyway for you... I could be an Astronaut one day
jueves, diciembre 01, 2005
Almost Perfect
Almost Perfect
Asi termina la última línea, de la última canción, del último disco de Marlango.
Y así terminan nuestras decisiones, nuestras sensaciones… y nuestra vida. Creyendo siempre que hay algo más allá de lo mejor. Ronzando la perfección, pero sin tocarla. Conviviendo con ella, pero sin hacerla nuestra. Una luz más brillante entre la luminosidad. Casi, casi, casi… pero no perfecto. Imperfectamente perfecto.
Asi podría definir mi escapada de hace dos días. Una viaje al lugar que más me ha hecho sentir en los últimos años, una ciudad en transformación, que vive y que hace vivir. Barcelona, la tierra prometida para el melancólico, el bohemio y el que cree en el almost perfect. El mejor escenario para un concierto de Marlango. La mejor acústica para sus letras, y la más bonita de sus luces para vestir a Leonor con su propia magia interna.
Casi perfecto, una de esas experiencias que aunque quieras no te puedes quitar de encima, porque la llevas dentro; se te metió sin que te dieras cuenta cuando los primeros acordes despuntaron y desde entonces sientes ese pequeño hormigueo resonando en lo más profundo de las entrañas. Y ella, casi perfecta. Bella, radiante, maravillosa, encantadora y sensual. Casi una diosa. Casi la mejor.
Una butaca casi inmejorable, casi el único que podías concebir para un concierto así. Si estiras un poco el brazo puedes tocarle el pie a Pelayo que toca con pasión el piano cual músico de jazz de mediados de los 60’, con la misma fuerza y la misma credibilidad.
El viaje más allá del Palau, casi perfecto. Tiempo fantástico, ni frío ni calor. Comida grandiosamente satisfactoria. Diversión y racionalidad. Euforia y calma. Todo en uno.
Compañía, casi perfecta. Sin él nada hubiera sido igual, todo sería diferente. Yo lo sé, él lo sabe.
Y yo? Yo, casi pefecta. Perfectamente bien. Imperfectamente mal. Desbordando alegría porque estoy interiorizando una de las más valiosas lecciones de la vida, de esas que no se enseñan, ni se estudian, las que se aprenden viviendo: que el almost perfect es lo que hace la vida más divertida, más interesante y más excitante… pero no hay que creérselo del todo. Disfrutar el momento como si fuera el último y tratar de que sea perfecto. Ya quedará luego el ‘casi’….
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