busca entre mis delirios

sábado, diciembre 17, 2005

Lo que se dice y lo que se lee

El usuario anónimo de la entrada anterior sabe muy bien lo que quiero decir. Es un hecho que internet y la comunicación interpersonal a distancia en general (ahora en auge con los correos electrónicos y los servicios de mensajería instantánea) ayuda mucho a decir aquello que tanto cuesta. El no tener delante a la otra persona afectada a la hora de decirle algo que crees lo suficientemente importante, no deja de ser un factor decisivo a la hora de lanzarte. La razón, a priori, es nuestra propia cobardía y nuestros más profundos miedos. Es lo más fácil de pensar cuando alguien que te conoce y que te ve de vez en cuando (véase el caso de anónimo), decide que será a través de la red donde dirá sus palabras mayores. Pero… ¿acaso no deberíamos empezar a desconfiar de ellas? ¿No están dejando de ser tan mayores esas palabras cuando las banalizamos tanto? O dicho de otro modo, ¿no puede que en lugar de esconder temores y falta de valor, el hecho de decir algo a través de internet suponga más bien que no se está seguro de lo que significa… o incluso de querer decirlo de hecho?
Sí, porque uno dice y otro lee. Eso es básico. A saber qué es lo que uno piensa al decir y lo que otro intuye al leer. Entre dicho y leído hay un amplísimo rango de error que solemos llamar, casi como excusa, malinterpretación. ¿Y de quien es la culpa? ¿De quien dice por no saber decir bien o de quien lee por intentar ir más allá o quedarse corto? Pues quizá sea más cómodo decir que del canal, de internet.
Una de las cosas positivas que tiene la red es la desvinculación de las personas. Alguien se mete en un blog tan simple como este, resulta que conoce (o no, quien sabe) a la persona que escribe, y decide quizá a modo de juego o quizá a modo de confesión, descolocarla con su retórica. Y ahí termina su vínculo. Yo no puedo saber quien ha sido (salvo por el rastreo de IPs, que normalmente no ayuda mucho, sino todo lo contrario), no sé por qué lo ha hecho, no tengo modo de contactar con él o con ella, no puedo hacer nada en absoluto. El individuo se ha vinculado a mí, pero no permite que haya reciprocidad. De ahí la desprendida libertad de comunicación. De ahí la satisfacción que se tiene de poder decir lo que se quiera, a quien se quiera y como se quiera en cualquier momento.
Pero… ¿es todo esto positivo? Cabría pensar que para el emisor, para el que hace uso de esa libertad, desde luego que sí. Encuentra en esta práctica un alivio a sus frustraciones, una vía de escape a su aburrimiento, o una fuga de sus neuras. Descoloca, se divierte, enseña, informa, juega, daña, enamora, acojona.
¿Y el receptor? Pues después de muchos años de experiencia propia (años en los que me ha tocado ser tanto emisora como receptora, conste) debería recomendar precaución. Porque detrás de una palabra dicha, puede haber miles calladas. Porque en esas calladas puede estar la clave del mensaje. Porque en tratar de averiguar e intuir que hay ahí, reside el valor de un buen receptor. Porque a veces es muy complicado confiar en la coherencia, la madurez y la benevolencia del emisor. Porque es muy triste creerte una historia bellamente contada y después darte cuenta de que en el fondo la persona que te la contaba no sabía de lo que estaba hablando. Porque más es aún, hablar por hablar. Porque no hay nada más cobarde, rastrero y miserable que jugar de esa manera con la comprensión de un mensaje, sabiendo los efectos que éste puede producir. Más miserable incluso que la pobreza de personalidad que genera en uno mismo. Más que lo que supone que pensará de ti tu receptor; su juicio, su veredicto y su sentencia.
Y no hablo del anónimo, que el pobre no tiene más responsabilidad que haberme despertado una sonrisita. Lo digo por todas esas ocasiones en las que usamos la red para comunicar sentimientos o decisiones, en las que marcamos antes y después con mensajes banales y absurdos, no atreviéndonos a enfrentarnos a ellos de frente, haciendonos con ello responsables reales. Porque hablar es fácil… pero escribir lo es más. Y no deberíamos olvidarnos de que lo realmente complejo es leerlo.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

yo digo tu me gustas
tu me encantas

¿tu que lees?

delirante dijo...

yo no leo nada porque empiezo a estar harta de los juegos en los que sólo uno se divierte

delirante dijo...

Te voy a dar la razón pero porque eres tú, kesher... si que es bueno por aquello de que es más facil abrirte... pero al final eso desemboca en que igualmente es más fácil cerrarte. Y, volviendo a lo mismo, eso está muy bien para quien cierra y abre, pero no para el otro...
amos, digo yo :P

y gracias, amoooolll, que ya sabes que tú me caes más que bien!

delirante dijo...

Suuuuuu!! Tiaaaaa!!! La leche!
Has dado en el clavo! Justo lo que yo quería decir lo has escrito tú en una sola frase:

Si no voy a ser capaz de cumplir algo cara a cara, no lo prometo aquí.

Gracias, gracias, gracias! Al menos alguien me entiende cuando escribo!!! :P

Y sí... al anónimo, sea quien sea -que ya tengo elucubraciones en mente- debería dejar de darle vueltas a los miedos que le rondan. Además, soy una persona amable en todos los sentidos...
Lo más dificil es afrontarlo... lo más tonto es echarse atrás.

Anónimo dijo...

Mientras no de la cara... tomatelo como el silvido de un albañil desde su andamio. Un piropo sin mas importancia.

Lo peor es nuestra imaginacion, que nos hace pensar cosas que no tienen por que ser "asi". Vete a saber quien es ese anonimo y que es lo que pretende realmente.

Anónimo dijo...

Estoy con papa oso. Tómatelo como el silbido de un albañil... Yo creo que es alguien de tu curro (sunes saca la lupa de detective).

Sobre si las nuevas tecnologías nos hacen decir cosas que no diríamos en otras circunstancias. Un ejemplo es un foro en el que ando metida y la gente se declara, se dice de todo lo que siente y tal de una manera sorprendente. Y lo gracioso es que tienen valor para escribirlo allí, pero no para llamarse y verse (porque los dos viven en Madrid! y frecuentan los mismos locales!). Por eso, el caso de anónimo es el de un pobre chico tímido que tiene que aprender eso de: "quien quiera peces, que se moje el culo".

Un beso!

delirante dijo...

Bueno tengo que decir que a mi el anónimo, hasta que no deje de serlo, me la trae al fresco
La gente que no va de frente y que no es capaz de ser consecuente con sus actos no tienen voz ni voto para mi, les respeto, pero no puedo confiar en ellos

Y sí, tenéis razón, tú tambien sunes. Hay mucha gente que se ve a diario, que frecuentan los mismos lugares y se dicen los 'te quiero' a través de la red... por favor!!!
Por cierto, bonita, méjorate!!!

Besossss!!

Anónimo dijo...

no voy a decir más si no quieres oirlo, pero te aseguro de que puedo ser consecuente con lo que siento cuando llegue el momento de la verdad

delirante dijo...

tú mismo, querido anónimo...
cada uno toma las decisiones cuando le viene en gana, eres libre de hacer, hablar y decir lo que quieras.
seguro que sabes donde encontrarme, incluso donde vivo.
aquí estoy