¿Qué es un festival de cine?
Difícil pregunta de contestar si no has estado nunca en ninguno.
A priori parece la reunión de gentes de diferentes países, banderas, regiones, pueblos y culturas que se juntan en una ciudad sin nombre ni patria a disfrutar de una de las cosas que más les gustan; el cine.
Pero cuando digo gentes me refiero a una masa ingente de personas, todas diferentes. Hombres y mujeres en semejante proporción, desde los 17 añitos a los 90. Periodistas, muchos, actores, personajillos varios del mundo de la cinematografía, gente de la calle, confundidos que han encontrado una forma de pasar los últimos días que nos deja septiembre, groupies y fans variopintos y divertidos y sobre todo, mucho aficionado al séptimo arte.
Me niego rotundamente a hablar de lo que no sé por no haberlo vivido, así que los sucesos anteriores al día 21 de septiembre que os los cuente otr@.
Muchos sabréis a estas alturas que el grandísimo Woody Allen (con Melinda y Melinda fuera de concurso) fue galardonado con un premio especial por su trayectoria artística, pero no sólo eso; le dedicaron para él solito una interesante retrospectiva para quien no supiera mucho del gran director. Una recopilación de todas sus películas, largas, cortas, medias. Todo un amplio catálogo de películas en las que Woody tuviera algo que ver. Obviamente pasé de ella. Personalmente, yo, que me faltan escasas 6 películas de las cincuenta y tantas que habrá hecho este hombre, encontré mucha mayor prioridad en las películas de las sesiones oficiales y paralelas. No obstante, como ya he dicho, es muy propicio como director para hacer una retrospectiva de él. Tiene muchas obras que exponer y una buena evolución histórica. Se merece eso y mucho más.
No sólo Woody se llevó un premio especial. Annette Bening (por Being Julia) se llevó una estatuilla del estilo. Esta actriz nacida en Kansas hace casi 50 años, es especialmente conocida por películas como Mars Attack!, Open Range y sobre todo, destacando por American Beauty. Para ella, otro premio Donostia.
Y tan sólo un día después, el viernes 24, Jeff Bridges (por The Door in the floor) se llevaba el último que completaba la trilogía. Tres galardonados muy merecidos. En este caso, es sobradamente conocidos los distintos roles por los que ha tenido que pasar este actor californiano. Le hemos visto en Los Fabulosos Baker Boys, El rey pescador, K-Pax, Seabiscuit, pero nos es difícil dejar de encasillarle en un papel que él mismo reconoce ‘muy suyo’, El nota de El Gran Lebowski.
La verdad es que reconozco que la rabia me corroe aún por mis venas por haberme perdido el estreno de la última de Woody Allen (por la que muchas voces en las que confío profundamente, apuntan como la mejor película de los últimos 5 años), la última de Chabrol, la de Godard (a pesar de que una/varias de las personas que con mejor criterio tenía consideradas, se durmiera a ronquido limpio a mitad de cinta), la ganadora del León de Oro en Venecia Vera Drake (aunque también muchos dijeron que no era merecedora de tal galardón), Whisky, una película argentina que se llevo grandes risotadas, pero sobre todo, sobre todas las demás películas, me arrepiento de no haber llegado a tiempo de ver Nine Songs de Michael Winterbottom (en la foto). Polémica, como las que más, me llama especialmente la atención. Y cuanto peor hablan algunos de ella, más ganas me entran de poder juzgar por mí misma.
El jueves 23, a las nueve de la mañana, estrené mi experiencia en el cubo grande, en el Kursaal Auditorio. Una sala enorme, la más grande que he visto en mi vida. Solamente entrar ya emociona. La sensación de estar allí, entre los grandes, pero al mismo tiempo sentirte una más.
La película, Silver City, la última película de John Sayles con un reparto coral bastante bueno, pero meramente funcional. No es una película buena. De hecho cuesta creerse que es una película. Es una mezcla extraña entre el documental, la teleserie y el telefilm. No tiene grandes interpretaciones (ni siquiera se quedan en mediocres), no se entiende del todo su intención, no tiene un guión (elaborado o no), la historia (si es que se la puede llamar como tal) está prendida con finos e inestables hilos y aburre hasta el bostezo. Sí, se supone, porque así lo dicen quienes la han realizado, que se trata de una sátira al sistema electoral de USA, una crítica a Bush… Pues bueno, ellos dirán. Desde luego fue un gran bodrio a mi modo de ver.
Para contrarrestar el chasco, me dí un paseo por una retrospectiva cien por cien interesante y necesaria. La temática que daba nombre a esta era “Incorrect@s” y se trata, como el propio nombre indica de una selección de películas que no son políticamente correctas, que, intencionalmente, se jugaron la crítica arriesgando mucho, se enfrentaron a la censura, a los vapuleos de los más conservadores. Una gran selección de películas muy interesantes que seguro no emitirán en TVE1 en prime time.
En esta ocasión pude ver tres mediometrajes muy diferentes.
En primer lugar Margarita y el lobo, de Cecilia Bartolomé y una jovencísima Julia Peña. Ambas participaron en una especie de coloquio muy interesante previo a la película que me hizo cogerla con aún más ganas. Una película hecha con casi ningún fondo, una cámara al hombro y cuatro personajes en el 1968 (pleno año revolucionario, ya sabéis) como proyecto de fin de carrera. Una película que trata del divorcio, del sometimiento al hombre, al marido. Una comedia-musical con todas sus letras, pero no hecha al estilo convencional, no es una de esas películas españolas de risa que estamos acostumbrados a ver. Sólo diré que sorprende, y eso ya es mucho tratándose de cine español de los 60’.
El segundo fue un corto, de Ozon; Une robe d’éte que apenas llegaba a los 20 minutos. Da para poco, la verdad, pero es muy curiosa. Pongamos a una pareja de homosexuales que están pasando sus vacaciones en la playa. Se enfadan y uno de ellos se va a darse un baño. Mientras está tomando el sol, una española desvergonzada que pasaba por allí se acerca y consigue arrancarle un polvo. Su primera vez… con una mujer.
Y el tercero en discordia fue un mediometraje de Jean Vigo, lo primero que veía de él, Zèro de conduite. Es más o menos como Le mistons de Truffaut, pero más largo. Un grupo de cuatro chavales, conflictivos, muy traviesos que montan una revolución contra sus maestros y guardianes de residencia. Tiene puntos buenísimos, he de reconocerlo, y por lo que me han dicho, Jean Vigo y sus escasas 4 películas merecen pero que mucho la pena.
Siguiente día, 24, viernes. De nuevo en el Kursaal grande. Las 12 de la mañana. Una cola de la hostia puta. Turtles can fly era la responsable. Y yo, con más ganas de irme a mi pensioncita y echarme un sueño, que quedarme a ver esa película que me echaba para atrás desde el momento que leí su argumento. Unos niños en pleno Kurdistán iraquí, cerca de la frontera con Iran, una semana antes de la invasión norteamericana. Adultos y viejos con cuerpo de niños. Chavales menores de edad que actúan, piensan y sufren como los más veteranos. Los sientes cerca, sabes que sus amputaciones son reales, que no se trata de un retoque fotográfico. Los ves llorar, reír, jugar, bailar, sufrir y te estremeces con ello. Es una película que expresa todo lo que no se vio en los telediarios pero desde una óptica alegre, sencilla, sin pretensiones. Te ríes a carcajada limpia a los dos minutos una mina unipersonal explota cerca de ti. Los pelos se te erizan y un escalofrío recorre tu cuerpo.
Termina la película y finalmente, las ganas de huir que te invadían hora y media antes, se han tornado hacia unas ganas infinitas de alargar la experiencia. La sala se suma a un aplauso largo, intenso. Una expresión de la misma rabia con que se desfogó Ghobadi (el director, una gran promesa).
Y ya, como broche final, y casi de refilón, pudimos disfrutar al día siguiente, sábado, 25 de una de las joyas de este y otros festivales de este año. Shi Mian Mai Fu (La casa de las dagas voladoras) el último orgasmo de Zang Yimou (Hero). Una postal, visualmente hablando. Un estruendo, musicalmente. Grandes prejuicios me paraban ante este film. Fui convencida por las ansias de mi chico, y por los ánimos y buenísimas críticas de los colegas de afición. Si era tan buena para todo el mundo y nadie, nadie, nadie se había descolgado con una crítica negativa, algo tenía que tener de bueno. Aún así, eso de ser una película de chinos volando no acababa de convencerme. ¿El resultado? Es imposible que alguien se arrepienta de verla.
Muy bonita, un ejercicio de color y sombras que producen una agradable sensación de paz, ligeramente alterada de cuando en cuando por el estridente y poderoso sonido. El baile de los tambores con las alubias es impresionante. Muy dificil de recontar la cantidad de veces que me puso la piel de gallina. Una maravillosa obra fílmica. Para el recuerdo.
Un punto y seguido en un festival que acababa en esos momentos, justo cuando se empezaba a chismorrear lo que ya me esperaba; que la maravillosa Turtles can fly, iba a llevarse la concha, que Roma se iba a ir por donde llegó y que el palmarés este año iba a ser del todo justo.
Íbamos dejando atrás el cubo, el grande y el pequeño, se iluminaban ambos a nuestras espaldas. En pocas horas, nos veríamos haciendo el equipaje.
- ¿Hace un café?
1 comentario:
wow se me han puesto los pelos de punta!! qué pasada,
el año q viene me apunto!
estuve en el festival internacional de cine de sitges pero no es nada en comparación con San Sebastián.
lástima q no pudieras ver la de Allen :( yo que quería la opinión de una experta!
me alegro que hayas disfrutado tanto.
BEXETS!!
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