busca entre mis delirios

martes, septiembre 28, 2004

Donostia, septiembre 2004


Martes, 21

Un tren se cruzaba con el nuestro. Próxima parada, Burgos.
Ya estamos a medio camino.
Dos horas nos distanciaban de Madrid, del examen recién hecho, claramente aprobado, posiblemente con nota, de mi padre y mi hermana que por motivos laborales o de estudio se habían tenido que quedar en casita, del agobio de la gran capital, del asco que me da todo.
Al lado mío, mi madre. Muy marchosa ella, y sin cortarse un pelo, decidió aprovechar los pocos días de vacaciones que le quedaban para hacer una visita a la que es y será su siempre ciudad preferida.
Donosti se acercaba a nosotros y en ella, Dani. Mi chico, en estos momentos ejerciendo de Jurado de la Juventud. Sabía, por lo que me había contado, que iba a estar totalmente ocupado durante todos los días que durase el festival, que se veía obligado a ver hasta 5 películas al día; ambos sabíamos que aquel no iba a ser lo que nosotros conocíamos por ‘viaje de placer’, pero yo necesitaba aquello, un poco de aire fresco, la sal evaporada empapando mi cara, aquellas calles, los pintxos, unas vacaciones.
Apenas sin retraso el tren se vació en Donosti. Y allí estaba mi Jurado para recibirnos. Un escalofrío me recorrió verticalmente. Hasta ese momento no habíamos pasado cinco días separados el uno del otro. Prueba superada.
Dejamos a mi madre en su pensión, la casa de una señora que alquilaba habitaciones a individuales. A escasos cinco minutos, estaba la nuestra. Pensión Anne, en la calle Esterlines número 12. Recomendada al cien por cien, eso sí, reservad si pensáis ir porque se llena muy fácilmente.


Dispone de unas 7 habitaciones dobles con dos baños comunitarios, todo muy limpio, muy recogido y muy nuevo. Para ser una pensión tenía todo lo bueno de un hostal u hotel de baja categoría. Una muy buena situación, en pleno casco viejo, a dos pasos de la plaza de la constitución y a otros dos del bulevar.


Tras dejar las pocas cosas que me había llevado, bajamos a calmar nuestras ansias de consumir gastronomía del lugar, los sempiternos pintxos donostiarras. La calle Fermín Calbetón es ideal para entrar y salir de tasca en tasca.
Aún no me lo podía creer. Eran cerca de las doce de la noche y estaba en Sanse.
Espero que mañana al despertar todo esto no sea un sueño.


Miércoles, 22

Una cafetería de cuyo nombre siento no acordarme sita en la calle San Juan número 9, justo en frente del mercado de la Bretxa, sitio predilecto para mis desayunos y meriendas. La verdad es que lo descubrió mi chico en sus 5 días anteriores. Pide un café en vaso y te lo servirán con una espumita cremosa que hace las delicias de cualquier paladar. Pero para terminar de completarlo, hazte con uno de sus cruasanes de mantequilla y te lo darán recién hecho (si vas temprano verás como les sale hasta vaporcillo al cortarlos). Es un verdadero placer para comenzar bien el día.
Dani se va al Kursaal a cumplir con sus deberes y yo, que ese día no tenía pillada ninguna entrada, tengo por delante una larga mañana para pasar junto con mi madre por la preciosa ciudad. Hacía muchísimo tiempo que no disfrutaba de mi madre, en verdad la tenía quizá demasiado relegada a un segundo plano y he de decir que la experiencia de disfrutar junto con ella (que a veces parece una cría frente a un puesto de golosinas) fue del todo gratificante. Debería ser obligatorio que todos los hijos pasaran una temporada con sus madres y padres.
Comenzamos nuestro paseo por el ayuntamiento, callejeando por las calles que llevan a la catedral, inmensa y preciosa.


Buscábamos la estación del Euskotren (red ferroviaria interregional, que une Bilbao con Donosti por la costa), con ánimo de acercarnos a Lekeitio, preciosa ciudad costera-portuaria que alucina cuando la marea está alta. No pudimos en esta ocasión porque no nos cuadraban los horarios.
Callejeando, y perdiéndonos –la mejor de las maneras en que puedes conocer una ciudad-, llegamos hasta La Perla, famoso restaurante mítico en pleno inicio de la bahía de La Concha. De ahí comenzó nuestro paseo marítimo.


A nuestra izquierda, el monte Urgull sobre el puerto pesquero y frente a nuestros ojos, la maravillosa y homogénea playa de La Concha.
Un paseo marítimo que recuerda a otros muchos dentro de España pero que se hace raramente inconfundible. Donosti tiene algo, aún no he descubierto qué es (quizá sea la excusa para volver otras mil veces) que hace que la recuerdes de un modo diferente, una ciudad en cambio, una ciudad eterna.


Llegamos casi sin quererlo al puerto, donde también se encuentra, entre las lonjas y antiguas casas de pescadores, el Aquarium.
Como ya nos habían recomendado no dejamos de hacer algo que resulta una experiencia única. Comenzando por el mismo puerto y dejando las casas de pescadores a tu derecha, comienzas lo que llaman el Paseo Nuevo; un rodeo a todo el Monte Urgull por el que vas adentrándote en el mar (a tu derecha). Éste te come, se hace contigo. Grandes olas, si pillas la marea enfurruñada, se avalanzan sobre ti, te salpican, te mojan… sientes verdaderamente el mar sobre tu piel. Es una experiencia inolvidable.


Según vas rodeando el Urgull te encuentras con el Cubo (Kursaal) frente a ti, y a tu derecha el mismo casco viejo.
Nos pusimos, mi madre y yo a buscar un sitio para comer, cosa tremendamente complicada aquello de elegir entre los más de 50 restaurantes que te encuentras a simple vista. 50 sitios con 50 menús del día a la par apetecibles.
Llegó Dani y tras unos geniales fritos de la tierra y unos pimientos morrones rellenos de merluza (ñami, ñami), me urgía la necesidad de descansar un poco los muchos kilómetros recorridos aquella mañana.

La tarde transcurrió casi del mismo modo.
Un largo paseo por el casco viejo, un no saber donde estas, un ‘me parece que ya hemos pasado por aquí veinte veces en la última media hora’, y un entro y salgo de los bares.
Es impresionante el tema de los pintxos. Menudo negocio, chavales.
Está claro que les debe ser rentable, ¡¡¡es que te entran por la vista!!!


Yo creo que es imposible que alguien entre a una tasca de estas y pida sólo una bebida. Sucumbirá al colorido de la barra a la primera de cambio, lo digo yo.
La noche caía, la ciudad se ponía cada vez más y más bonita, pero el cansancio, el sueño y la flipadez podían conmigo.
Mañana sería otro día.


Jueves, 23

Misma rutina. Café calentito, cruasán en el plato, el Diario Vasco en una mano y caminando hacia el Kursaal. Silver City me esperaba a las 9.
Después del chasco que me supuso, me reencontré con mi madre a eso de las 11.30 de la mañana.
Dando un paseo nos encontramos casi por casualidad con uno de las tabernas que habíamos estado buscando los días anteriores. Se trataba de un sitio al que cogimos con ganas en el viaje anterior del año pasado. Para mí, donde tienen los pintxos más buenos.


Se llama Portaletas y está en la calle del Puerto número 8, muy cerca de la plaza de la Constitución. Los pintxos de pimientos rojos y antxoas son deliciosos.
El caso es que de las ganas con las que me lo comí, una espinita de antxoa me la jodió bien jodida.
El caso es que aquel día comimos que te cagas de bien. El sitio era de nivel, he de reconocerlo. El menú salió por 16 euros por persona, pero como pagaba mi madre, jur, jur… Se llama Aita Mari y está en el mismo puerto (Calle del puerto 21-3). Unos raviolis en salsa de espinaca y de segundo un pavo confitado a la salsa de higos. No digo más. Aún me relamo del gusto.

Casi sin quererlo se nos echó la tarde encima.
Yo seguía aún molesta con la dichosa espina que seguía dando la lata así que no tuvimos más remedio que darnos un paseo por la casa de Socorro. Allí nos atendió un tío majísimo, un trato especial, de veras. Después de una larga inspección con toda clase de cachivaches, unos más molestos que otros, me dijeron que me veían una herida abierta pero que la espina se había desprendido ella solita. Antiinflamatorios, mucho líquido y a aguantar la molestia unos días.
Y con la dosis de Ibuprofeno en el cuerpo, me fui a ver mis mediometrajes de Incorrectos. La verdad es que me alegró la tarde, para qué mentir…
Esa misma noche se iba mi madre de nuevo a Madrid.
Me dio bastante rollo, porque eso significaría que me iba a quedar sola, que ya no habría una rutina que seguir, que iba a poder hacer lo que me diera la gana, pero yo sola!!


Viernes, 24

Con muy pocas ganas en el cuerpo, me vi muy obligaba a ir a ver la dichosa película Iraní que pintaba a bodrio total, Turtles can fly. Con muchos prejuicios abandonados y con una emoción inmensa que recorría mi cuerpo, salí alucinada de la sala.
No me podía creer aquello. Esa película significaba mucho para mí, verdaderamente.
Eran cerca de las dos de la tarde y Dani me estaría esperando en la pensión.
Al llegar me comentó que habíamos quedado para comer con un chico que por algunos foros que frecuentamos, se hace pasar por el taxista de Taxi Driver.
Es alguien con quien me llevo especialmente bien. Tambien procedente de Euskadi, comparte conmigo no solo unos gustos cinematográficos muy semejantes sino una forma de pensar, de ver la vida, de entender y defender la política casi igual a la mía.
Desde siempre se nos ha considerado en este foro los dos más afines y no son una ni dos las veces en las que nos hemos encontrado solos ante una mayoría que nos atacaba sin piedad. Ya digo, los topics de política vasca-española son nuestra casa.
Se puede entender pues lo que significaba aquello. Que el taxista y delirante iban a verse las caras, que por fin se pondría una cara a las santísimas líneas escritas sobre la nada de internet. Aquello iba a ser un momento mítico.
Pues bien, fuimos a comer los tres, Dani, él y yo y nos encontramos con medio foro. Una reunión de 8 conocidos que, salvo dos casos, no nos habíamos visto las caras antes. Es genial esto de poder tener frente a frente a gente que has conocido a fondo por internet. Gente majísima por cierto.
Después de comer me escaqueé como pude para irme a echar una siestecita. El Ibuprofeno me estaba jodiendo el estómago de una forma exagerada. Los ardores apenas me dejaron dormir, pero finalmente sucumbí.

A las siete de la tarde abro los ojos. No podía ser. Me había quedado frita cerca de hora y media. ¡¿Qué hora eran estas?! Y sobre todo, ¡¿Qué hacía yo en la pensión pudiendo disfrutar de la ciudad?!.
Bajé con legañillas en los ojos y con la marca de la almohada surcando mi cara en busca de un café que me despertara definitivamente. Y justo al torcer mi calle me topo de bruces con el taxista.
No puede ser, esta ciudad es un pañuelo.
Talmente Lost in Translation, como él mismo me reconoció después, nos sentamos un bar y tiramos casi 3 horas hablando sin parar de nuestras vidas, de nuestros amores, de nuestros directores favoritos, de nuestro modo de ver la vida. Fue un momento de esos que no olvidas por lo bien que te cae el que tienes en frente, porque no sabes cuanto tardarás en volverlo a ver.
El, Bill Murray, yo, Scarlett Johansson (más fea, obviamente), pero eso sí, sin beso al final ;)
Ya digo, fue muy agradable.
Le acompañé al cine donde tenía sesión y prometimos quedar para cenar todos juntos aquella noche.
Cumpliendo las promesas nos metimos entre pecho y espalda uno de lo más típicos bocadillos de Donostia (uno es el de Narrika); bocata de calamares, tortilla o lomo con queso del Juantxo en la calle Embeltrán, fácil de localizar.
Una charla genial con 6 personas muy majas a las que ya conocía de antes. Es lo bueno de quedar con esta gente, que al ser afines a ti en cuanto a gustos (puesto que compartís un foro dedicado a lo que más os gusta, el cine), es fácil entablar una eterna conversación de la que acabas aprendiendo barbaridades.
Casi dos horas de cena cerraron velada.


Sábado, 25

Último día de festival.
Por la mañana me di un paseíto por el mercado al aire libre que ponen junto a la Bretxa, poblado de verduras y vegetales que hacen la boca agua a cualquiera que se deje caer por aquí. Sabía que mi madre se había quedado con las ganas de llevarse algún fruto del lugar asi que llené bolsas de más de tres kilos de verduritas que más tarde descubriría que la hicieron mucha ilusión. Las típicas guindillas del país (que no pican!!) no podían faltar en mi cesta.
Quedamos a comer con Dani y dos chicos más (ya conocidos desde hace un año). La chica es una muy buena amiga, una tía con la que es imposible no pasárselo bien y con la que las risas y el cachondeo están cien por cien asegurado. El otro es un tío inteligentísimo con el que, si sacas a Brian de Palma, es fácil que acabes discutiendo. No he visto nadie más inconformista en el cine, quizá por eso sea tan sabio…

Después de la comida (a base de un escasillo plato combinado) nos fuimos a ver la última de Zang Yimou, y en compañía de estos dos cachondos a los que guardamos sitio y pudieron colarse. Ellos ya la habían visto la noche anterior pero quedaron tan sumamente maravillados, que repitieron experiencia. Con eso lo digo todo. Es digna de ver vaya.
La tarde era para nosotros solos. El cubo nos decía adios porque sabía que hasta el año que viene no lo volveríamos a pisar.
Para endulzar nuestra temprana morriña, no me quedé con las ganas de probar una delicia recomendaba por una lugareña; un cortado en la cafetería donde desayunábamos todos los días. A priori parecería una gilipollez, una banalidad tonta y sin sentido, pero es que hay que probarlo. No he probado un café cortado tan bueno como el de ahí. Cuesta describirlo, mejor date un viajecito, pídelo y flipa.


Dani y yo, solos, por fin.
Ya teníamos asumido que aquel no iba a ser ni fue un viaje para nosotros dos como tantos otros nos hemos pegado. No iba a ser un viajecito de pareja, y los dos estábamos conformes con eso.
Yo saqué a cambio una estupenda experiencia con mi madre, unos maravillosos paseos solitarios por la costa, una tarde de ensueño con el taxista paseando por Donosti cuan Tokio para Sofia Copppola, unas películas geniales y un ambiente respirado que daba ganas de más.
Pero ahora sí, ahora tenía a Dani, por fin, para mi solita.

Paseamos, mucho, sabiendo que de algún modo u otro, estábamos diciendo adios a aquel maravilloso sitio y a todo lo que habíamos vivido en él.


Domingo, 26

Y todo termina como comenzó. Un tren se cruza con el nuestro. Próxima parada Valladolid.
Ya estamos a medio camino.
Dos horas nos distanciaban de Donosti, del festival de cine, de la gente tan genial que habíamos conocido, juntos o por separado, del mar, su sonido y su brisa a todas horas del día, de la pena que daba dejarlo todo prorrogado para el año siguiente.
Al lado mío, mi novio. Tres año con él y se mantiene la chispa del primer día. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?. He madurado a su lado. He aprendido a soltar rienda, a darle la poca libertad que él reclama, a saber estar unos días sin él.
Le cojo la mano, con fuerza.
“Al año que viene, no podemos faltar, nen”

6 comentarios:

delirante dijo...

Jodó, me he pasado un poquito... Menudo tocho me ha quedado.
Dos cosas, perdonad la calidad de las fotos que la mayoría con escaneadas de papel fotográfico. Ya intentaré poner más y mejores.
Y lo segundo, PennyLane, me comí un par de pintxos a tu salud la primera noche!!!

Stipey dijo...

Da gusto ver de nuevo a gente (aunque sea en foto) que hacía tanto tiempo que no veía...







P.D: Ahora solo me queda volver a veros en persona...
P.D: ¿te has cortado el pelo?

delirante dijo...

Gracias, gracias, quedrilin, aunque en lo de guapa por mi parte no estoy muy de acuerdo.
Y sí, ya nos has visto por foto, ahora queda verse de nuevo en persona.
Yo ya estoy empezando a hacer hueco...

Para Stipey: http://img.photobucket.com/albums/v490/_delirante_/49fc65cf.jpg

PennyLane dijo...

Q PASADA NIÑA!!

el año q viene me apunto fijo, esta tarde mismo se lo digo a mi baby boy, seguro q está encantado.
vaya una experiencia, mientras leía el post me lo iba imaginando todo y los pelos como escarpias!! además me voy a apuntar todos los lugares q has dixo (incluídos los bares/rstaurantes, y sobretodo el de pintxos mmmmm).

PD: gracias por acordarte de mí tomando el pintxo!! de q era?? :P

BEXETS!!

delirante dijo...

Pues el pintxo, PennyLane, era un montadito de lomo con setas (allí son muy típicas, casi todo lo cocinan con algún tipo de hongos, y es que vas al mercado y ves al menos 5 tipos diferentes) y queso fundidillo...
Mmmm... aún ahora al recordarlo se me hace la boca agua.

la verdad es que la experiencia ha sido muuuuuuy grata, ya se puede notar por mis palabras, pero el tema de la pensión ha estado genial. Te gastas menos que en un hotel y encima estás mucho más céntrica.
Te lo recomiendo.

A ver si al año que viene no nos fallas y te podemos ver por allí unos días.

Muchos besos a todos!

delirante dijo...

el enlace de la foto mía que te puse antes Stipey es este: http://img.photobucket.com/albums/v490/_delirante_/abcb344a.jpg


;)