busca entre mis delirios

viernes, noviembre 05, 2004

Salvador Dalí Doménech (1904-1989)


No, no estoy tratando de celebrar ninguna fecha en especial (aunque bien es cierto que se cumple este año el centenario de su nacimiento). Con Dalí, cualquier momento es bueno para hacerle un pequeño homenaje.
El porqué he elegido precisamente este momento para escribir unas lineas para quien ha sido y será para mi el gran Maestro español, un pintor que merece elogios por cada una de sus cientos de obras, es precisamente porque acabo de concluir la extensa y delicada lectura con la que me he deleitado durante los últimos tres o cuatro meses.
La mejor biografía nunca escrita de Salvador Dalí. Una estupendísima obra que contiene un amplio catálogo de fotografías, de cuadros desconocidos, de declaraciones de primerísima mano, de extractos de cartas privadas, de una serie de datos que enriquecen a toda luces una obra de este calibre.
Bien sabemos que adentrarnos en la vida de Salvador Dalí es mucho más complicado si cabe que hacerlo en su obra. Era un tipo complejo, pero grande, muy grande.
Tratar de comprender su vida se basa en el mismo truco que el de comprender sus cuadros. Se trata de alejarse unos diez metros para ver en aquella mancha a Gala desnuda, o bien acercarnos hasta que nuestra nariz toque el lienzo para observar como se queman poco a poco los costados de aquellas jirafas en el horizonte.

Mis ansias de saber de él en el sentido más personal y privado llegaron a mi vuelta del tour Dalí por tierras gironenses. Recorrimos cientos de kilómetros, visitamos más de una veintena de pueblos, aldeas, ciudades e indagamos por calles, plazas, museos y castillos que contenían la semilla de una vida.
Tal fue la curiosidad que despertó en mí que además de volver maravillada y extasiada por sus obras (cada cual más excéntrica y mágica), que decidí comprarme el libro: “La vida desaforada de salvador Dalí” por Ian Gibson.
Y me he tomado todo este tiempo porque el libro lo requiere. No es un libro de leer en una semana sin apenas descanso. Sus casi 1000 páginas contienen la esencia de una vida y con eso hay que cargarse de paciencia y darle el tiempo que se merece.

He aprendido mucho de él, ya no sólo porque he descubierto cientos de cosas que desconocía, porque me he descojonado con alguna de sus locuras, paranoias o travesuras, porque me he emocionado con el último capítulo de su vida, sino porque he sentido una gran lástima por quien lo que se suele sentir es admiración o rechazo.

Salvador Dalí, y es mi opinión, ha sido siempre un hombre enfermo.
Ha padecido una enfermedad crónica en el más amplio sentido de la palabra.
Clínicamente ha estado sano hasta unos años antes de su muerte. Su corazón, incluso, seguía latiendo médicamente media hora después de que su cuerpo y su alma murieran.
Ha vivido frustrado, y ha sido esa su eterna enfermedad.
Frustrado sexualmente, reprimido, cohibido, avergonzado de un amor que quiso vivir pero que ni su cuerpo ni su ambiente le permitió llevar a cabo; la especial relación con su mejor amigo, Lorca, le llevó a un estado de encogimiento en sí mismo que le hizo encerrarse en su propio caparazón. No pudo desarrollar su propia sexualidad. No hacía el amor con nadie que no fuera sí mismo. Era de la única forma que sentía no estar engañando a los deseos de su corazón.



Frustrado también por Gala, su mujer, su diva. Una simple estatua que adornaba y daba valor a un hombre que no era prácticamente nadie. Ella le embelleció, le vistió de glamour y le llevó donde quiso. Ella le sacó todo lo que pudo, se aprovechó del prendimiento (llamémoslo total dependencia) de él y llegó incluso a pedirle un castillo al que, una vez construido, prohibió la entrada a su propio marido para evitarle el bochornoso espectáculo de descubrir una tras otra las infidelidades a las que le sometía.
Ella le separó de su familia, de sus amigos, de sus compañeros del Surrealismo, de sus ideales incluso. Hizo con él lo que un chaval con un trozo de plastelina.

Y no, no nos engañemos ociosamente, Dalí NO estaba loco, Dalí NO era un loco. Era solo una persona extraordinaria, con muchos problemas de personalidad, con una gran timidez, y una espeluznante frustración. Ha sido un náufrago de sí mismo. Perdió su sentido a mitad de tormenta y no puedo retomar el rumbo.



Dalí nació rodeado de amigos, de gente que le quería con locura, que hubieran dado la vida por él, pero su madurez, el conocer a Gala y sobre todo, el curso de su vida, los fue separando para siempre.
A Lorca lo perdió antes de que fuera consciente de lo que significaba para él.
A Buñuel, lo perdió por su propio carácter.
Decenas de amigos, de los que se pueden escribir con mayúsculas pasaron por su vida desinteresadamente, buscando en Dalí nada más que un poco de conversación, una persona admirable.
Sin embargo murió solo. Tremendamente solo.
Apenas sus médicos, abogados, representantes y algún que otro coleccionista se acercó a darle el último adiós aquella mañana de enero del 89. Como su propia hermana diría, aquello solo era una amalgama de hombres grises, de trajeados que solo buscaban salir en la foto, que no sentían aprecio alguno por el que fue el gran pintor surrealista en España.

Tendría para escribir decenas de líneas hablando de lo hondo que ha calado en mí el fanático artista, y ojo, dejo de lado sus tendencias políticas e ideológicas porque pienso que son fruto, de nuevo, de su excentricidad enfermiza.

Me limito pues a mandarle un abrazo, por ser, simplemente, tan genial.

1 comentario:

PennyLane dijo...

me encanta tu visión de Dalí.... y la comparto.
Era un genio, y afortunadamente podemos disfrutarlo todavía.

BEXETS!