Cada vez son más originales.
Ahora ya no sólo se centran en la política para tratar de hacer campaña contra un partido o una personalidad concreta como haría Michael Moore en su Bowling for Columbine, sino que van más allá y a quien ha querido derribar Morgan esta vez ha sido a las multinacionales de fast food, y en concreto, a McDonald, pionera number one en los Estados Unidos.
Como bien dice en su epílogo, hoy por hoy casi todo el mundo sabe que no debe ser bueno comer tres veces al día en un restaurante de este estilo, ni siquiera aceptamos hacer más de dos comidas a base de grasas y colesteroles envasados a la semana.
Hay quien, como una servidora, puede pasarse cuatro o cinco meses sin pisar uno de ellos.
El McDonalds y todos sus pequeños hermanos deben ser tomados como alternativa eventual a una comida rápida y considerablemente asequible a la que recurres muy de vez en cuando para que te saque de un apuro. No debe haber –y hablo sin datos- muchos españoles que se alimenten exclusivamente de Burger Kings. Pero cuando hablamos de USA la cosa cambia considerablemente.
Este documental contiene una buena dosis de declaraciones de personas que reconocen no entender la comida y su alimentación más allá de los ‘arcos dorados’ de la M de McDo.
Es tal la obsesión y los resultados claramente visibles en la salud de los norteamericanos, su aumento de peso excesivo y exagerado, sus enfermedades cardiacas, sus síntomas depresivos, que Morgan decidió someterse a un mes completo (30 días) en el que todo lo que se metiera en la boca debería provenir de la lista del menú de cualquiera de los restaurantes McDonald de Estados Unidos.
Os cuento el final, sobrevivió, pero a costa de dejarse el hígado hecho paté, los niveles de colesterol, enzimas, leucocitos, plaquetas, glúcidos, etc,… por los cielos y lo que es peor, volverse impotente sexualmente hablando.
Es un tanto asqueroso y la verdad, revuelve las tripas en un par de ocasiones, ver tanta comida junta, tanta gula y esos tamaños tan encarecidamente enormes e incomibles, esas cocacolas de dos litros, los tamaños supersize de patatas con las, sólo con ellas podría alimentarme en una comida. Los helados y yogures con grasas y otros elementos ‘disgustings’… Muy navideña la peliculita, ya que en estas fechas tendemos a ponernos como cerdos y comer más allá de nuestras necesidades. Con razón hay quien dice que en USA es Navidad todos los días.
El documental está bien, porque para los que no somos de allí, nos informa de cosas que jamás podríamos haber imaginado, a pesar de que tenemos una idea un tanto exagerada de lo que se cuece por allí, se cumple aquello de que la realidad acaba superando a la ficción y este documental es una clara muestra de ellos. Si antes creías que estaban locos y era subnormales perdidos, espera a ver la cara que nos enseña Morgan, por cierto, otro inconsciente gilipollas que puso si vida en serio peligro por ‘sacar a la luz la verdad’.
Yo sigo diciéndolo, la decisión esta en nuestras manos siempre y cuando seamos responsables de nosotros mismos. Hay que alejar a los niños de los malos hábitos, pero no exclusivamente de la comida basura y no de forma especial, sino tratando de equilibrar su dieta y no asustándole con la comida basura. Si a un niño le prohibes terminantemente que vaya a un McDonalds en cuanto le des su primera paga se comprará un Big Mac. Y así con todo.
El miedo no debe ser infundido, debe estar dentro de nosotros.
La comida basura es mala, si señor, pero no mata si te comes una hamburguesa al mes. Una cosa es el boicot y otra la campaña de concienciación. Pero… ¿Dónde está la frontera en este documental?