busca entre mis delirios
domingo, abril 29, 2007
Postal para euRia (IV)
Léase al dorso:
"Qué ciudad más impresionante, euRia. Precisamente por carecer del superlativo en los adjetivos que se la puedan atribuir, por simple y sencilla, tiernamente querible, sensiblemente curiosa, intensamente misteriosa, increíblemente interesante. En ella todo depende de por donde se mire. Tiene tantas lecturas e impresiones como ojos la desnuden. Se deja descubrir ella sola, sin dar mucho juego a los planos y mapas. Sin guiar ni indicar dónde debe el viajero curioso ir a parar. Bilbao es una de esas ciudades que hemos de cuidar para que no se pierdan... Me gustó verla, pasearla en compañía, conocerla (un poco más), sentirla, reirla y despedirla. Sobre todo porque sé que podré verla de nuevo pronto, cuando quiera."
domingo, abril 22, 2007
Parte metereológico
No he perdido el norte. Lo tengo mejor localizado que nunca. Vilumbro sus luces desde aquí, desde mi centro. Hay una claridad tremenda. De esa que alegra las mañanas y hace de los atardeceres una postal. El sol brilla por aquí y me temo que también lo hará por allá. Quizá detrás de unas nubes cargaditas de aguas por caer, de esas que de grises y gruesas meten miedo al personal de tierra porque así se divierten. Pero ni siquiera ellas serán capaces de entristecer los brillos. El hombre del tiempo dice y se equivoca, consciente de que la certeza se escapa por el filo de sus palabras. Lluvias, chubascos intermitentes, cielos parcialmente nubosos, claros a mediatarde, borrasca de paso... El lenguaje meterológico es sólo una ficción, una forma de complicarlo todo, un método inventado para que lo simple parezca científico. En el fondo el sol sigue ahí, a pesar de todo y día tras día, que es lo que de verdad importa. Y yo me dispongo a alcanzar mi norte, mi norte favorito, mi tierra verde, mi pequeparaíso, mi Euskadi del alma. A reencontrarme con él. A volverle a vivir. A comprobar que sigue siendo tan fotogénico como siempre y a seguir descubriendo detalles de esos que me enamoraron una vez. Y me voy con el sur sentado a mi lado en el asiento del avión, con la maleta cargada de poca ropa de abrigo para que no pese y todo el chocolate que consideré necesario. Con una guía improvisada de sitios marcados con círculos rojos en un mapa mental. Con una lista de quéhaceres que no se olvidan. Con la promesa de que traeré una postal para euRia, que a bien seguro, le hará más gracia que cualquiera de las anteriores. Y el paraguas me lo dejo en casa.
Por cierto, para mi otro norte favorito, feliç Sant Jordi a tothom!!!
Por cierto, para mi otro norte favorito, feliç Sant Jordi a tothom!!!
miércoles, abril 18, 2007
No-Cuento
Voy a contaros una mini.historia.
Esto era una niña que creció deprisa, de esas que maduran antes de temporada. El cuento de Pinocho se lo contó la vida de un modo irónico y ciertamente desvirtuado, antes de que llegara Disney a presentar al resto de niños la versión azucarada. La escuela de la vida se le hizo cuesta arriba, la impaciencia y la hartura apremiaban y decidió que quizá ya sabía lo suficiente como para entregar el examen antes que el resto de sus compañeros. Realmente era demasiado pronto para ella, le quedaba mucho por responder y sucedió lo que era de esperar, que falló. Pero como de las inconveniencias también se aprende, la niña se levantó de aquel pequeño fracaso fuerte y robusta, dispuesta a eliminar lo que la apegaba a miedos, temores y todo aquello que le encogía el estómago impidiéndola moverse hacia delante y disfrutar de todo lo bonito. Y en los exámenes de la vida una de las preguntas que más temía era aquella que, por encima de todas, pedía que se identificara. Con un nombre, por ejemplo. Pero, ¿quien era ella? Ella era "yo". Así le habían dicho todos que debía denominarse a sí misma. ¿O acaso se referían al nombre que una vez hace muchos años sus padres le pegaron a la tarjeta burocrática plastificada?
Y cuando se le examinaba sobre quién era ella, cómo, así, o asá, y por qué, la angustia existencial se le echaba encima como si se hubiera soltado un contrafuerte y las etiquetas se desprendieran del mural encima suyo. No era capaz de poner nada en aquellos huecos sencillamente porque no quería identificarse con algo que ella no era. Quizá era también porque siempre le pareció una forma más de esclavizarse tontamente por voluntad propia... De cualquier modo, entendió pronto que ella no quería ser 'yo', ni 'ella', no quería ser una imagen de algo que no se acaba de ver por etéreo_enorme_interno, ni un símbolo de una personalidad que nadie como ella misma leerá nunca. Que no quería elegir entre el catálogo de diferentes identificaciones porque elegir supone desechar, angustiarse, equivocarse, rectificar..., pasarse la vida cambiando de identificación o decidir no evolucionar internamente nunca para no tener que cambiar la etiqueta. Que no quería sentirse como un objeto vendible, inerte y muerto, que son los únicos que no cambian nunca y que por tanto pueden seguir siendo lo que alguien dijo una vez que son para siempre.
Y la niña sonrió mientras pasaba de pregunta, satisfecha de dejarla en blanco, despreocupada por el peso que se había quitado de encima, y feliz, más que nunca antes, viendo lo que había dejado atrás más allá de la pregunta, y lo cerca que se sentía de aquello que alguien alguna vez llamó conciencia...
Esto era una niña que creció deprisa, de esas que maduran antes de temporada. El cuento de Pinocho se lo contó la vida de un modo irónico y ciertamente desvirtuado, antes de que llegara Disney a presentar al resto de niños la versión azucarada. La escuela de la vida se le hizo cuesta arriba, la impaciencia y la hartura apremiaban y decidió que quizá ya sabía lo suficiente como para entregar el examen antes que el resto de sus compañeros. Realmente era demasiado pronto para ella, le quedaba mucho por responder y sucedió lo que era de esperar, que falló. Pero como de las inconveniencias también se aprende, la niña se levantó de aquel pequeño fracaso fuerte y robusta, dispuesta a eliminar lo que la apegaba a miedos, temores y todo aquello que le encogía el estómago impidiéndola moverse hacia delante y disfrutar de todo lo bonito. Y en los exámenes de la vida una de las preguntas que más temía era aquella que, por encima de todas, pedía que se identificara. Con un nombre, por ejemplo. Pero, ¿quien era ella? Ella era "yo". Así le habían dicho todos que debía denominarse a sí misma. ¿O acaso se referían al nombre que una vez hace muchos años sus padres le pegaron a la tarjeta burocrática plastificada?
Y cuando se le examinaba sobre quién era ella, cómo, así, o asá, y por qué, la angustia existencial se le echaba encima como si se hubiera soltado un contrafuerte y las etiquetas se desprendieran del mural encima suyo. No era capaz de poner nada en aquellos huecos sencillamente porque no quería identificarse con algo que ella no era. Quizá era también porque siempre le pareció una forma más de esclavizarse tontamente por voluntad propia... De cualquier modo, entendió pronto que ella no quería ser 'yo', ni 'ella', no quería ser una imagen de algo que no se acaba de ver por etéreo_enorme_interno, ni un símbolo de una personalidad que nadie como ella misma leerá nunca. Que no quería elegir entre el catálogo de diferentes identificaciones porque elegir supone desechar, angustiarse, equivocarse, rectificar..., pasarse la vida cambiando de identificación o decidir no evolucionar internamente nunca para no tener que cambiar la etiqueta. Que no quería sentirse como un objeto vendible, inerte y muerto, que son los únicos que no cambian nunca y que por tanto pueden seguir siendo lo que alguien dijo una vez que son para siempre.
Y la niña sonrió mientras pasaba de pregunta, satisfecha de dejarla en blanco, despreocupada por el peso que se había quitado de encima, y feliz, más que nunca antes, viendo lo que había dejado atrás más allá de la pregunta, y lo cerca que se sentía de aquello que alguien alguna vez llamó conciencia...
martes, abril 17, 2007
Ser total
En cierta ocasión mis delirios hablaban de mi amor por la imperfección. Comentábamos juntos (tú, ellos, nosotros) lo acertado de aquellos que aseguran que la clave de lo realmente genial está en aceptar y disfrutar la antesala de la perfección sin esperar que haya nada más_mejor después. Aquel delirio aseverado se reafirma hoy en mis convicciones. Sigue existiendo en mis nervios una especial manía hacia las personas que persiguen la perfección como si realmente existiera, que se estresan en el proceso de búsqueda y consecución, que se agobian al no conseguirlo y que al final se castigan, fustigan y culpan por incapaces. O hacia aquellas que te miran como esperando que jamás vayas a cometer una humanidad que te despoje del disfraz que ellos mismos te colgaron. A mi me encantan las personas imperfectas, cada una a su manera. Es la única manera que encontré de distinguir mi vida real de mi vida onírica_inconsciente. Realidad o sueño: su frontera, en la imperfección. Y yo, que vivo siendo la imperfeccción reificada, actúo en consecuencia. Nunca afronto nada de esta vida mía pretendiendo alcanzar ese orgasmo de orgullos y egos que es la perfección. Simplemente trato de hacerlo bien, lo mejor que me sea posible, imperfectamente perfecta, que no es poco. Y aunque suena a justificación de esas que una tiene preparada momentos antes de que se destape que la ha cagado, prometo que es sólo un delirio más para la colección. Las conversaciones me inspiran a pensar en cómo estoy siendo. Se me descubren los entresijos de mi ser cuando interacciono con un centro separado, con una tercera persona. Y he aquí mi último hallazgo; mi aspiración es la de ser total. No hacer las cosas perfectas, sino totalmente. Por eso cuando hago mi trabajo, lo hago del todo. O cuando quiero, quiero con todo mi ser. O cuando me enfado, me enfado completamente. O cuando decido que me voy, no vuelvo a aparecer. Y por eso cuando los que no entienden esto me atacan con su perfeccionismo diciéndome que eso 'no está bien', o que 'podría estar mejor', me vuelvo sorda totalmente, esquivando el ruido de sus egos hostiles y deleitándome con el silencio interno. Y sigo adelante, disfrutando totalmente de todo, porque es el mejor modo que nadie me ha enseñado de llegar a la casi.felicidad.
jueves, abril 12, 2007
Postal para euRia (III)
Léase al dorso:
"Llega tarde esta postal. Lo sé porque la mandé casi cuando me venía. Porque intuyo que los carteros sevillanos tendrán su mente entre el final de su Pasión y el comienzo de la Feria que ya se huele a menos de dos semanas de que llegue de verdad. Pero te escribo, más que por lo de lo prometido es deuda, porque se ha hecho una costumbre de mis últimas escapaditas. Seguro que cuando llegue esto a tus ojos ya te lo habré contado por otros medios, pero insisto en las palabras, que parecen que con una imagen pegada atrás pesan y dicen más. Ha sido una mini.semana santa especial_particular_curiosa_encantadora. Aquello que dicen que la ciudad de Sevilla se dobla por la mitad en torno al mediodía es cierto. Dos ciudades para dos tonos lumínicos. Dos carácteres para un mismo alma. De día, las cervecitas con sus tapas, la gente sentada en las terracitas mirando al cielo desafiantes_rogando por que no llueva, las compras del mediodía, paseos por los parques, turistas haciendo fotos. De tarde, penitencia, nazarenos azules.blancos.negros, cirios, cruces, el palio, el misterio, el capataz poniendo orden, la banda acongojando de fuera para adentro. Emocionante, distinto. Cien por cien Sevilla... ¡y un poco más!"
miércoles, abril 11, 2007
Amor.Odio
Porque no es verdad que ya no me guste, aunque a veces tenga que dar la razón a los que apuntan que la nuestra es la típica relación de "ni contigo ni sin tí". No es cierto que ya no disfrute de todo aquello que durante tanto tiempo me ha encantado de ella. Tampoco que lo que me dio en un pasado no tan remoto sea sólo simples recuerdos. Que quedan a ella pegados un montón de momentos que me definen, personas que he conocido, encuentros, historias que han hecho de mí un poco lo que estoy siendo ahora. No es que me haya cansado del todo y la esté cambiando ahora por otra_s. No es que las riñas que teníamos tan frecuentemente se hayan convertido esta vez en una pelea definitiva. Es cierto que siempre hemos tenido nuestras rencillas, pequeñas discusiones propias de una pareja de polos tan diferentes. Que peleábamos por tonterías. Que a veces no podía entender cómo era así de... suya. Que lo que nos separaba a veces parecía más de lo que nos unía. Que nuestras discrepancias en el modo de entender la sociedad, de vivir la vida y de hacer del día a día algo propio de cada una, formaban a veces una gran zanja entre nosotras, insalvable a simple vista. Pero en cambio me sigo acordando de los paseos Fuencarral abajo con Tom Waits sonando de fondo y la luz de la tarde agonizando, o las caipirinhas con que poníamos estrellitas a la noche, de los mediodías de mayo entre el sol y el cesped de los jardines de Plaza de Oriente, de la cantidad de fotos que con que la disparé aleatoriamente y casi sin mirar, de los cafés a mediatarde en la Plaza de los Cubos, de nuestra primera vez en tantos restaurantes, de los paseos con que me acompaña al cine cada fin de semana desde hace casi dos años, de las tardes improvisadas en la Filmoteca, de las mañanas de domingo en el Reina Sofía, de las escapadas a lo loco a la Sierra, de la cervecitas en el cesped de la facultad, de las búsquedas frustrantes de libros en 8ymedio, de las miles de risas compartidas, de los millones de anécdotas... Me acuerdo de lo mucho que me gusta descubrirla aún ahora que ya no me espero encontrar nada nuevo. De lo alucinante que es que me siga sorprendiendo después de todo. Pienso en lo genial que nos lo pasamos juntas. Pienso en todo y me doy cuenta... ¡cuanto quiero a mi Madrid!
lunes, abril 09, 2007
La Pasión según Sevilla
Voy volviendo deprisa pero sin muchas ganas, con acumulación de recuerdos y pereza por ordenarlos. Regreso volando en un AVE que circula deprisa, atravesando tierras de paso que parecen no servir para mucho más que conformar el paisaje de sitios que, en desfile y casi inertes, me ven partir y me ven llegar.
Ya casi estoy de vuelta a mi rutina reciclada de todos los fines de semana, a la taquilla que me paga los viajes, a los autobuses y metros que me hacen perder horas en translados y transportes, a la facultad, que tira de mí como si me echara de menos. Dejo a mis espaldas una Semana Santa que se da por terminada, un viacrucis concluído, una escapada peculiar y una experiencia inolvidable. Momentos que se amontonan en mi mente como pequeños caramelos de colores, cada uno diferente, cada cual de un sabor concreto. Todos son momentos favoritos, especiales y curiososo. Todos acompañados de diferentes grados de sonrisas que van desde la más leve mueca expresando bienestar hasta la carcajada enérgica que se expulsa por desfogue.
Son muchos. Más de los que cabrían aquí, más de los que nadie querría leer.
El solito brillante y tímido entre las nubes que me dio la bienvenida. Las primeras cervecitas. La Vera Cruz erizando mis emociones. Las tapas deliciosas. La luna llena jugando con nosotras a apostarnos momentos memorables. Santa Marta doblando la esquina ya de regreso a su casita. Los paseos a tientas por el Arenal. Los sevillanos llorando a las lluvias por estropearles el Martes Santo. Los desayuno_almuerzo improvisados pero con gracia. La Candelaria abriéndose paso por El Salvador a golpe de susto. La noche en el sillón al calor de la estufita y con House haciendo de las suyas. El paseo por el parque de la mano de conversaciones contundentes_necesarias_reveladoras. La casa de Tomás y el buen ambiente que se intuye en ella aún vacía, aún sin él cerquita. Comidita casera de una mamá que no es la mía. Sobremesa con un postre delicioso, eléctrico, dulce, intenso. Encuentro sevileño. El Baratillo interminable. Cervecitas y tratos firmados en el aire en La Moneda. El miércoles mejorando por momentos. Risas que nos dejamos por el camino. Planes que se nos caen por los adoquines. Una última noche. Un hasta luego con fecha de regreso. El camino interminable hasta el coche y el asiento de este AVE raudo. Canciones aleatorias en mi móvil. Irme consciente de que me he dejado un poco más de lo mejor. Llegar sabiendo que me quedé con mucho de lo más mejor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)