hay un virus en el aire que está dejando con bajas defensas a muchos pacientes. se trata de una cepa que ataca primeramente al sistema cognitivo, generando altas décimas de incertidumbre y dudas, después mina el sistema inmunológico congestionando relaciones interpersonales, y por último, daña los procesos neuroquímicos provocando abundante mucosidad y lagrimeo ocular. avisados quedáis.
yo, que eso de leer entre líneas nunca se me dio bien, que me cuesta un trabajo enorme descifrar las inferencias interpretativas, que nunca supe ver con claridad los paréntesis explicativos invisibles y que me considero absolutamente torpe con los rompecabezas, me sorprendo todavía viéndome en el papel de la farmacéutica empática del virus en cuestión.
a todo esto, no han sido dos ni tres las veces que han apuntado hacia mi persona la sentencia de que no soy fácil de entender. o que no me dejo conocer. o que no se me llegar a comprender del todo nunca. yo, en cambio, me siento bastante sencilla. simplona, sí, por qué no admitirlo. llana y sin muchas curvas, fácil. claro, que igual es cosa mía, por aquello de verse desde dentro y ver a los demás, y sus problemas y coyunturas drámaticas frente a las tuyas, el abismo que os separa y el vértigo que genera la distancia.
así que, aquí estoy yo. una investigadora precaria y de pacotilla, que pretende dar cuenta de la psicología humana de los individuos y de los modos de comportarse como agentes en sociedad, batiendo en abstracto a toda potencia epistemologías teóricas que intentan ofrecer un sentido a epidemias y males como el que nos acechan, y al mismo tiempo, frustrada por la inutilidad de todo esto.
si no fuera por la ilusión que me empuja cada día y por estas irrefrenables ganas de hacer más, de hacerlo mejor y de revolucionar un poquito todo, qué sería de mí, compañeros...
lo de siempre. los investigadores sociales nunca damos soluciones. sólo planteamos realidades, y si acaso, alternativas. así que lo dicho; si os acecha el virus, klinex, sopitas, mantita y películas (evitando las excesivamente azucaradas o, comúnmente conocidas como pastelosas). y si todo eso, no os funciona, ya sabéis donde tenéis mis grajeas de empatía...
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