· La Caída (Albert Camus, 1956).
Justo un año antes de que le concedieran el Premio Nobel de Literatura y con dos obras tan importantes como “El Extranjero” y “La Peste” a sus espaldas, Albert Camus en esta su última novela narra en un tono filosófico y de gran calado reflexivo la desesperación del hombre contemporáneo que se ve condenado a codearse con lo absurdo y lo hostil en su día a día. Lo peculiar, y quizá la clave que hace que resulte tan claramente maravilloso, reside en la narración en primera persona, a modo de monólogo en el que los personajes secundarios no existen para el lector pero que sin embargo, en algún lugar entre las líneas y nuestros ojos existen en realidad. Un diálogo consigo mismo en el que desbarra acerca de lo que nos inquieta a todos hoy por hoy, y aunque nos separen de Camus casi media década, observamos sorprendidos lo poco que han cambiado las inquietudes y preocupaciones del hombre moderno que quiere, pero no logra, integrarse en la sociedad. Es una lectura más allá de lo que cuenta y vive el personaje; el lector se ve obligado a parar al terminar un párrafo y reflexionar acerca de lo que ha leído. Es casi imposible realizar una lectura pasiva y mecánica de “La Caída”. Te implica directamente, te hace participar en sus ideas y casi busca en ti la respuesta a sus cuestiones. Es lo más cercano que nunca he estado ni estaré de tener una charla en torno a una buena taza de café con el genialísimo Camus.
· El eterno marido (Fiodor M. Dostoyevski, 1870).
Después de la lectura de "Noches Blancas" (1848), me sentía preparada para pasar a palabras mayores con Fiodor. Efectivamente, con respecto a esta última, "El Eterno marido" constituye una novela mucho más lograda que lo que resultaba el conciso cuento y relato corto sentimental de "Noches Blancas". Desarrollado en torno al triángulo marido-esposa-amante, nos traslada a través de un lenguaje soberbio y eficaz unos momentos en la vida de Velchaninov; un perfecto Don Juan -que para sí quisiera Zorrilla- que vive en sus pieles una tragicomedia tornada por momentos más y más inverosímil y sorprendente con la visita de su antiguo amigo y compañero Pavel Pavlovich. Una relación de a dos que acaba desembocando en las más histéricas conversaciones y los sucesos más extraordinarios. Ya de por sí, el libro hace sonreír en según qué pasajes concretos, pero al mismo tiempo que te sorprendes desternillándote de algo bastante patético y triste, la mueca de tu cara transciende hacia aquello tan importante y grave que excede de los límites de la experiencia. Kant hubiera disfrutado de lo lindo con este librito en sus manos.
Lo que no me gusta en absoluto es su resolución final. Ya sabéis que no es propio de mí ir estropeando películas o lecturas con alguna importuna revelación, así que, intentando omitir datos que puedan fastidiaros esta posible futura y recomendadísima lectura, os diré que, no sé si debido a exigencias de editores o por presiones de la censura, existe una especie de doble final a modo de epílogo en el que todo el espíritu de la obra se va al garete. Es una forma no muy fiel de terminar lo que empezó que parece no estar escrita por la misma persona que las 170 páginas anteriores. No llega a estropear el conjunto pero sí que evita que cierres con tremenda y pasional satisfacción la contraportada.
· La Biblia de Neón (John Kennedy Toole, 1989)
Un día cualquiera del mes de marzo de 1969, el joven John Kennedy Toole de tan sólo 31 años, viajó impenitentemente en su coche hasta el Golfo de México, estacionó en un lugar apartado cercano a Missisipi y conectando con una manga el tubo de escape con el interior del vehículo, acabó con su insustancial y sinsentido vida. Tan sólo 7 años después, su madre, la persona que más le había querido nunca y sin duda, la que más enfado acumuló al enterarse de la muerte de su “tesoro”, logró que un editor publicara un libro inédito hasta el momento que encontró entre los objetos personales de John. En 1981, “La conjura de los necios” obtenía el Premio Pulitzer. Muerto había conseguido lo que tanto perseguía estando vivo; algo substancial que le diera color y aroma a la vida que, para él, carecía de incentivos. Ya famoso y reputado, en 1989 salió a la luz un relato bastante más corto que fue concebido cuando Toole tenía tan sólo 15 años. Se trata pues de “La Biblia de neón”, la primera novela que se ha encontrado hasta la fecha de un pequeño genio que, de haber vivido el éxito cosechado, seguro hubiera acabado pervirtiéndonos el gusto.
“La Biblia de Neón” es un relato menor, nada comparable con “La conjura”, pues en este último se mastica la madurez y el ingenio desbordante de un Toole joven pero sobradamente preparado. En esta su primera novela se narra la vida de un niño provinciano que vive en una población extremadamente miserable en los Estados del Sur. Su día a día transcurre entre el colegio y su casa, donde una madre echada a perder y su tía Mae que roza ya los 70, hacen de David un niño obligado a crecer rápidamente y a aprender de la malevolencia y fanatismo de la Iglesia de su condado. Según avanzamos en páginas, David va creciendo y madurando, y a través de un sentido del humor un tanto oscuro y mordaz, el lector se da cuenta de qué diferente fue la generación de los 50’ con respecto a la nuestra. Media década nos separan y hasta qué punto nos han hecho cambiar.
3 comentarios:
hija q suerte tener tanto tiempo para leer. con el curro no tengo tiempo pa ná, me pongo a leer antes de acostarme y caigo rendida a los 5 minutos.
el último q leí fue "ensayo sobre la lucidez" de saramago.
ahora retomo narrativa completa de dorothy parker y tengo pendiente sin plumas de woody allen.
BEXETS!
eyyyyyyyy
pues el de doris parker le tengo yo pendiente... cuando lo leas, me dices si te ha gustado... ;)
un besillo!!!
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