5x2, 2004

François Ozon (8 mujeres, Swimming Pool, Une robe d'été, Sitcom, Gotas de agua sobre piedras calientes…) se adentra en el trillado mundo de la relación de pareja con esta peculiar película que se aleja de lo trivial y acostumbrado; un retrato serio, maduro, inteligente y adulto de las conexiones entre un hombre y una mujer.
Como su mismo título indica, separa el principio y el fin de la vida de dos personas en cinco etapas. Lo curioso es que decide Ozon dar la vuelta a la tortilla, y siguiendo la controversia y obedeciendo a la contracorriente a la que es adepto, empieza por el final.
La película abre con la separación legal y administrativa de dos personas heterosexuales (remarco esto, pues en Ozon lo que solemos encontrar de cara al amor es contenido gay) que, con hijo compartido, deciden poner fin a sus vidas conjuntas e iniciar una etapa en la que cada cual decida su destino.
Avanza la película retrocediendo en el tiempo, de modo que vamos observando el progresivo deterioro de una relación y las fallas y heridas que ésta va a abriendo.
Esta estructuración backwards, que seguramente ahuyente al público general, carece de lo que se podría esperar en esta época; baratos efectismos y una falsa sensación de pretensión. Lejos de todo esto, resulta una agradable manera de observar una relación en la dirección contraria a la que se está acostumbrado a vivirla, nos ayuda a conocer mejor a los personajes, sus impulsos y sentimientos y aprender de los errores que ellos en algún momento cometieron. Al mismo tiempo constituye un recurso bellísimo y casi perfecto con el que el director ha convertido una película de ruptura, dolor, separación, en un desenlace bonito y esperanzador. A pesar de que sabemos que esa pareja se han separado, la película termina con un irónico happy-end (pues la última secuencia es precisamente con la que ellos se conocieron y dieron inicio a su relación).

El reparto es sencillamente excepcional, en concreto Marion (Valeria Bruni Tedeschi, hermana, por cierto, de la cantante Carla Bruni), interpreta a una compleja y poco determinada mujer que acaba viendo como su marido, esa persona a la que dedico en exclusiva su amor, y en la que volcó toda su dependencia, va consumiendo su vida.

Él, Gilles (Stephane Freiss) es el prototipo de perfecto egoísta, un marido poco deseable que centra sus esfuerzos en conseguir a toda cosa lo que sólo él desea, y que usará a la mujer a favor de sus empeños. Y además de todo, resulta ser un personaje obsesionado con el sexo, y en este sentido, por supuesto, también hará uso de su mujer, como objeto de su propiedad para obtener su satisfacción.

La película está aderezada con una estupenda banda sonora a base de canciones italianas que acompañan a los personajes, los ven hacerse más jóvenes… Los protagonistas de esta pareja, peculiar y ordinaria al mismo tiempo, rejuvenecen con el paso del metraje. Su caracterización, lograda donde las haya, nos muestra a una pareja que, a medida que ganan amor se están haciendo más jóvenes. El tiempo, como la edad, sólo logrará destrozar del todo esta relación.