busca entre mis delirios
miércoles, abril 30, 2008
alejamiento
esa sensación tengo.
tan simple como un zoom de alejamiento ininterrumpido a velocidad lenta.
como cuando alarags la mano para coger algo y no calculaste bien la distancia que lo separaba de tí y no logras asirlo por más que te estires.
como si todo estuviera más lejos, más inalcanzable, más imposible y más difuso cada vez.
como si todo a mi alrededor estuviera empequeñeciendo ante mis ojos sin siquiera advertirme de si algún día directamente dejaré de verlo.
así, justo así me siento; en un zoom de alejamiento hacia no sé muy bien donde.
miércoles, abril 16, 2008
con permiso
Me vais a ayudar y ni siquiera os vais a dar cuenta. Veréis, llevo exactamente 45 minutos dando vueltas en la cama, sola, a oscuras, relativamente cansada y con el firme y fracasado propósito de quedarme dormida lo antes posible. Y no puedo porque sobre mi cabeza pesan quilos de asuntos que han sobrevolado mi día de hoy de alguna manera y si acaso también de los últimos tres o cuatro. Ahí tendida se te viene todo encima y ni siquiera te pide permiso. Pensaba en lo maravillosa que había sido mi tarde de hoy, cómo una película cualquiera en su compañía se hace una de las mejores que he visto últimamente. Cómo es capaz de hacerme reir tanto y tan fácilmente, haciéndome cuestionar si no tendrá en su posesión unos polvos de esos mágicos que estoy segura que no existen. Que reifica el amor en cada momento, y que aún no le he pillado el prestigio. Divagaba sobre una decisión importante, un cambio de trabajo y de rutina y por tanto así también de vida. Un paso hacia una dirección que aún no sé bien si avanza, o retrocede, o simplemente se cambia de posición. Y sobre otra decisión bien diferente que tomé hace poco y que espero que sea la correcta, de modo que no nos hagamos más daño y que, con suerte y cruzo los dedos, sólo haya sonrisas para el resto de nuestros días. Y también sobre un mensaje y una llamada que ha recibido mi móvil esta noche. Uno de esos instantes en que tardas en reaccionar porque la sorpresa lo está celebrando por dentro. Que me ha leído el sentimiento, pues era justo eso lo que venía necesitando: esa voz, justo la suya, y esas palabras. Que no recibió mi mensaje del todo pero sólo necesita saber que la quiero muchísimo, seguramente más de lo que ella se piensa, y que sigo aquí para todo, como siempre. Y por pensar, pensaba en planes de verano, en viajes, en festivales de música, en que tengo ganas de ver a mi vasquita y descubrir si va todo bien, y que espero que me de tiempo a terminar los cuatro trabajos antes de finales de semana, y que me apetece un montón compartir una cerveza con mi zevillano favorito de visita en mi ciudaz, y que me hace falta un café alargado una tarde de estas, y que quiero dejar de tomarme el asqueroso jarabe y la maldita pastilla, y que Leconte me ha puesto tonta esta noche con la película más apropiada para el momento. Que me gusta escribir para nadie sabiendo que alguien me lee, que no sé cómo pedir perdón por posts como este y cómo agradecéroslo después de todo. Que me encanta teneros, a cada uno de vosotros, aunque a muchos no os conozca, aunque a otros no os vea a menudo. Que la noche me vuelve melancólica y sin quererlo se me escapan dos lágrimas pixeladas entre los lunares. Que es momento de de dormir, o eso deberíais estar haciendo todos a estas horas...
martes, abril 15, 2008
expresiones
Me gusta decir que te echo de menos, que te extraño, o que empiezo a necesitar volver a saber de tí. Hay en esa fórmula lingüística un encanto ponderado que une a dos personas por un instante que hasta entonces habían estado separadas. En ese momento de comunión entre el "te echo de menos" y la recepción de la expresión, se reconcilian dos voces, la que lo siente y lo dice y la que escucha, callada. No tienen por qué ser simultáneas; la eterna carta manuscrita llevará al menos dos o tres días ser recibida, el email quizá unas cuantas horas, un mensaje en el móvil, nunca se sabe. Y es curioso, normalmente se expulsa esa frase ante un mutismo que escuece, o duele, o pica, o molesta, a veces acordado, otras fortuíto, y en casos extremos, obligado. Incluso cuando se escoge como momento idóneo una llamada telefónica, hay un silencio al otro lado. Aún así casi siempre sucede en un momento de ausencia, de distancia, tal vez. Dos personas que están lejos, que no mantienen contacto, que no se hablan, ni se leen. Es una expresión perfecta, de las más bonitas que existen en nuestro lenguaje. El alma sale por nuestra boca hablando por sí sola de lo que siente porque no tiene, de lo que quiere porque te quiere. Y si acaso hubiera una razón por encima del resto por la que me gusta tanto esta expresión, sería seguro la sonrisa involuntaria con la que con suerte quien calla, recibe, lee o escucha, asiente como respuesta.
jueves, abril 10, 2008
una cosa inestable
Claro que en amor no puede haber nunca calma, porque lo que se logra es tan sólo nuevo punto de partida para más desear. (...) Y, sin embargo, a mi debiera haberme atormentado precisamente lo que, por el contrario, me tranquilizaba, aquello que yo consideraba la felicidad. Porque la felicidad es en amor un estado anormal, en el cual cualquier accidente, por aparentemente sencillo que sea, y que puede ocurrir en todo momento, cobra una gravedad que no implicaría por sí sólo dicho accidente. Lo que constituye nuestra felicidad es la presencia en el corazón de una cosa inestable que nos arreglamos de modo que se mantenga perpetuamente, y que casi no notamos mientras no hay algo que la desplace. En realidad en el amor hay un padecer permanente, que la alegría neutraliza, aplaza y da virtualidad, pero que en cualquier instante puede convertirse en aquello que hubiese sido desde el primer momento de no haber dado todo lo que pedia, es decir, en pena atroz.
Marcel Proust · En Busca del tiempo perdido: 2. A la sombra de las muchachas en flor
Marcel Proust · En Busca del tiempo perdido: 2. A la sombra de las muchachas en flor
miércoles, abril 09, 2008
prescripción
Me encantan los médicos que recetan reposo. Es una especie única de las que no se encuentran fácilmente, aquellos que prescinden de términos ininteligibles que nada aclaran para designar dolencias que tú sabes muy bien en qué consisten, que no te mandan una medicina superpoderosa que acaba haciéndote un pequeño agujerito en la boca del estómago, dejando sin resolver la dolencia motivo de la consulta y provocando otra mucho más irritante. Estoy afónica, y eso no hace falta que lo certifique nadie. Y mi cabeza parece que va a estallar de aquí a nada todo el rato. Y tengo fiebre, pero sólo a ratitos, a saltitos entre los 37 y medio y los 38 y poco. Y eso es muy raro en mí. Puedo contar con los dedos de la mano las veces en mi vida que el termómetro me ha dado un susto. Quizá sea por eso por lo que hoy todos a mi alrededor andan un poco revolucionados, preocupados, apenados. Me sonrío, a veces hay que sorprender también de estas maneras. Vuelvo a casa temblorosa y algo débil con tres recetas en la mano. Un jarabe y un antiinflamatorio, que adquirirá algún alma caritativa por mi en la farmacia, y mucho cariño y mimos ricos de primavera, que tomaré prestados a aquellos que tan bien me están cuidando y que tan pendientes están de mí. La buena noticia es que estaré callada -oralmente- por algún tiempo. La mala, que en cuanto remita los pinchazos de la migraña, estaré dando la lata por aquí para contrarrestar. Y eso no me lo ha recetado el médico, pero la automedicación no es tan mala si cura...
lunes, abril 07, 2008
notas en la moleskine
· I ·
A ver si un día me acuerdo y os cuento mi historia con Barcelona. Cómo me enamoré de ella sin apenas proponérmelo, sin siquiera darme cuenta, por qué nos peleamos en su momento, aquellos ratitos en que nos dejamos de hablar por sólo unas horas, y los momentos que hemos compartido juntas, que valen más que cualquiera de los silencios que nos escupimos. Lo bien que me conoce, lo estupendamente que me escucha, lo genial que me cuida, el cariño que me regala y lo mucho que me divierto con ella. Lo bien que me siento si comparto presente a su lado y la tanta vida que me da respirar del mismo aire que ella.
· II ·
Ahora llega el AVE a Barcelona y no es una gran noticia. Para las relaciones en la distancia nunca hay buenas noticias. Los nuevos Siemens que ha comprado Renfe no acortan la distancia, pero sí la recorre más deprisa. Esos 640 kilómetros siguen siendo exactamente los mismos 640 kilómetros que hace un año, que hace dos o que hace tres, sólo que ahora te lleva sólo tres horas superarlos. Sólo tres horas y ya estás allí, con ella, con ellos, por unos días, en un simulacro de vacaciones, pero allí, con ella y con ellos al fin y al cabo. Y se deja querer Barcelona, no hay duda, porque no hay otra como ella. Especial, diferente, rara y auténtica. Con sus tics más personales, con los gestos que la diferencian, el acento, la gracia, el arte derrochándose por los chaflanes.
· III ·
Dos noches, tres mediodías y dos cenas. Una cama, dos almohadas, una terraza, dos cafés y cuatro galletas. Una ciudad cuando se comparte se convierte en otra diferente. Y es que todos cambiamos cuando tenemos visita.
· IV ·
Volver en AVE no cuesta menos que hacerlo en avión. Esa sensación de encogimiento de entrañas al dejar atrás la ciudad es directamente proporcional a la que sientes cuando el avión toma pista y empieza a coger altura y despegarse del suelo. Empieza de nuevo la cuenta atrás. Días en un calendario indefinido hasta nuestro próximo encuentro -que nadie sabe cuando será-. Mis ángeles, a los que agradezco tanto, y a los que con tanto cariño quiero desde mi mundito madrileño, me cuidan y protegen la distancia. Nos dejo de agradecerlos que sigan ahí y que me dediquen los huecos que no sobran. Que me insuflen tanto de todo en tan poco tiempo. Que consigan que la espera merezca la pena.
· V ·
Despedir a un AVE desde tierra firme y quieta no cuesta menos que despedir a una ciudad desde dentro de uno que se mueve poco a poco. Con el tren que se va mientras tú lo miras impasible, se pone en marcha de nuevo en cuentakilómetros -ahora de 0 a 511- y también el calendario. Se queda dentro de él, en el asiento de ventanilla de un vagón cualquiera, una maleta que no es la tuya, pero que seguramente ayudaste a componer. Una cámara de fotos con imágenes en las que te reconoces. Unas postales dentro de un bolso que ayudaste a elegir. Unas lágrimas que son las que tú tragas y unos besos que acabas de regalar. Se va parte de tí a otra punta del país. Y tú quedas en medio, a medias. En medio de ninguna parte o de todas al mismo tiempo.
· VI ·
Diez minutos hasta Tribunal. Sólo diez minutos de márgen te da la vida para que te recompongas en tu punto de partida. Si cuando llegas fuera y te toca el primer rayo de luz madrileño, ves una cara conocida que te regala un beso, un abrazo y un soplo de aire fresco todo al mismo tiempo, la angustia, la pena y la añoranza se digieren mucho mejor, tú puedes sentirte afortunada, y aunque seguirás en medio de ninguna parte, al menos podrás sentirte íntegra. Y no tendrás excusa para no sonreir. Bienvenida yo a Madrid.
A ver si un día me acuerdo y os cuento mi historia con Barcelona. Cómo me enamoré de ella sin apenas proponérmelo, sin siquiera darme cuenta, por qué nos peleamos en su momento, aquellos ratitos en que nos dejamos de hablar por sólo unas horas, y los momentos que hemos compartido juntas, que valen más que cualquiera de los silencios que nos escupimos. Lo bien que me conoce, lo estupendamente que me escucha, lo genial que me cuida, el cariño que me regala y lo mucho que me divierto con ella. Lo bien que me siento si comparto presente a su lado y la tanta vida que me da respirar del mismo aire que ella.
· II ·
Ahora llega el AVE a Barcelona y no es una gran noticia. Para las relaciones en la distancia nunca hay buenas noticias. Los nuevos Siemens que ha comprado Renfe no acortan la distancia, pero sí la recorre más deprisa. Esos 640 kilómetros siguen siendo exactamente los mismos 640 kilómetros que hace un año, que hace dos o que hace tres, sólo que ahora te lleva sólo tres horas superarlos. Sólo tres horas y ya estás allí, con ella, con ellos, por unos días, en un simulacro de vacaciones, pero allí, con ella y con ellos al fin y al cabo. Y se deja querer Barcelona, no hay duda, porque no hay otra como ella. Especial, diferente, rara y auténtica. Con sus tics más personales, con los gestos que la diferencian, el acento, la gracia, el arte derrochándose por los chaflanes.
· III ·
Dos noches, tres mediodías y dos cenas. Una cama, dos almohadas, una terraza, dos cafés y cuatro galletas. Una ciudad cuando se comparte se convierte en otra diferente. Y es que todos cambiamos cuando tenemos visita.
· IV ·
Volver en AVE no cuesta menos que hacerlo en avión. Esa sensación de encogimiento de entrañas al dejar atrás la ciudad es directamente proporcional a la que sientes cuando el avión toma pista y empieza a coger altura y despegarse del suelo. Empieza de nuevo la cuenta atrás. Días en un calendario indefinido hasta nuestro próximo encuentro -que nadie sabe cuando será-. Mis ángeles, a los que agradezco tanto, y a los que con tanto cariño quiero desde mi mundito madrileño, me cuidan y protegen la distancia. Nos dejo de agradecerlos que sigan ahí y que me dediquen los huecos que no sobran. Que me insuflen tanto de todo en tan poco tiempo. Que consigan que la espera merezca la pena.
· V ·
Despedir a un AVE desde tierra firme y quieta no cuesta menos que despedir a una ciudad desde dentro de uno que se mueve poco a poco. Con el tren que se va mientras tú lo miras impasible, se pone en marcha de nuevo en cuentakilómetros -ahora de 0 a 511- y también el calendario. Se queda dentro de él, en el asiento de ventanilla de un vagón cualquiera, una maleta que no es la tuya, pero que seguramente ayudaste a componer. Una cámara de fotos con imágenes en las que te reconoces. Unas postales dentro de un bolso que ayudaste a elegir. Unas lágrimas que son las que tú tragas y unos besos que acabas de regalar. Se va parte de tí a otra punta del país. Y tú quedas en medio, a medias. En medio de ninguna parte o de todas al mismo tiempo.
· VI ·
Diez minutos hasta Tribunal. Sólo diez minutos de márgen te da la vida para que te recompongas en tu punto de partida. Si cuando llegas fuera y te toca el primer rayo de luz madrileño, ves una cara conocida que te regala un beso, un abrazo y un soplo de aire fresco todo al mismo tiempo, la angustia, la pena y la añoranza se digieren mucho mejor, tú puedes sentirte afortunada, y aunque seguirás en medio de ninguna parte, al menos podrás sentirte íntegra. Y no tendrás excusa para no sonreir. Bienvenida yo a Madrid.
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