busca entre mis delirios
domingo, septiembre 30, 2007
orden
Ordeno mis prioridades con las tuyas. Se mezclan, se revuelven y se distancian; nos distancian. Se pelean entre sí y no logro la manera de que lleguen a un acuerdo mutuo. Teníamos un Plan (o yo tenía un plan, ya no recuerdo...), pero lo echamos abajo entre todos. Me planteo ahora la consulta popular, pero para qué, si alguien acabará por levantar la voz más que el resto y asegurará que es ilegal, que es ilegítima y que no lleva a nada. O peor, que aún haciéndola, no les gustará el resultado ni a mis prioridades ni a las tuyas. La cosulta se dará por inválida al no contentar a todos y acabará por servir a ninguno. Y aunque siempre nos quedará el referendum nacional, me niego a permitir que los que no deben, decidan por nosotros. Hablan ahora sus portavoces (la de nuestras prioridades) e interceden por ellas guiados por la voz de sus propios intereses, manipulando el diálogo y trastocando la voluntad democrática de a las que representan. Y así se ordena la agenda del día. Y también la de la semana, y la del resto que queda hasta que acabe el mes que mañana empieza. En los (pocos) huecos se acomodan nuestras ilusiones. En (alguno de) los fines de semana de noviembre, nuestra esperanza. Y en el (agobiante) estresss, la agonía del día a día. Y siguen las negociaciones; tu parte y mi parte deciden movimientos. Mientras tanto, continúa el diálogo, que no pare. Ya hablamos mañana. O si no el viernes....
sábado, septiembre 29, 2007
perfecto
... y un día sales a la calle y ves a media ciudad asomada al balcón de un playa, preguntándose quién fue el culpable de tamaña irresponsabilidad. La concha no era concha, sino perla. Alguien se dejó abierto un grifo en el Urgull. O en el Igeldo. No quedaba playa para Donostia. La arena estaba tan debajo del mar, que ya ni siquiera se podía vislumbrar. Una gran masa de agua chocaba contra la baranda, rebelde, insistente, autónoma. Y tú mientras contemplas. Y sonries. Y admiras.
Y ese helado de dos sabores de pronto es como si hincaras un diente a una manzana verde y ácida en el Ártico. O como si el after-eight hubiera pasado la noche en el congelador. Y ese momento, en la mezcla de sabores, en el paisaje del horizonte y en medio de todo el mundo lo sientes. Es perfecto. Ese momento es perfecto.
viernes, septiembre 28, 2007
acabáramos
Hoy es como quien dice mi último día aquí. Como quien dice, porque hasta el domingo por la noche no volveré a estar entre las cuatro paredes de mi cuarto. Hoy se acaba de decidir todo. Las buenas, las malas, las mejores. Las que formarán parte del palmarés, las que se quedarán en el olvido, o las que cultivarán mejor fama cuando se estrenen en pantallas comerciales. Y hoy, hoy es mi último día de 5 películas una detrás de otra. Hoy será mi última jornada de dormir 6 horas, permanecer en vigilia 18, de las cuales entre 10 y 12 serán invertidas en observar las luces que desprende una pantalla blanca. Y ya empiezo a echarlo de menos.
Cuando tocaba venir, no quería. Ahora que toca pensar en irse, no quiero.
Me empieza a abordar la nostalgia por lo que no tendré ahora que aún me quedan unas cuantas horas y dos días. En el fondo este año el Festival se ha merecido un aplauso. Sin mucho furor, pero hay que reconocerle el mérito de haber elevado el vuelo y haber recuperado nivel. El Zinemaldia de este año ha vuelto a ser un poco más lo que era hace tres. Y yo, yo lo añoro de pensar que tendrá que volver a pasar un año entero para que vuelva a estar en esta sala de redacción, con Quim Casas a mi lado tan madrugador como yo, pensando en irme yendo ya al Victoria Eugenia, y viendo tan buen cine (o al menos, buenas intenciones) de seguido en una pantalla de cine, rodeada de gente y no desde mi casa.
Ójala un día el cine de verdad salga de los festivales...
Cuando tocaba venir, no quería. Ahora que toca pensar en irse, no quiero.
Me empieza a abordar la nostalgia por lo que no tendré ahora que aún me quedan unas cuantas horas y dos días. En el fondo este año el Festival se ha merecido un aplauso. Sin mucho furor, pero hay que reconocerle el mérito de haber elevado el vuelo y haber recuperado nivel. El Zinemaldia de este año ha vuelto a ser un poco más lo que era hace tres. Y yo, yo lo añoro de pensar que tendrá que volver a pasar un año entero para que vuelva a estar en esta sala de redacción, con Quim Casas a mi lado tan madrugador como yo, pensando en irme yendo ya al Victoria Eugenia, y viendo tan buen cine (o al menos, buenas intenciones) de seguido en una pantalla de cine, rodeada de gente y no desde mi casa.
Ójala un día el cine de verdad salga de los festivales...
jueves, septiembre 27, 2007
salpicando
No es un juego de palabras. La sal me salpica y me pica allá donde voy. El mar está revuelto desde que llegué. Las olas se empeñan en jugar con nosotros a ver a quien deja más mojado. La gente por aquí, la misma de todos los años. Las pelis... las pelis regulares, o reguleras, aunque ya hablaremos de eso. Y yo, yo... yo aquí ando. Entre Donostia y el Zinemaldia. Del Kursaal al Victoria Eugenia pasando por el Principal. Cinco pases de prensa al día. Más de 9 horas en películas una detrás de otra. Mucho frio. Mucho aire. Mucha lluvia. Sirimiri todo el día. Gente guapa en cada esquina. El Boyero durmiéndose a ronquido abierto en cada peli. Para comer, un plato combinado. Para cenar, dos pintxos en quince minutos.
Os echo de menos. Pero eso sobra decirlo...
Muxus para todos
lunes, septiembre 24, 2007
de paso
Paro de paso para decir hola y adios.
Hola a mi familia, que me acoge una semana después repitiéndome lo bien que me sienta el sur, el buen aspecto que traigo y lo contenta que se me ve.
Adios a los mismos, que me ven marchar otra vez, rumbo norte ahora, directa a la ciudad del cine, a Donostia, a su festival, su gente, las salas de prensa repletas, el Kursaal hasta arriba, el Victoria Eugenia recién inaugurado, el ambientillo especial de este mes tan peculiar.
Vengo y me voy sola. Para bien o para mal. Justo después de siete días felices y maravillosos en mi Sevilla favorita, sacándole todo el jugo que pude. Y cruzo la península en menos de 12 horas, de sur a norte, para volver al centro y rebotar hasta Barcelona. Ese es mi ritmo de viaje. Ese es mi pulso de septiembre. Mis últimos 18 días de vacaciones en todo el año. Vivo de aquí para allá, pero siempre os llevo dentro a tí, a tí y a tí. No os olvido a ninguno entre mi equipaje. Habrá postales para todos. Promesa. Nos vemos.
Hola a mi familia, que me acoge una semana después repitiéndome lo bien que me sienta el sur, el buen aspecto que traigo y lo contenta que se me ve.
Adios a los mismos, que me ven marchar otra vez, rumbo norte ahora, directa a la ciudad del cine, a Donostia, a su festival, su gente, las salas de prensa repletas, el Kursaal hasta arriba, el Victoria Eugenia recién inaugurado, el ambientillo especial de este mes tan peculiar.
Vengo y me voy sola. Para bien o para mal. Justo después de siete días felices y maravillosos en mi Sevilla favorita, sacándole todo el jugo que pude. Y cruzo la península en menos de 12 horas, de sur a norte, para volver al centro y rebotar hasta Barcelona. Ese es mi ritmo de viaje. Ese es mi pulso de septiembre. Mis últimos 18 días de vacaciones en todo el año. Vivo de aquí para allá, pero siempre os llevo dentro a tí, a tí y a tí. No os olvido a ninguno entre mi equipaje. Habrá postales para todos. Promesa. Nos vemos.
martes, septiembre 11, 2007
firenze - italia
No sé bien por qué. En un cúmulo de pensamientos amontonados muy de pronto y sin orden racional, he acabado yédome lejos, muy lejos de aquí, un poco más de seis años atrás en mi vida cronológica, a aquel maravilloso y accidentado verano de 2001, juntos sin estarlo, compartiendo por separado, viviendo de refilón y conociéndonos sin darnos cuenta en aquella ciudad que nos vio llegar, renacer y marchar. El primer verano de mi vida.
La avioneta que daba (peligrosos) tumbos entre roma y florencia. El aeropuerto y sus personajes nocturnos. La señora gorda que traficaba con niños. La primera noche en la ciudad del Arte pasada en el parking de aquel apeadero. Tu casa, tu casero, el compañero de piso que se asoma desnudo a la ventana para saludarnos. Tu cama "very broken and dangerous". La casa, mi casa. Mi casera, que se negaba a hablarme en otro idioma que no fuera el suyo. El Istituto. Su gente. Mariajosé. Las mejicanas. Aquel italiano que improvisábamos por momentos y amábamos de seguido mientras tratábamos de aprenderlo. Las mañanas muy madrugadas sola en la piazza della signoria, saludando al del quiosco que me vendía la repubblica al abrir su puestecito. Las tardes en los del Boboli. Los paseos por el Lungarno arriba y abajo, perdiendo el norte y acabando donde empecé. Las (cientos de) fotos. La noche en la ópera viendo Carmen. Los Uffizi una y mil veces hasta caer en la desesperación. Acordarme de Stendhal sin haberle tenido el placer. Nello y el secuestro voluntario. La moto que apareció de la nada y con las luces apagadas. La noche de infarto. La mañana en el hospital. La tarde en la comandanzia del aeropuerto donde me convertí en tu hermana por primera vez. El vuelo de regreso, con la herida supurando, pero grandes sonrisas reflejadas en la ventanilla....
Esa y todas las demás veces que volvimos. Los agridulces del recuerdo traicionan a veces. Muchas veces. Pero quedan las instantáneas frente a santa croce entre los miles de turistas, o la maleta que compramos en el mercadillo cuando empezaba a faltarnos espacio, o los atardeceres de horas muertas en el ponte vecchio viendo pasar la gente sin más, o la accademia, esta vez sí, esta vez desde dentro, o la nunca última visita a los pitti y los uffizi, o los helados de manzana ácida, o esa sensación tan genial de sentirte polizón y saber que haces lo correcto, o el café de 10 euros (unavezenlavida) cara a cara con el palazzo. Que yo me acuerdo. No me olvido. Me viene el folclore de la italia nórdica (escaso y sobrio, pero vivo a pesar de todo), mezclado con el olor a mojado por las mañanas de las calles que llevan al duomo, con tu voz y tu mirada a mi lado, siempre a la derecha, al otro lado del objetivo, o por delante del visor, pero ahi, aqui, conmigo. Desde entonces....
.... y es sólo una pequeña parte.
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