¿Por qué son tres los puntos suspensivos?
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Me late la pregunta sin respuesta en mi cabeza, insistiendo en que la observe y la piense desde dentro y hacia fuera. Va, viene, vuelve, se va.
Son tres, alineados horizontalmente uno detrás del otro, empezando igual que acaban, con un punto al principio, otro al final y en medio, el segundo, invariable y gemelo. Palíndromos que no dicen pero efectivamente se leen igual al derecho que al revés. Previsibles en forma. Misteriosos en significado.
Pienso en ellos y se me escapan. Se me caen al filo de las frases. Cuelgan de palabras silenciadas. Se me cuelan en procesión por todos lados. Los tres, unos detrás de otros, multiplicándose a su paso y dejando a su vez un rastro de puntitos para que no se pierdan por el camino los que vienen detrás y lleguen después.
Dos puntos suspensivos son seis. Tres, nueve. Nueve, veintisiete.
Nunca encontré mejor utilidad a la tabla del tres.
Cuento con puntos suspensivos los segundos que pasan de entonces a ahora. Lo que dura un silencio. Lo que ocupa un pensamiento. Lo que persiste una duda. Lo que tarda un gesto. Lo que abarca una sonrisa. Lo que se traga el tiempo.
Hoy son cuatro mis puntos suspensivos.... se me hacen cortos, se reproducen solos.
Porque lo convencional no es siempre lo mejor. Porque hasta los signos de puntuación conservan la capacidad de sorprender. Y porque hay cosas que son, se saben así, pero no se pueden explicar.... [cuatro]