Lui

- ¿Eso es una alianza?
- … ¿Sí?
- Así se las suele llamar ¿no?
- Cada uno la llama como quiere
- ¿Y por qué la llevas?
- ¿Para vestir el dedo?
- Yo también llevé una. Me la regaló una de mis ex. Me quedaba tan grande que tenía que llevarla en el pulgar. Fue el mayor alivio de romper con ella. Qué gusto cuando me la quité por fin y la metí dónde guardo los trofeos.
- ¿Los trofeos? ¿El anillo era un trofeo?
- Pues claro. Un trofeo de caza.

Él no sabe lo que es sentirse amado. Quiere pensar que todas esas chicas que han pasado por sus manos se morían por sus huesos, porque de otro modo, pierde sentido su apariencia de homme fatale. Y si pierde eso, pierde la identidad, y con ella, se pierde él. No comprende a las mujeres porque ni ellas mismas son capaces de entenderse entre ellas. No sabe como tratarlas del mismo modo que ellas no saben como tratarle a él. Quiere crecer deprisa. Quiere vivir deprisa. Es un adulto okupa en un cuerpo de niño que le acelera el ritmo de vida. Y aún con todo sabe que dentro de poco esta etapa pasará. De aquí a cuatro o cinco años le verás caminando por la calle y te será tan difícil reconocer al tío que hoy vive en él, que tendrás que mirar dos veces. Ya no habrá noches locas hasta las cinco, ni conguitos, ni años perdidos en cafeterías de una facultad que ni siquiera es la suya, ni broncas con los puertas de las discotecas, ni chicas que lloran cuando se marcha. Para bien o para mal, será una persona diferente que habrá aprendido a tratarse a sí mismo. Habrá llegado entonces por fin a la cima del ser humano. La habrá alcanzado por fin.

- ¿Sabes qué? Te lo has ganado. Ten, tu entrada al paraíso.

- Aquí te espero.