busca entre mis delirios

martes, agosto 31, 2004

Blanc


Sin duda ninguna, la más floja de las dos.
Hasta en eso lo hizo bien. Decayó no en la primera, evitando que la gente se desanimara a dar segundas oportunidades, ni en la última, descartando la posibilidad de un amargo sabor de boca. Decidió que la menos impresionante de todas fuera la del medio cuando para entonces ya tenías demasiado en vena la fiebre Kieslowski como para dejar de ver Rojo.

En este caso, el tema fundamental sobre el que gira y gira la trama de la película, es la igualdad en todas sus caras, pero prestando especial atención a la que afecta a Karol Karol, un polaco que se casa con una mujer francesa (Julie Delpy) para obtener el visado y tras el fracaso matrimonio y su consiguiente divorcio, se da cuenta de cuan enamorado está realmente de su esposa de conveniencia.
Ésta en cambio le hace la vida imposible, le destroza moralmente, llevándole a llegar a extremos para lograr captar su reclamada simpatía.
En verdad la película termina haciendo honor a su eje, igualdad a toda costa.
No sólo lo pasa mal el pobre enamorado Karol sino que la igualdad le devuelve la pelota a la resentida Dominique.

Kieslowski prescinde bastante de sus hermosísimos planos antes vistos en Azul para solamente deleitarnos con alguna preciosa secuencia en un paisaje totalmente nevado, con unos blancos brillantes y el sol reflejando en su hielo… un deslumbrante efecto que hace honor a su título.
Es por eso quizá por la que es considerada la obra menor de la trilogía, porque es posible que falte algo más de Kieslowski.
Un detalle muy curioso es como juega el director con el espectador.
Desde el principio de la película según aparecen los créditos se nos muestra un objeto cotidiano y común, una maleta.


Pues bien, esta maleta tendrá vital importancia a lo largo del film y aparecerá y desaparecerá a lo largo del metraje.
Es el modo en que el director se divierte con nosotros; cuando aparezca más tarde en la pantalla cargada de un significado diremos “vaya, esto recuerdo haberlo visto antes”. Efectivamente así fue, sólo que no te diste cuenta.

Como detalle, de nuevo los viejitos, en este caso el hombre (en Azul era una mujer) reciclando el vidrio.


Y para terminar, un final hermoso.
ATENCION a quien no la haya visto. Dejen de leer, por su propia integridad cinéfila.
Dominique, que ha abierto los ojos por fin y que al mismo tiempo está sufriendo en sus propias carnes el lado más vengativo de la igualdad, se comunica con Karol:

Cuando salga de la cárcel...


...nos iremos, o nos quedaremos aquí


...y nos casaremos de verdad.


Bleu




Como ya se mencionó, el azul que pone título a esta película hace referencia a la Libertad.
En realidad es un film que cabalga entre la ruptura y la búsqueda ansiada de la misma libertad.
Libertad para la prostituta, libertad para la amante –la mujer a la que de verdad amaba su marido- y la libertad forzada y no deseada de la personaje principal que es abandonada en un punto de su vida obligándola a partir desde cero.
Película tremendamente triste que comienza con el final de las vidas de los dos miembros más importantes de la vida de Julie Vignon (J. Binoche), su marido –un importante compositor de música al que ella misma escribía sus obras- y su hija.
Julie sale con vida y a pesar de que la cuesta asumir que debe vivir, toma la carga impuesta de la eterna infelicidad.

La película está rodada bajo la sombra de una amplísima gama de azules, brillos y sombras siempre presentes.
La estética en Kieslowski es algo a tener muy en cuenta puesto que como ya es conocido, le gustaba apostar por los pequeños detalles.
Detalles por ejemplo como el precioso plano sin precedentes del reflejo del médico en la pupila de Julie, según está despertando de su real pesadilla.
Entre pestañeo y pestañeo se puede vislumbrar la figura del doctor que la explica que acaba de perder a sus dos seres más queridos, sus dos pilares principales.



Otro de los detalles que difícilmente se olvidan después de haber visto esta joya es la escena del terrón de azúcar empapándose en el café.
Es, digamos, la seña de identidad, la firma del autor.
Kieslowski se propuso una meta. Aquel terrón de azúcar debía tardar en mojarse del todo 5 segundos. Ese era el tiempo justo que le tenía que llevar. No más, no menos. 5 segundos, tiempo suficiente para que seamos conscientes de lo que está sucediendo, y no demasiado como para llegarnos a cansar o aburrir.
Tenía que captar nuestra atención, y lo logra.



Cosas como estas impresionan y lo que es más importante, crean escuela.
Directores como Jeunet en Amélie, Lynch en Mulholland Drive y Kelly en Donnie Darko han tomado de Kieslowski, y en concreto, de esta película, muchas referencias fáciles de descubrir.
El ejemplo más descarado por su clara analogía es el de 21 gramos, película en la que el papel de Naomi Watts es muy, muy, muy parecido al de Juliette Binoche, tanto que reproduce la secuencia del accidente y sobre todo, la de la posición de feto en la piscina.



Y como no podia ser de otro modo, Kieslowski no prescinde de lo anecdótico.
En este caso se puede citar a los viejecitos reciclando el vidrio que aparecen en la trilogía y anteriormente, en La doble vida de Verónika.
He aquí el ejemplo correspondiente a Azul.



El final, épico, deja ese sabor de boca que pide más.
Y es que con Kieslowski no puedes ceñirte a una sola película; una vez que empiezas, es difícil parar.

Trois couleurs: Bleu, Blanc et Rouge

Kieslowski rompió moldes.
Acabó con esa regla más o menos extendida en el mundo del cine que señala que, cuando un director está a punto de acabar su vida, realiza las peores películas de su carrera.
Kieslowski, muy lejos de empeorar su obra anterior (entre las que se encuentran El Decálogo, Una película de amor, No matarás y La Doble vida de Verónika) puso punto y final con una trilogía que por su calidad artística se puede considerar junto con la de El Padrino, LA trilogía por antonomasia.
Hablamos de Trois couleurs (Tres Colores): Azul (1993), Blanco (1994) y Rojo (1994).
Estos títulos hacen una clara referencia a los colores de la bandera de Francia y a la voz de la patria gala: Libertad (Azul), Igualdad (Blanco) y Fraternidad (Rojo).
Esta trilogía tiene todo lo necesario para poder gustar a todos los paladares, para enganchar al cinéfilo novato, para impresionar al que se creía impermeable.
Aderezado con un reparto femenino de lujo (Juliette Binoche, Julie Delpy y la fantástica Irène Jacob, que repetiría experiencia después de hacer La doble vida de Verónika), una banda sonora de excepción y esos detalles estéticos y puntillistas que sólo se le podrían ocurrir a Kieslowski, resultan tres películas muy fáciles de ver y que difícilmente decepcionarán a quien se acerque a ellas.
Sólo dos años después de terminar su última obra, Rojo, Kieslowski abandonaría la vida mortal por un paro cardiaco causado por su tremenda obsesión y adición por el tabaco.
Nos dejaría en herencia una de las trayectorias fílmicas más interesantes y sobre todo, una puerta abierta para todos aquellos puristas que creen que no existe el buen cine después de la era clásica.

Kieslowski, el cineasta contemporáneo



Krzysztof Kieslowski (1941, Polonia -- 1996, Polonia)

Nacido en Varsovia (Polonia) el dia 27 de junio de 1941, Krzysztof Kieslowski era el hijo primogenito de una familia de clase modesta. Los estudios nunca le entusiasmaron, y acabado el primer ciclo decide ingresar en la escuela de bomberos, que pocos meses mas tarde abandona con la intencion de volver a estudiar.
En 1957 se inscribe en la escuela superior de tecnicas teatrales de Varsovia, donde se diploma en pintura escenografica. Dado su interes por el teatro, el joven Krzysztof aspira convertirse en director teatral. Por lo que durante 1962 alterna con el mundo teatral como ayudante de guardarropia, trabajo con el que se pagaba sus estudios, pero para acceder a los estudios de Direccion teatral necesitaba obtener el titulo de licenciado, asi que accede a las pruebas de seleccion de lo que tematicamente mas se acercaba a la direccion teatral. Era celebre escuela superior de cine de Lodz.
Por sus Films Kieslowski obtuvo numerosos premios entre los que citamos: Festival de Cracovia (1974, 1975, 1977, 1979), Festival de Mannheim (1975), Festival de Gdansk (1975, 1976, 1979, 1988),Festival de Moscow (1979), Festival de Cannes (1988, 1991),Festival de Venecia (1989, 1993), Festival de Berlin (1980, 1994), Festival de San Sebastian (1988), Festival de Chicago (1980), Festival de Lyon (1979), y festival de Sao Paulo (1988).

Grñgfkhsi!!!


Tres horas.
Tres largas horas delante de la pantalla, con los ojos como platos, tratando de averiguar la razón o razones (porque es obvio que tiene que haber más de una) por la que el dichoso blog no se parece a ninguno de los que he visitado.
¡¡¡Quiero ser normal, por una vez en la vida!!!
Pues no hay forma, colegas.
Le faltan apartados, las imágenes no salen... nada queda como yo quería que quedara.
Y es que introducirte en algo que no conoces conlleva esta clase de riesgos.
Sólo espero que se subsanen lo antes posible y pueda ponerme en marcha.
Esto va a ser duro, lo presiento, la paciencia y la calma no van conmigo...

4, 3, 2, 1...

El tiempo se agota.
Una luz parpadea.
El reloj marca la 1.20 de la madrugada.
Empieza una nueva era.