qué cosas...
la madurez, al final, sirve para mucho más que arrojar moralinas a los que creemos que no la han alcanzado todavía. toda una vida presumiendo de ella, pavoneándonosla frente a los demás para luego tener que agachar la cabeza frente a la evidencia.
a ella le achaco el haberme dado cuenta, ahora, de que no soy tal como pensaba, o tal vez como anunciaba, o quizá como me describía, ni tanto como se me calificaba.
que no es verdad que sea tan fuerte, ni tan valiente como todos creían lo descubrí hace ya más de un año. ahora el tendón me lo tengo bien conocido y trato de salir a la calle siempre con calcetines, por lo que pudiera pasar.
ahora sé, además, que soy una llorona sin remedio, por mucho que dijera que yo soy de esas que no lloran nunca, ni siquiera con las películas ñoñas y mucho menos delante de nadie. mentira cochina. y que no, que no sé encriptar, que a mi eso de escribir en clave no me sale y mucho menos disfrazarme de misterio. que aunque les tengo un respeto sobrecogedor, siempre amaré a las letras como si las hubiera parido yo misma. y sí, que hay cosas que me sobrepasan, que desde luego, no puedo con absolutamente todo, que no estoy segura de haber sido una niña buena y que sí que me gustan, me encantan, me maravillan las sorpresas, después de toda una vida negándome a ellas.
todo lo demás puede mantenerse como presuntamente cierto. al menos de momento...
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