Que sí, qué bien... que hoy me toca llorar...
Lo sé y mi cuerpo lo siente, pero yo reniego de sus impulsos de autodestrucción y me disfrazo de disimulo cuando me grita su voz interna que haga charcos en el suelo sin pudor. He pasado por Moncloa esta mañana sin querer, y sin querer también he salido por aquella salida concreta del metro de donde, a estas horas el año pasado, estaba corriendo en dirección inversa. Ya que estaba ahí he hecho ese mismo camino, que por aquel entonces corrí asfixiada, llorando y gritando en silencio, blasfemando a la suerte de una mala -o perfecta- sincronía de espacios y tiempos. Suelo hacerlo a menudo: Volver a la escena de la tragedia. Hoy lo necesitaba, para llorarte desde la ausencia y también desde la soledad.
Por cierto, llevo todo el año queriendo agradecerte algo: que te fueras sin despedirte de mí. Que no me dejaras que me despidiera. Sabes cuánto odio éstas formalidades. Y sabes que no habría podido contigo. Hasta en eso tuviste delicadeza.
Qué frío hace todos los 25 de noviembres... El año pasado quemaba el aire y casi no dejaba respirar. Hoy simplemente araña la piel y quema un poco por dentro. No encuentro abrigo ni consuelo para estas temperaturas y sólo pienso en el modo de calmar esta añoranza.
No quiero pensarte, ni recordarte. No en Moncloa, ni con este frío. Quiero volver al calor de los abrazos de Navidad, o los veranos en Toledo, a las comidas familiares en casa de los abuelos o a los museos por los que corríamos con prisas. No quiero más atrezzo blanco nuclear, ni vestuario de pijamas a rayas, ni comida precaria a base de sandwiches del rodilla, ni conversaciones de pasillo de hospital, ni salita de estar abarrotada de lágrimas y pedazos de familia rota.
Quiero palabras lindas que me hagan reir, que me evadan y me lleven lejos. Que me hagan olvidar lo que no quiero recordar y que consigan que este día pase rápido. Quiero cosquillas en la punta de la nostalgia, y escalofríos que me hagan entrar en calor, apoyo que me sujete un poco las pestañas y a diciembre para se lleve este mes de en medio.
Voy a volver a Granada de viaje contigo. Me dijiste al oído a propósito de una de nuestras últimas conversaciones que aquel era un lugar especial para tí. Te vamos a hacer volar por los tejados del Albaycín, desde los vértigos del Mirador de San Nicolás, y por cada esquina del Paseo de los Tristes. Así sabré donde tengo que ir para respirarte de nuevo...
busca entre mis delirios
miércoles, noviembre 25, 2009
sábado, noviembre 21, 2009
sintomatología
que en la guía de prevención y cuidados para esta gripe que me han dado los señores de bata blanca falta un síntoma importante que me tiene realmente abatida. el peor de todos ellos. mucho peor que el dolor de piel, músculos y huesos. peor que la fiebre que sube y baja. pero que la tos...
las lágrimas. nadie me había dicho que esta nueva gripe te hacía desecarte por las cuencas de los ojos. sin descanso ni tregua. a chorros. y eso que dicen que a partir de los 25 años comienza a decrecer la producción lagrimal que lubrica el globo ocular...
no he podido parar en estos dos días. esa sensación horrible que no me deja tragar, ni pronunciar palabra. que me cierra los conductos y me reduce a la mínima potencia. y no sé por qué lo hago. no sé si lloro por lo bien que estoy o es por lo mejor que podría estar. si es por lo que echo de menos o si es por todo lo que me llevo conmigo. si es nostalgia por lo vivido o son las ganas de un futuro previsto. si es la memoria fotográfica de los últimos tiempos o si son los recuerdos futuros por vivir más felices de mis álbunes. si es por miedo. o es por miedo. o es por miedo. o quizá sea inseguridad, esa que se suponía que no tenía. no, eso no, tiene que ser por miedo. sí, debe ser eso. la gripe del miedo. mi miedo....
[lo que tiene escuchar a Russian Red en una tarde invernal de sábado sola, y ver 'Up' finalmente en un ripeo de mierda sin tí a mi lado debajo de esta manta roja...]
delirante estoy....
las lágrimas. nadie me había dicho que esta nueva gripe te hacía desecarte por las cuencas de los ojos. sin descanso ni tregua. a chorros. y eso que dicen que a partir de los 25 años comienza a decrecer la producción lagrimal que lubrica el globo ocular...
no he podido parar en estos dos días. esa sensación horrible que no me deja tragar, ni pronunciar palabra. que me cierra los conductos y me reduce a la mínima potencia. y no sé por qué lo hago. no sé si lloro por lo bien que estoy o es por lo mejor que podría estar. si es por lo que echo de menos o si es por todo lo que me llevo conmigo. si es nostalgia por lo vivido o son las ganas de un futuro previsto. si es la memoria fotográfica de los últimos tiempos o si son los recuerdos futuros por vivir más felices de mis álbunes. si es por miedo. o es por miedo. o es por miedo. o quizá sea inseguridad, esa que se suponía que no tenía. no, eso no, tiene que ser por miedo. sí, debe ser eso. la gripe del miedo. mi miedo....
[lo que tiene escuchar a Russian Red en una tarde invernal de sábado sola, y ver 'Up' finalmente en un ripeo de mierda sin tí a mi lado debajo de esta manta roja...]
delirante estoy....
viernes, noviembre 20, 2009
de virus
ponte la mascarilla. espera en este área reservada hasta que te llamen. ponte estos guantes. no toques nada. siéntate. cuéntame qué te pasa. mete el dedo aquí. descúbrete el brazo derecho. túmbate en la camilla. quítate la camiseta. respira. no respires. más fuerte. por la boca. ¿te duele aquí? ¿y aquí?. siéntate sin bajar las piernas. ponte el termómetro. cuando pite, avísame. abre la boca. di 'ah!'. más fuerte. más. otra vez. deja colgando las piernas. puedes vestirte. léete esta hoja. sigue las indicaciones. no salgas de casa en unos cuantos días. reposo relativo. tómate esto. y esto también. ven a por el alta cuando estés bien. lleva la mascarilla siempre que puedas. a ver si sobrevives a este aislacionismo sin los mimos que te dan la vida...
jueves, noviembre 19, 2009
sin celebración
Hace casi un año desde que Noviembre no es un buen mes para mí. Recuerdos que hacen memoria ahora que se va a cumplir el aniversario, engañándose a sí mismos cuando piensan que sólo respira la añoranza en estos momentos concretos. Ilusos los recuerdos, si han estado coleando todos estos tresciento y pico días...
Hay que tener cuidado con estas cosas. Un día te encuentras una foto, o abres un email familiar, o suena una canción, o pasas por una calle, o cierras los ojos y te asaltan por la espalda a traición y tú, lo mejor que puedes hacer es sonreirlos con complicidad y dejar que se vayan por donde vinieron. No. No llores más.
A ver quién me crea una aplicación para borrar ciertas, concretas y últimas imágenes del álbum que guarda las instantáneas de toda su vida. Cómo editar los contenidos y dejar sólo aquellos en los que sus ojos brillaban casi más que su sonrisa. Eliminar el sonido ambiente de los últimos días, el frío gélido de la temperatura corporal, cambiar los niveles en el color, mejorar el timing...
A ver quién consigue hacerme olvidar lo desprotegida que me sentí por aquel entonces de quien más esperaba el abrazo que me vistiera. Y lo confortante de aquellos mensajes en el tanatorio de una perfecta desconocida que me arroparon y me hicieron sentir un poco en calma. O la compañía de aquel que no se separó de mi durante el largo velatorio. O las llamadas de emergencia de mis amigos que no están cerca.
Un año no es nada. O lo es todo.
Voy a cerrar los ojos media hora.
Vuelvo en seguida...
Hay que tener cuidado con estas cosas. Un día te encuentras una foto, o abres un email familiar, o suena una canción, o pasas por una calle, o cierras los ojos y te asaltan por la espalda a traición y tú, lo mejor que puedes hacer es sonreirlos con complicidad y dejar que se vayan por donde vinieron. No. No llores más.
A ver quién me crea una aplicación para borrar ciertas, concretas y últimas imágenes del álbum que guarda las instantáneas de toda su vida. Cómo editar los contenidos y dejar sólo aquellos en los que sus ojos brillaban casi más que su sonrisa. Eliminar el sonido ambiente de los últimos días, el frío gélido de la temperatura corporal, cambiar los niveles en el color, mejorar el timing...
A ver quién consigue hacerme olvidar lo desprotegida que me sentí por aquel entonces de quien más esperaba el abrazo que me vistiera. Y lo confortante de aquellos mensajes en el tanatorio de una perfecta desconocida que me arroparon y me hicieron sentir un poco en calma. O la compañía de aquel que no se separó de mi durante el largo velatorio. O las llamadas de emergencia de mis amigos que no están cerca.
Un año no es nada. O lo es todo.
Voy a cerrar los ojos media hora.
Vuelvo en seguida...
lunes, noviembre 02, 2009
efecte trivial
se oyen las teclas de un piano tocado casi sin mirar, casi sin saber, casi sin querer, suaves, tranquilas, pausadas, rítmicas y perfectamente acompasadas. un, dos, tres, cuatro, cinco, seis... imagina que se suma un bajo y un acordeón y más tarde, un coro que susurra un ritmo ininteligible. palmas, plas-plas-plas, y vuelven a quedarse solas las teclas... casi como en un sueño...
el ave vuela a trescientos kilómetros por hora, muy lejos ya de donde vengo, pero nunca es demasiado rápido, siempre podía darse más prisa, siempre podría llegar antes, y sin embargo, esta vez, por no poner pega ninguna, llega justo a tiempo. a la hora de la comida, sin retraso al encuentro ansiado. estar de vuelta es como sentirse en casa sin siquiera pasar por ella. y todo por el abrazo, el del encuentro. porque es la constante que determina toda la ecuación. puedes tener una agujetas terribles, puedes estar pasando un calor impresionante dentro de tu gabardina roja, puede que no durmieras bien la noche anterior, puede que te tocara un taxista algo así como gilipollas, puede que tengas hambre, y cansancio acumulado, y ganas, y todo al mismo tiempo, pero cuando la ves cruzar esa calle y acercarse despacito a tí, con ese movimiento tan suyo al andar, y con esa mirada que lo dice todo -y un poquito más- y el espacio entre los dos cuerpos se reduce a nada en un abrazo espontáneo, no puedes más que cerrar los ojos y dejarte sentirte bien. casi como en un sueño...
estar bien es lo mejor.
no hay duda, ni nadie que me lo cuestione.
si estás bien te atreves a subir a un escenario delante de cerca de 300 personas a cantar un verso improvisado con etiqueta personalizada y perder la vergüenza entre el público que coreaba, te cargas de energías extras que sacas de nadie sabe donde -pero todo legal- para estar dispuesta y preparada por si tus manos son requeridas en la obra, sonríes por el metro a los que amenizan en los pasillos a los viajeros con su música, no pica en los ojos el despertador de cada mañana, no hay sueño, no hay cansancio; sólo hay ganas de más, cantas en voz bajita al oído esa canción que no hace más que pedirte porque dice que le calma, y tú que no has cantado jamás en la vida para nadie, te decides a hacerlo, sólo para que te compense con su sonrisa... casi como en un sueño...
me he traido de Barcelona un queso, por nombrar sólo una cosa trivial. no tengo prisa por sacarlo de la maleta porque sé que no necesita refrigeración, que aguanta, que no se pone malo, ni caduca.
van tres.
una torta del casar, un queso de holanda, uno de cabra de Montserrat.
tres son los quesos que componen mi colección. y dos de ellos me los guardas tú.
quizá, del sur, me traiga un cuarto... quién sabe dónde lo meteremos...
el ave vuela a trescientos kilómetros por hora, muy lejos ya de donde vengo, pero nunca es demasiado rápido, siempre podía darse más prisa, siempre podría llegar antes, y sin embargo, esta vez, por no poner pega ninguna, llega justo a tiempo. a la hora de la comida, sin retraso al encuentro ansiado. estar de vuelta es como sentirse en casa sin siquiera pasar por ella. y todo por el abrazo, el del encuentro. porque es la constante que determina toda la ecuación. puedes tener una agujetas terribles, puedes estar pasando un calor impresionante dentro de tu gabardina roja, puede que no durmieras bien la noche anterior, puede que te tocara un taxista algo así como gilipollas, puede que tengas hambre, y cansancio acumulado, y ganas, y todo al mismo tiempo, pero cuando la ves cruzar esa calle y acercarse despacito a tí, con ese movimiento tan suyo al andar, y con esa mirada que lo dice todo -y un poquito más- y el espacio entre los dos cuerpos se reduce a nada en un abrazo espontáneo, no puedes más que cerrar los ojos y dejarte sentirte bien. casi como en un sueño...
estar bien es lo mejor.
no hay duda, ni nadie que me lo cuestione.
si estás bien te atreves a subir a un escenario delante de cerca de 300 personas a cantar un verso improvisado con etiqueta personalizada y perder la vergüenza entre el público que coreaba, te cargas de energías extras que sacas de nadie sabe donde -pero todo legal- para estar dispuesta y preparada por si tus manos son requeridas en la obra, sonríes por el metro a los que amenizan en los pasillos a los viajeros con su música, no pica en los ojos el despertador de cada mañana, no hay sueño, no hay cansancio; sólo hay ganas de más, cantas en voz bajita al oído esa canción que no hace más que pedirte porque dice que le calma, y tú que no has cantado jamás en la vida para nadie, te decides a hacerlo, sólo para que te compense con su sonrisa... casi como en un sueño...
me he traido de Barcelona un queso, por nombrar sólo una cosa trivial. no tengo prisa por sacarlo de la maleta porque sé que no necesita refrigeración, que aguanta, que no se pone malo, ni caduca.
van tres.
una torta del casar, un queso de holanda, uno de cabra de Montserrat.
tres son los quesos que componen mi colección. y dos de ellos me los guardas tú.
quizá, del sur, me traiga un cuarto... quién sabe dónde lo meteremos...
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