cómo si dar vida a las palabras fuera baladí...
como aquel día, nadie recuerda si era por la mañana o ya demasiado tarde, pero aquel crucial instante se volvió crítico para la caótica historia que ellas mismas escribían, corregían y volvían a escribir. fue el penúltimo punto de inflexión en toda ficción que anticipa un devenir algunas veces imprevisible. en el asiento de atrás de aquel coche prestado, cada una posaba la vista en su ventanilla, en silencio, sin poder, sin saber qué decir. ella miraba aquel paisaje, salvaje y agreste, en el que brotaban sin orden alguno pequeñas familias de amapolas (a ella le gustaba llamarlas ababoles) que teñían de rojo los bordes de la carretera. entonces recordó aquel año que vivió en Bolivia en el que descubrió una planta hermana del ababol que proporcionaba unos alcaloides de la familia del opio, lo que le evocó aquel imbebible alcohol que destilaban con alambique y serpentín que tan poco se parecía al moscatel que, de vuelta a Zaragoza, a ella tanto le gustaba.
aquel año en America del Sur fue quizá el primer punto de inflexión en esa historia que por entonces empezaban a escribir y de la que aquel día, en el asiento de atrás del coche prestado, con las ventanillas bajadas, las palabras en estado comatoso y un calor insoportable, estaban componiendo su punto y final. su compañera de viaje, de aventura, de vida y de asiento, la que a metro y medio a su derecha miraba también pasar su historia, como si mágicamente pudiera escuchar sus pensamientos y sus calladas y tácitas palabras, se aventuró a salvar el incómodo silencio, aniquilándole con osada y oportuna decisión:
- ¿tú sabes por qué se encienden las luciérnagas?
ababol · luciérnaga · alambique · caótica
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