busca entre mis delirios
miércoles, marzo 09, 2011
¿bailamos?
con esta alerta amarilla, que va cambiando de color a naranja indistintamente, por vientos de rachas máximas de 100 km/hr., que azota, sacude y revuelve la ciudad, se nos queda un día estupendo para calzarte tu par de botas mágicas, esas que guardas limpitas a buen recaudo para la ocasión especial y marcarte un baile por encima de todos los demás peatones que aún mantienen sus pies clavados al pavimiento alquitránico, no permitiendo por nada del mundo que absolutamente nada ni nadie les desprenda las raíces de la tierra que pisan y tú, jugando a pinchar los globos de los niños que salen de comer con su familia, saludando a los aviones que pasan rumbo a cualquier parte, haciendo carreras con los pájaros incrédulos ante la evidencia y corriendo sobre los tejados, colgándote de las cornisas y tomando impulso en cada antena parabólica, sobrevolar la ciudad a bordo de tus poderes personales para verlo todo desde arriba, que es sin duda, la mejor de las perspectivas.
martes, marzo 01, 2011
dar, recibir y devolver
que este sea un pequeño apunte de cómo no volverte gilipollas en el transcurso de tu vida.
érase una vez, hace casi un siglo, un sociológico, antropólogo y filósofo francés, llamado Marcel Mauss, que elaboró una teoría acerca del comportamiento humano en torno al don, al regalo. estudiando una serie de culturas primitivas de unas islas indias en la costa del pacífico, al noroeste de norteamérica, descubrió que el modo en que estas sociedades elaboraban su estructura social era a través del intercambio y el flujo continuo de objetos, asumiendo innumerables riesgos -fundamentalmente debidos a la peligrosidad en la navegación entre las islas y las precarias condiciones técnicas con las que contaban- y sin ningún beneficio económico. la única premisa (llamémosla ley) del potlatch en estas sociedades era la de dar, recibir y devolver; una obligación implícita y asumida que residía en el maná, o fuerza mágica, del objeto dado. más allá de la obligación de devolver cuando has recibido, estaba la premisa del valor y el contravalor del don, siendo éste siempre equivalente y proporcionado.
por supuesto, el doble filo de esa asunción, suponía que aquel que interrumpiera el flujo de intercambio se vería sometido a la carga destructiva del mismo maná. a este proceso se le llamó prestación social y conforma una de las primeras siluetas de la economía social.
para Mauss, el don es esencial en la sociedad humana y necesario para una óptima convivencia y menos mal que el pobre antropólogo murió hace 60 años, porque hace ya unos cuantos que no sabemos lo que es donar.
esta sociedad capitalista, consumista, egoísta, subyugada, oprimida, sometida, impersonal y artificiosa no entiende de donaciones, ni de regalos, mucho menos de prestación social. sólo hay que mirar hacia la guerra de frentes sangrientos sobre la propiedad intelectual, las redes de archivos compartidos y el software libre para entenderlo de modo objetivo.
nosotros, que no podemos ver más allá de nuestro pequeño nudo umbilical, no entendemos de obligaciones acerca del contradon, de devolver, de corresponder.
falta la obviedad de la nota al pie: que el don no es siempre algo tangible, ni necesariamente un objeto. ha de entenderse también y tantas veces, en términos de amistad, de objeto relacional, emocional y afectivo. sería interminable realizar una lista de todo lo que dimos y nos nos devolvieron...
así parece fácil averiguar a dónde no vamos a llegar, en qué no nos vamos a convertir y qué clases de relaciones sociales no tendremos nunca.
[léase como esa nota mental que todos archivamos en algún portapapeles de nuestra memoria para no hacerle caso jamás.]
érase una vez, hace casi un siglo, un sociológico, antropólogo y filósofo francés, llamado Marcel Mauss, que elaboró una teoría acerca del comportamiento humano en torno al don, al regalo. estudiando una serie de culturas primitivas de unas islas indias en la costa del pacífico, al noroeste de norteamérica, descubrió que el modo en que estas sociedades elaboraban su estructura social era a través del intercambio y el flujo continuo de objetos, asumiendo innumerables riesgos -fundamentalmente debidos a la peligrosidad en la navegación entre las islas y las precarias condiciones técnicas con las que contaban- y sin ningún beneficio económico. la única premisa (llamémosla ley) del potlatch en estas sociedades era la de dar, recibir y devolver; una obligación implícita y asumida que residía en el maná, o fuerza mágica, del objeto dado. más allá de la obligación de devolver cuando has recibido, estaba la premisa del valor y el contravalor del don, siendo éste siempre equivalente y proporcionado.
por supuesto, el doble filo de esa asunción, suponía que aquel que interrumpiera el flujo de intercambio se vería sometido a la carga destructiva del mismo maná. a este proceso se le llamó prestación social y conforma una de las primeras siluetas de la economía social.
para Mauss, el don es esencial en la sociedad humana y necesario para una óptima convivencia y menos mal que el pobre antropólogo murió hace 60 años, porque hace ya unos cuantos que no sabemos lo que es donar.
esta sociedad capitalista, consumista, egoísta, subyugada, oprimida, sometida, impersonal y artificiosa no entiende de donaciones, ni de regalos, mucho menos de prestación social. sólo hay que mirar hacia la guerra de frentes sangrientos sobre la propiedad intelectual, las redes de archivos compartidos y el software libre para entenderlo de modo objetivo.
nosotros, que no podemos ver más allá de nuestro pequeño nudo umbilical, no entendemos de obligaciones acerca del contradon, de devolver, de corresponder.
falta la obviedad de la nota al pie: que el don no es siempre algo tangible, ni necesariamente un objeto. ha de entenderse también y tantas veces, en términos de amistad, de objeto relacional, emocional y afectivo. sería interminable realizar una lista de todo lo que dimos y nos nos devolvieron...
así parece fácil averiguar a dónde no vamos a llegar, en qué no nos vamos a convertir y qué clases de relaciones sociales no tendremos nunca.
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