Siempre tuve un problema con las fechas de caducidad.
De pequeña mi madre me trajo un día para rematar la cena un yogur de macedonia. Era costumbre habitual pero desde aquella noche los odio profundamente. El yogur tenía un aspecto poco apetecible, olía raro y rehusé a tomarlo en el acto. Mi madre aseguraba que estaba bien, y me instó a que lo comiera. Lo siguiente que recuerdo fue una cagalera de tres días y media semana sin ir al cole. El yogur estaba cortado. Caducado desde hacía diez días. Y nadie se habia percatado.
No entiendo bien por qué todo el mundo anda loco con las fechas de expiración. Todo son plazos, tiempos, finalizaciones, caducidades, finiquitos... Y todo tiene su periodo de vida. Hasta la burocracia. Especialmente la burocracia...
Precisamente de no entender esto viene la razón por la que el guiso que hice la semana pasada hoy va directo con mucho cuidado a la taza del váter. Y las salchichas que abrimos hace más de un mes, tienen una capa esponjosa de color blanco que indica una mala salud del elemento. Y el queso parmesano, por un misterio poco alucinante de la biología, es azul y ya no volverá a cubrir más los espaguettis.
Y sí, dicen que el amor dura tres años. Que la pasión del sexo sólo se mantiene cuando es esporádico y que, en todo caso, caduca a los pocos meses de empezar. Que el enamoramiento es una reacción química que sólo perdura al principio de una relación y que la felicidad se agota progresivamente como si de un grifo con una fuga se tratara.
Pero yo no sé. Yo sigo sintiendo cosquillas en la boca del estómago cada vez que aparece para buscarme a la salida del trabajo, y sigue emocionándome cada palabra bonita que recibo, la arritmia se me acentúa en según qué situaciones, sigo durmiendo sintiendo que si me faltara ese olor y ese calor, seguramente no sabría seguir viviendo, sigo soñando con momentos futuros que fotografiar en compañía, siguen entusiasmándome las pequeñas cosas de cada día, y cada día más, me invade esa irrefrenable pasión que hace inconcebible que esto se pueda difuminar, atenuar, relajar y mucho menos apagar.
Así que paso de plazos. Cada día es mejor. Cada día es más. Y todo esto parece ir en contra de los que se aferran a expiraciones. Eso sí, por seguir convencionalismos, debería hacer caso al sentido común y mirar la fecha de caducidad de los yogures. Por si acaso...
2 comentarios:
Te entiendo, yo tiré hace apenas unas semanas una olla grande de caldo de verduritas... con lo bien que olía cuando se estaba haciendo y el asco que daba a los pocos días... jajaja, pero de estas cosas se aprende... amiga independiente!!!!!!!
qué bonito el texto!
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