hay momentos que seguramente todos viviremos en algún instante de nuestras vidas. algunos son de sonrisa, otros son de llanto. los primeros los conservo expuestos en un corcho que miro cada día con tremenda ilusión. en cuanto a los últimos, ya he archivado varios, cerrando con cuidado el álbum y repitiéndome en bajito cada vez que deseo con todas mis fuerzas no volver a abrirlo en mucho tiempo.
y luego hay momentos en los que no sabes si reir o llorar, pero que en el intento de resolver la ecuación, acabas despejando lo triste para reirte contigo (o de tí misma).
estás sentada en un sillón de dos plazas y en frente tuya, hay una pizarra blanca. en ella, escritos en negro, calificativos negativos que piensas de tí o que alguna vez te han propinado sin cuidado. paralelamente, escritos en rojo, calificativos postivos que recuerdas que alguna vez te hayan dicho, o que puedes llegar a reconocer que te pertenecen de alguna manera.
en clara ventaja, la columna negra gana el partido por goleada. y eres perfectamente consciente de que si se pierde este encuentro, es por un fallo de defensa, la tuya. por no ser capaz de recordar, por la incapacidad de encontrar tus puntos fuertes, o por todo el desfile de inseguridades varias que marcan tantos en propia puerta.
y reconocido el defecto de fábrica, te pones a prueba con lo ajeno. al calificar a tu gente, el rojo aplasta al negro y se lleva la copa.
algún fallo tiene que haber en la estrategia. menos mal que juegas en casa, menos mal que tienes a la (mayor parte de la) afición de tu parte, menos mal que cuentas con un entrenador competente, menos mal que sabes dónde reside el error, menos mal que entrenas una vez por semana, menos mal...
espero al partido de vuelta. veremos si en la revancha no cojo el rotulador rojo y se lo meto por el ojo al delantero de los negros.
1 comentario:
Viva el rojo!
Mua!
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