soñé que era un fantasma. o un espectro, o un espíritu, o un ente invisible pero sensible. y soñé, por tanto, que antes de eso, había fallecido y no era ningún alivio, por cierto, haber pasado por la eterna burocracia de la defunción, porque aún después de muerta, todo era complicadísimo. pasaba un frío inmenso, no sé si por la pérdida de temperatura corporal de mi misma, o por la imposibilidad de meter un no-brazo por una manga de jersey. me moría de hambre -valga la redundancia- al ser incapaz de masticar, tragar e introducir dentro de mi no-boca cualquier tipo de alimento. y no hablemos de beber y del follón que organicé en la cocina al intentarlo... asustaba a todo el mundo al menor ruido que se me ocurría hacer. caminaba por el pasillo y se creían que había alguien haciendo claqué. encendía sin querer una luz y ya había alguien pegando un grito. los gatos me bufaban, ellos que siempre me habían sido fieles. al intentar sacar dinero de un cajero automático, la gente por la calle se paraba a contemplar como la máquina se había vuelto loca. pero sin duda lo peor de todo era que nadie podía abrazarme. no echaba de menos nada más que un abrazo. pero cómo hacerlo a lo invisible, inerte, inexpicable...
al menos me consuela que al soñar que me había muerto, he alargado mi vida supersticiosa....
2 comentarios:
Si es que no todo el mundo sabe llevar bien eso de morirse.
Espero que nada quedara al despertar querida.
como cantaba pastora:
"... pero con una buena ducha y un café..."
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