me han regalado en estos días un abrigo con capucha y unas botas con la suela llena de incontables bolitas. y han sido, ambos, y sin duda alguna, los mejores regalos de estas navidades.
he cambiado el paraguas por la agradable sensación de caminar libre por la calle con el cuerpo a la merced de las precipiatciones de la naturaleza, y gracias a ello he descubierto cuánto de muchísimo me gusta mojarme con la lluvia. no molestas a nadie con las varillas, ni tienes que montar numeritos contorsionistas cuando al viento le da por darle la vuelta a todo; simplemente caminas, allá dónde te de la gana ir, sin miedo, sin reparos, mientras ves escurriéndose las gotas una a una o en chorro por encima de tus cejas, echando a perder por completo la sombra de ojos.
y ha sido gracias a mis botas por las que me he librado de una re-caída (je) en mi débil hernia discal, que con aquellos casi 10 centímetros de nieve del domingo pasado, temblaba acojonada sólo de pensar lo que sería de ella esa noche. pero no hubo resbalones, sino una perfecta adherencia, envidia de los demás viandantes.
eso sí, cuando cruzo la puerta de casa lo pongo todo perdido. se forman charcos allá donde planto los pies y el abrigo, desde el gancho que lo sostiene, deja caer gotitas graciosas que la pequeña gata se encarga de beber, a ella que, pobre, por ser demasiado pequeña, aún no le permiten disfrutar de este hóstil invierno.
4 comentarios:
qué chachi todo ^^
hostil invierno... sólo en la península! muahahah xD
Ya no te importa mojarte?? pues preparate esta tarde, ya sabes que llevo la lluvia...
Pues yo durante un ratito hoy no me mojaré porque... ¡VOY A TU CASA!
Sí, sí, sí.
Creo que es la primera entrada que leo de alguien que disfruta de todo esto.
jajaj
Yo también camino sin paraguas, al menos a la vuelta del curro, que ya me da igual como volver a casa.
Saludines,
YoMisma
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