Voy a contaros una mini.historia.
Esto era una niña que creció deprisa, de esas que maduran antes de temporada. El cuento de Pinocho se lo contó la vida de un modo irónico y ciertamente desvirtuado, antes de que llegara Disney a presentar al resto de niños la versión azucarada. La escuela de la vida se le hizo cuesta arriba, la impaciencia y la hartura apremiaban y decidió que quizá ya sabía lo suficiente como para entregar el examen antes que el resto de sus compañeros. Realmente era demasiado pronto para ella, le quedaba mucho por responder y sucedió lo que era de esperar, que falló. Pero como de las inconveniencias también se aprende, la niña se levantó de aquel pequeño fracaso fuerte y robusta, dispuesta a eliminar lo que la apegaba a miedos, temores y todo aquello que le encogía el estómago impidiéndola moverse hacia delante y disfrutar de todo lo bonito. Y en los exámenes de la vida una de las preguntas que más temía era aquella que, por encima de todas, pedía que se identificara. Con un nombre, por ejemplo. Pero, ¿quien era ella? Ella era "yo". Así le habían dicho todos que debía denominarse a sí misma. ¿O acaso se referían al nombre que una vez hace muchos años sus padres le pegaron a la tarjeta burocrática plastificada?
Y cuando se le examinaba sobre quién era ella, cómo, así, o asá, y por qué, la angustia existencial se le echaba encima como si se hubiera soltado un contrafuerte y las etiquetas se desprendieran del mural encima suyo. No era capaz de poner nada en aquellos huecos sencillamente porque no quería identificarse con algo que ella no era. Quizá era también porque siempre le pareció una forma más de esclavizarse tontamente por voluntad propia... De cualquier modo, entendió pronto que ella no quería ser 'yo', ni 'ella', no quería ser una imagen de algo que no se acaba de ver por etéreo_enorme_interno, ni un símbolo de una personalidad que nadie como ella misma leerá nunca. Que no quería elegir entre el catálogo de diferentes identificaciones porque elegir supone desechar, angustiarse, equivocarse, rectificar..., pasarse la vida cambiando de identificación o decidir no evolucionar internamente nunca para no tener que cambiar la etiqueta. Que no quería sentirse como un objeto vendible, inerte y muerto, que son los únicos que no cambian nunca y que por tanto pueden seguir siendo lo que alguien dijo una vez que son para siempre.
Y la niña sonrió mientras pasaba de pregunta, satisfecha de dejarla en blanco, despreocupada por el peso que se había quitado de encima, y feliz, más que nunca antes, viendo lo que había dejado atrás más allá de la pregunta, y lo cerca que se sentía de aquello que alguien alguna vez llamó conciencia...
5 comentarios:
Las etiquetas estan en la puntita de los pasos y tan solo son aproximaciones futuras a lo que nunca llegaremos a ser (porque para ser, ya somos personas y con eso bastante tenemos...)
Ese es el camino, lo sabes, ¿verdad?
Con la identificación se cristaliza el ego, te posee y te constriñe.
Repito, oleee!!!
Simplemente...me ha encantado!
exacto beatrize, es justo eso... las etiquetas que nos cuelgan y colgamos son sólo ficciones creadas de algo que no somos, independientemente de si se acercan mucho o poco...
eau... gracias por pasarte y dejar tu huellita. Clicko en tu nombre azulado y entro sin llamar a hacerte una visita... a mi tambien me gusta!
¿Por qué identificarnos con algo si crecemos y cambiamos cada día?
Ya no sé clasifiacrme, ni quiero. No puedo decir "soy así", porque no soy más... que una persona que va decidiendo u opinando según lo que ve más correcto en cada momento.
Etiquetas a la basura.
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